CAPÍTULO IV
-Vamos a mudarnos.
En media cena con mi madrastra, el señor de la casa decidió que nos mudaríamos al otro lado de la ciudad. Dijo que le ofrecieron otro empleo con mejor paga y que ya tenía todo listo para solo tomar nuestras cosas e irnos a donde él dispusiera.
Todo fue tan repentino que ni siquiera tuve la oportunidad de despedirme de mis amigos. Lo último que les dije fue que nos veríamos después del verano y que estaríamos más cerca de graduarnos todos juntos. ¿Por qué fui tan ingenuo?
A la semana siguiente de la noticia, ya estábamos a media instalación en la nueva casa. No me gustó en lo absoluto tener que empacar toda mi vida y dejarlo todo así como así. Aunque más me dolió tener que separarme de mis amigos. Creí que de verdad ellos me iban a extrañar. ¿Por qué fui tan ingenuo…?
Mi primera preocupación fueron mis abuelitos. ¿Ya no podré ir a visitarlo? ¿Qué pasará con ellos? Solía ir a su casa todos los fines de semana sin falta, al menos para almorzar con ellos y platicarles sobre mi vida escolar. Eso me tranquilizaba bastante. Sin embargo, esta vez no tuve esa oportunidad.
Naturalmente, tuvimos que buscar otra escuela, lo cual no fue difícil, ya que había solo una en todo el sector.
Di el examen de ingreso; me admitieron en seguida y mi vida se reseteó más rápido de lo que creí.
Odiaba tener que conocer nuevas personas, así que solo me limité a ponerme audífonos y sentarme lejos del mundo. Además, la música siempre fue una parte importante de mí y no pensaba dejarlo nada más.
Las primeras semanas pasaron y en todo ese tiempo, no recibí ni un solo mensaje de mis amigos diciendo que me extrañan. Ni uno solo…
En su lugar, solo me iba enterando de las buenas amistades que comenzaron a forjarse después de mi partida. Entonces me di cuenta de que mi padrastro me mintió cuando me dijo que los amigos que conocemos en la escuela son los que duran para toda la vida.
¡No es verdad! A la mayoría de ahí los conozco por más de ocho años. ¡OCHO AÑOS! Tuve que irme porque me obligaron a abandonar mi vida, y ¿qué hicieron ellos? ¡NADA! No les importó lo más mínimo que me fuera de sus vidas, mientras que yo deseaba incesable volver a pasar tiempo con ellos porque eran ya parte de mi cotidianidad y hacían que la oscuridad en mi cabeza se regulara… Detesto pensar que en serio no les importo en lo absoluto; porque si lo hicieran, al menos me hubieran despedido el día que me fui.
Y tampoco servía de algo estar rodeado de gente nueva, ya que ellos ya tienen su círculo social definido. Su grupo de amigos está predeterminado y encajar en uno de esos así por así es difícil. Por eso creo que en ese nuevo colegio, nunca llegué a tener un verdadero amigo.
Para los primeros meses de clase, yo estaba devastado. Aunque debo admitir que no todo fue tan malo. En este nuevo lugar conocí a mi primer interés amoroso. Era una bella chica de cabello castaño que conocí en medio del festival deportivo de ese colegio. (Al parecer todas las escuelas tienen uno) Fue muy repentino e inexplicable, pero de alguna manera, terminamos congeniando bastante bien.
Hablábamos casi todos los días. Nos veíamos durante el recreo, ya que estábamos en salones distintos, y nos mensajeábamos en las tardes.
Yo aún no me adaptaba bien al nuevo programa educativo, por lo que ella me instruyó y me explicó cómo funciona la institución. Me contó todo lo que necesitaba saber; me mostró los lugares principales como el bar, las canchas y el salón de maestros. Era como mi guía personal, y yo poco a poco me iba enamorando.
El amor era un sentimiento casi nuevo para mí. Al menos el amor en ese sentido. He escuchado muchas veces que no necesitas ser amado por otras personas mientras tengas una familia. Que los amigos no siempre estarán contigo, pero la familia te acompañará sea cual sea la situación. Pero reconozco que el afecto familiar y el afecto de personas exteriores es completamente diferente, y ambos tipos son igual de necesarios. Todos sabemos que hay cosas de las que no podemos hablar con nuestra familia, y otras con las que no podemos contar con simples amigos. Creo que debe haber un equilibrio entre ambos. Por mi parte, ya conocía muy bien el amor paternal, sin embargo; el amor de otra persona me era totalmente ajeno.
Anabel era su nombre. La llamaba Annie de cariño.
A ella le contaba todo lo que no podía decirles a mis padres. Era como un desagüe para mi estrés y mis preocupaciones. Lo que sea que me molestara, se lo contaba a ella y lograba hacer que me sintiera mucho mejor al instante.
Llegué a tenerle tanta confianza que incluso le conté todo acerca de mis verdaderos padres, sobre Alan y el orfanato y de cómo me sentía acerca de haberme mudado de ciudad y abandonar a mis amigos, y de cómo me dolió saber que ellos nunca me consideraron lo suficientemente importante.
Me enamoré. No sé si debí hacerlo…
Precisamente un viernes diecisiete de noviembre, mis padrastros llegaron temprano a colegio a llevarme de ahí. Nunca pasaba salvo que estuviera enfermo, por lo que se me hizo muy extraño.
Eran alrededor de las 10 AM cuando llegaron. Fuimos a la casa y me dijeron que me cambie de ropa por algo un poco más de calle. Sin saber qué pasaría precisamente; me vestí completamente de negro, como había acostumbrado.