Entre los hilos del destino

El país de las maravillas.

Había llegado el día de mudarme al nuevo apartamento, estaba muy bien ubicado en la bahía, a pesar de la cantidad de hoteles que se ubicaban allí, tenía buena vista al mar y ver el poniente desde el balcón era un verdadero espectáculo.

La mudanza salió perfecta, no hubo ningún contratiempo y en solo un par de dias, me sentía igual, o más cómodo que en mi anterior casa; y al igual que muchas de mis pertenencias también decidí vender.

Pese a un par de intentos de persuasión Lucía también se mudó conmigo, y sinceramente me alegró que así lo hiciera. Esa mujer siempre fue alguien muy importante para mí.

Alguna vez leí que hasta las peores situaciones traen alguna que otra cosa buena, y creo que en mi caso tuve encontrarme tan cerca del final para entenderlo, y sobretodo, para tomar decisiones y cambiar mi vida, en este caso, el poco de vida que aún me quedaba; Los días metido en la oficina se convirtieron en salidas de compras, a caminar, atender una o dos veces a la semana las reuniones de los inversionistas. Y las tardes las dedique a tomar una siesta, leer un libro, y lo mas importante, caminar por la playa viendo el atardecer. 

Recuerdo que habían pasado ya dos semanas desde mi mudanza; una tarde como cualquier otra, decidí ir a caminar por la playa justo antes del anochecer. La temporada era baja así que no habían demasiados turistas, sin embargo, reconocí a una chica, estaba sentada platicando con otra, decidí seguir caminando como si no la hubiese reconocido, aunque, en cuanto me reconoció se puso en pie de un salto.

—Aquí no hay árboles a los cuales hablarles. — gritó.

Sonreí al recordar la escena en la cual nos conocimos.

—En mi tiempo se decía hola, ¿Cómo estás?— sacudí los hombros. — ¿Es que no hacen eso en ese lejano país de las maravillas?

—Este es el país de las maravillas. — abrió sus brazos y giró sobre si misma, totalmente emocionada, como si quisiese detener la brisa húmeda que agitaba su cabello. — Ven, te presento una amiga.

La otra chica se habia puesto en pie, tenía su traje de baño y una toalla envuelta en la cintura.

— Mira te presento a Laura, ella es mi mejor amiga.

— Un gusto. —saludo la chica haciendo un gesto amable.

— Soy Ángel, encantado de conocerla. — correspondí al saludó.

Laura era una chica un poco más alta que Alicia, su cabello negro ondulado y su piel casi morena la hacían bastante atractiva, eso y sin dejar de lado su espectacular silueta.

La noche empezaba a caer y la brisa soplaba con más fuerza.

—Casi es de noche, y la brisa amenaza con hacer que hacer subir la marea, creo que es mejor irnos.

—Si, también creo lo mismo. — Manifestó Laura, recogiendo algunas cosas que tenían sobre la arena.

—Te espero mañana, a las tres de la tarde.—sugirió Alicia casi susurrando a mi oído.

—Que más da, al fin de cuentas este es el país de las maravillas.

— A las tres.— sonrió.

Asentí con la cabeza. Alicia agarró del brazo a su amiga y salió corriendo, saltando y gritando, definitivamente se estaba gozando sus vacaciones, su contagiosa felicidad me dejó pegada una sonrisa que me duró toda la noche.

Al dia siguiente desperté temprano y después de desayunar, busqué el libro del quijote, ese hombre estaba loco y dentro de su locura dió los más sabios consejos que jamás en su vida Panza habría de escuchar; leí detenidamente durante un buen rato, ojeé el reloj y para mí sorpresa aún ni siquiera eran las diez de la mañana.

—Lucia, creo que mi reloj se quedó atrás, dime, ¿que hora es?

—Las nueve y treinta y dos minutos, ¿Que hora marca su reloj?

—Exactamente la misma. Esta largo el día Lucía.

—No, el día no está largo, Ángel, usted está ansioso.

—No tengo porque estarlo, es más déjeme ayudarle con algo.

—No se preocupe, solo debe esperar.

— Esperar es incómodo Lucía.— me deje caer en el sofá.

— Se siente bien, quiere que llame un doctor.— En su gesto se notó la preocupación.

—No, no llames a nadie, estoy bien.

Mire el teléfono y en el buscador puse la consulta más idiota que hubiese podido hacer en mucho tiempo.

<<El país de las maravillas>>

Recordaba el título de Alicia en el país de las maravillas; más no tenía la historia en memoria, así que la leí, tratando de imaginar cada entorno donde Alicia se encontraba. Tal vez, al igual que Alonso Quijano, también estaba loca o por lo menos en alguna alucinación.

Dormí un par de horas, y luego de almorzar decidí que era hora de salir. Me puse un sombrero grande, una camisa y una bermuda. Por supuesto no iba a llegar tarde, pero tampoco demasiado temprano,  asi que me quedé tomando un refresco de coco cerca del lugar.

Ví llegar a Alicia, sola para mí sorpresa, esperaba que fuera en compañía de su amiga; llevaba también un sombrero bastante grande, y un vestido colorido que bajaba a sus rodillas. Caminó un poco y luego se acomodó debajo de una sombrilla.

Eran las tres, así que terminé el refresco ye dirigí hacia su sombrilla.

—Que puntualidad, justo a las tres.

— Bueno, a las tres me dijiste, ¿dónde está tu amiga?

—Su madre tuvo un accidente así que voló en la mañana a la capital.

—Y tú, ¿por qué no volaste con ella?

—Pues, por dos motivos. El primero es que no me necesita, ella y sus hermanos pueden hacerse cargo de la situación, y el segundo es que no podía dejarte plantado, y sin tener como avisarte que no vendría.

—Pues me hubieras llamado.

—¿Acaso cuando me diste tu número? — estiró su mano con su teléfono.

Rei ante mi estupidez, tomé el aparato y escribí mi número, luego llamé, de esa manera también tendría el suyo. 

—Eso está mejor.— respondió cuando le devolví el celular.

—Bueno, y ahora, ¿por qué querías verme?

—Por nada en especial. — sacudio sus hombros.— Solo soy Alicia y este es mi país de las maravillas.



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En el texto hay: locura, amor, muerte

Editado: 05.03.2024

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