Entre los hilos del destino

Paso a paso

Después de pasar varias horas en el hospital, por fin me dieron el alta médica. Me sentía débil pero aliviado al saber que por fin estaba fuera de esas paredes blancas, también la incertidumbre de querer pelear contra un enemigo que solo se limita a estar ahí, en una excelente posición, sin atacar. Quizá esperando a ser atacado para contraatacar con todo.

Alicia estuvo al pendiente de cada recomendación y cada uno de los papeles que fueron necesarios para salir. Sinceramente no esperaba tanto de una mujer que apenas estaba

Salimos del hospital y caminamos en silencio por unos momentos. Aunque me sentía mareado y un poco dolorido, también tenía una extraña vitalidad, un deseo increíble de salir y comerme el mundo a mordiscos. En ese momento estuve completamente de seguro de poder hacer lo que quisiera. Sonreí meneando ligeramente la cabeza.

 —¿Te sientes bien?— preguntó tímidamente rompiendo el eterno silencio que sostuvimos durante el poco tiempo que caminamos desde la salida del hospital.

—Si, solo me duele un poco la sutura, pero todo está bien.

—Iremos a tu casa, te llevaré a tu apartamento.— levantó su mano con la intención de detener un taxi, el cual pasó sin detenerse.

—Caminaremos, quiero estirar un poco las piernas.

—Esta bien. — levantó sus hombros. —Pero cuéntame, ¿En qué piensas?

—No hay mucho en que pensar, solo disfruta, mira alrededor y haz lo que quieras.

—Entonces déjame caminar contigo.

Pese a sentirme con demasiada energía, mi cuerpo no respondía de la mejor manera, esto hizo que la caminata empezara a hacerse larga y abrumadora, sin embargo, medida que caminabamos por los jardines de un parque cercano, el sol comenzó a ponerse en el horizonte, pintando el cielo con tonalidades cálidas y doradas, y las grandes nubes de color rojizo empezaron a aparecer a lo lejos. 

Alicia se detuvo, me tomó de la mano, se plantó justo frente a mí y me miró a los ojos. En ese momento, sentí una oleada de emoción recorrer todo mi cuerpo. Sin decir una palabra, se acercó lentamente y me dio otro beso. Ese beso fue diferente. Fue un beso lleno de esperanza, de ilusión y promesas de un futuro mejor. En ese instante, supe que había encontrado a alguien especial. Alguien que me ayudaría a superar las dificultades y estaría a mi lado en los momentos más difíciles. Correspondí con un beso tímido, lleno de miedos e incertidumbres. Mi destino estaba escrito y no quería a arrastrarla conmigo, ella merecía toda una vida, y yo no podía ofrecer más que el ocaso de la mía.

—No lo hagas. — susurré a su oído.

—¿Que cosa? 

— No te ates a una muerte segura y anunciada.

—La muerte siempre será algo seguro, y la magia de la vida esta en comprender que está a un segundo de la misma muerte, y mientras no te alcance todo estará bien.

—Sabes que mereces algo más que clínicas y malas noticias.

—Si, tal vez lo merezco, tal vez me merezco el paso de las maravillas y muchas cosas más, pero esto es lo único que quiero.

 — Pero...— Puso su indice sobre mis labios.

—Shhhh. Calla, y vive mientras tengas, al menos,  un segundo de vida para ti.

Guardé silencio y sus palabras, como si de una vieja cassettera se tratase, estaban en mi cabeza repitiendose una y otra vez.

Retomamos la caminata, y poco a poco, recorrimos las últimas calles hasta que llegamos a mi apartamento mientras la apasible tarde se transformaba en una oscura y nublada noche. Me acomodé en el sillón de la sala, Alicia se sentó frente a mí, y tomamos un vaso de limonada fresca.

—Gracias por todo lo que hiciste, Alicia.

—Si hubiese sido necesario hacer más, ten por seguro que más hubiese hecho.

—Lo sé, y como muestra de lo agradecido que estoy, quiero que te quedes a cenar.

—No tienes nada que agradecer, pero acepto la invitación.

Al cabo de un rato Lucía anuncio que la cena estaba lista. 

Cenamos casi en completo silencio, la chica que corría y gritaba alocadamente por la playa en esta ocasión estaba cansada, tal vez muy pensativa, y por supuesto, muy abrumada. Mientras comíamos se desató una fuerte lluvia con truenos y algunos rayos, a lo lejos, rasgaban la penumbra de la noche.

— Si quieres, puedes quedarte. Hay una habitación disponible.— Le propuse.

— Gracias.— asintió tímidamente con la cabeza.

—Prepararé la habitación. —Dijo Lucía retirándose de inmediato de la mesa.

—Muchas gracias, Lucía.

En ese momento un trueno sonó mucho más fuerte que los anteriores, lo cual asustó mucho a Alicia.

—¿Sabes algo? me asustan bastante los truenos y rayos.

—No te preocupes, créeme que todo va a estar bien.

—Te creo y espero también tú te lo creas, por favor.

En cuanto Lucía terminó de preparar la cama de la habitación de huéspedes,  instaló a Alicia y se retiró a su cuarto.

Me quedé un rato más en la sala revisando unos correos electrónicos en el computador.

—Ya es hora de dormir.

— Solo déjame leer este correo, por favor.

—Solo uno, además tú amigo doctor dijo que no debes preocuparte ni esforzarte por nada.

Di respuesta al correo y luego apague el equipo, mientras ella mira a por encima de mi hombro.

—Esta bien, Alicia. Hasta mañana.

—Hasta mañana, mi Ángel.



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En el texto hay: locura, amor, muerte

Editado: 05.03.2024

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