Desde que Damián y yo formalizamos lo nuestro, todo parecía girar en una luz distinta. El peso que antes sentía en el pecho había dado paso a una esperanza nueva y clara. Aún así, sabía que no todo estaba resuelto. Carla seguía allí, con sus ojos llenos de odio, buscando la forma de destrozarlo todo.
Ricardo y Melanie también habían confirmado su relación, lo que me hacía sentir aún más cerca de ellos, como si entre los cuatro pudiéramos formar un pequeño refugio invencible.
Pero el destino, y sobre todo Carla, tenían otros planes.
Aquella mañana, el ambiente en el colegio estaba cargado. Rumores corrían como fuego, y yo sentía que algo se cocía detrás de cada mirada esquiva, de cada susurro que alcanzaba mis oídos.
Al entrar a clase, Damián me apretó la mano con fuerza, y su mirada azul se encontró con la mía, transmitiéndome la seguridad que necesitaba.
—No dejes que te afecte —me susurró—. Estamos juntos en esto.
La campana sonó y la directora hizo una aparición inesperada. Todos nos quedamos en silencio cuando anunció:
—Carla Valverde será expulsada del colegio a partir de hoy por difamación, acoso y mal comportamiento reiterado. La investigación ha sido exhaustiva y las pruebas irrefutables.
Un murmullo inundó el aula. Carla, pálida y con los ojos llenos de rabia, cruzó la mirada conmigo. Por primera vez, vi miedo en ella, aunque disimuló con arrogancia.
Más tarde, cuando salíamos, Melanie y Ricardo se nos unieron.
—No merecía menos —dijo Melanie con una sonrisa satisfecha—. Carla se pasó de la raya.
Ricardo asintió, aunque su expresión volvió a ser seria.
—A veces, la justicia tarda, pero llega.
Damián me abrazó por detrás, y sentí su calor, su presencia firme.
—Lo hiciste bien, Daphne. No dejaste que ella te destruyera.
Miré a mis amigos, a Damián, a Melanie, a Ricardo, y supe que juntos podíamos enfrentar cualquier tormenta.
Mientras caminábamos por el pasillo, pensé en todo lo que habíamos pasado: las dudas, las heridas abiertas, los secretos revelados, y finalmente, el amor que había florecido en medio del caos.
Carla se iba, pero yo me quedaba con algo mucho más valioso: la certeza de que ya no estaba sola.
Y justo ahí, en ese instante, con Damián a mi lado, supe que todo valió la pena.