Entre Líneas Y Miradas

CAPITULO 15

La jornada apenas comenzaba, pero mis manos ya temblaban. Las uñas marcaban mi palma mientras intentaba respirar en cuatro tiempos, como me enseñó la terapeuta. Un, dos, tres, cuatro. Sostené. Exhalá. Un, dos, tres, cuatro.

No por el TOC esta vez. No exactamente.

Hoy sentía algo más que los números, los rituales o la necesidad de tocar el picaporte dos veces antes de entrar. Hoy el corazón era el que se sentía desordenado. Irreparable.

Porque sabía que Carla no se iba a quedar quieta. Y porque no sabía qué esperar de Damián después de lo de ayer.

Melanie llegó antes que yo, con una coleta alta y su mochila colgando de un solo hombro. Me sonrió como si fuéramos invencibles juntas.

—Daphne, te juro que Ricardo me habló como si fuéramos protagonistas de una serie coreana. ¿Viste esas donde el chico malo se enamora de la chica lista? Bueno, así. Y yo obvio, lo mandé al demonio. Después me reí sola como una idiota toda la noche.

Reímos. Me aferré a eso.

Entramos al aula y… Carla ya estaba allí.

Sentada en mi lugar.

Mi lugar.

Ese en el que me siento todos los días porque está en el medio, cerca de la ventana, donde la luz no es ni mucha ni poca. Donde no me veo reflejada en la pizarra ni escucho demasiado fuerte a los de atrás. Donde me siento segura.

—Creo que estás en mi asiento —le dije, con voz firme pero baja.

Ella se recostó hacia atrás, cruzando las piernas.

—¿Y si ya no lo es? Tal vez vos ya no tenés lugar acá. Tal vez nunca lo tuviste, “Daph-TOC”.

Ese apodo… dolió. Se sintió como una aguja entrando bajo la piel.

Melanie se puso de pie tan rápido que el banco rechinó.

—Bajá un cambio, Carla. No sabés nada de lo que hablás.

Carla sonrió, con esa sonrisa suya de víbora.

—Sé que tu amiga está enferma. Y que Damián la ve con lástima, nada más. Porque, seamos sinceras… ¿quién querría algo roto?

Algo se rompió dentro de mí, pero no en el sentido que Carla quería.

Porque antes eso me hubiera hundido.

Hoy, me dio rabia.

—Yo también me pregunté eso durante años. ¿Quién querría algo roto? —le dije, acercándome—. Pero ya no lo pienso así. No estoy rota. Tengo un desorden. Tú tienes maldad. Preferiría ser yo mil veces.

La clase se quedó en silencio.

Carla se levantó bruscamente y se fue del aula.

Melanie me abrazó, fuerte, como si hubiera ganado una batalla.

El recreo llegó como un salvavidas. Nos sentamos en el patio, yo sacando mi cuaderno como siempre. Escribir me ordena. Me calma.

Ricardo apareció con un jugo de durazno y se lo ofreció a Melanie.

—Traje dos por error. ¿Lo quieres?

—¿Por error? —preguntó ella, alzando una ceja.

—Bueno… por accidente planeado.

Melanie aceptó, y sus dedos se rozaron con los de él. Pareció insignificante, pero yo vi la electricidad. Y vi cómo Ricardo la miraba cuando ella miraba al jugo, como si ese momento fuera suficiente para llenar su día.

—¿Puedo hablar contigo a solas? —dijo una voz detrás mío.

Damián.

Melanie y Ricardo intercambiaron una mirada cómplice y se alejaron, dejándonos solos bajo la sombra de un árbol.

No dije nada. Solo lo miré.

—Sé que sabés que no soy bueno hablando de emociones. No sé ni cómo hacerlo sin arruinarlo todo. Pero... estoy intentando entender lo que siento. No lo que debería sentir. Lo que realmente hay acá —se tocó el pecho.

Yo jugueteaba con la tapa de mi lapicera.

—¿Y qué hay?

—Tú. Desde hace mucho. Pero lo arruiné. Lo escondí. Y no quiero que suene a excusa, pero me dio miedo. No por tí. Por mí. Porque no sabía si iba a poder acompañarte con todo lo que vives... con tu TOC, con tus rutinas. Pensé que ibas a necesitar a alguien perfecto. Y yo... no soy eso.

Respiré hondo.

—Nunca pedí a alguien perfecto, Damián. Solo alguien que no se asuste. Que no huya. Que se quede cuando me tarde cinco minutos en cerrar la mochila porque el cierre quedó mal.

Se le llenaron los ojos de culpa.

—No huí de tí . Huiste de tí mismo —dije, más tranquila de lo que pensaba.

Él se sentó junto a mí, sin tocarme.

—¿Puedo quedarme ahora?

Volteé hacia él. Le vi los ojos, cansados, honestos.

—Puedes quedarte. Pero no me prometas que no vas a fallar. Prometeme que no me vas a soltar.

Me extendió la mano.

Yo la tomé.

Y por primera vez, no sentí miedo.

Solo paz.

Entrada 258
Hoy me llamó “Daph-TOC”.
Pero no me derrumbé.
Me defendí.
Y luego, Damián me miró como si yo fuera luz en medio del desastre.
No sé qué viene. Pero por primera vez, quiero quedarme a verlo.



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En el texto hay: 25 capitulos

Editado: 25.05.2025

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