Entre los hilos del destino

Solo son visiones

Un nuevo mundo poco a poco empezó a formarse allá adentro, en mi cerebro; cada recuerdo, cada una de las cosas que conocí y viví fueron recreadas sin orden ni congruencia, como piezas de un rompecabezas que nadie quiso ordenar, y simplemente fueron tiradas, o amontonadas. 

Abri los ojos, con la conciencia confusa, tal vez recién había despertado de un desmayo o un largo sueño. Las imágenes borrosas y confusas me fastidiaron al punto de cubrir mi rostro con las manos. Las quité lentamente y con la vista mejor enfocada reconocí aquel lugar 

— Bueno, otra vez aquí.— Exclamé viendo a la puerta de esa habitación de hospital.

—¿Otra vez, señor? — respondió una enfermera, quien en ese momento revisaba la bolsa de líquidos sobre la.cabecera de mi cama. Creí estar solo así que su contestación me asustó por completo.

— ¿Quién es usted? — pregunté bastante nervioso.

—Tranquilo señor, mi nombre es Diana, y soy la enfermera que lo estará cuidando está noche. Lamento haberlo asustado.

— Déjelo así Diana, no importa. Necesito hablar de inmediato con el doctor Diego Alcaraz, el trabaja aquí, por favor, dígale que venga de inmediato. 

—Señor, aquí no trabaja ese doctor, sin embargo veré que puedo hacer por usted.

—Esta recién llegado, apenas hace dos días que inició como médico general. Tal vez por eso no lo recuerda.

— Veré que puedo hacer. — La voz de Diana me pareció de lo más desinteresada, y no era para menos, ella sabía que ese doctor Alcatraz ni siquiera había puesto un pie en aquel hospital.

Paso el tiempo sin que mi gran amigo y consejero médico apareciera,  poco a poco mi paciencia se esfumaba a la partes iguales con mi cordura. No sé cuánto tiempo pasó hasta que volvió a pasar Diana, la enfermera.

—¿Encontró al doctor Alcaraz? — interrogué de inmediato.

—No señor, tal vez fue a su casa.

—Pues llámelo, dígale que venga, que yo soy su amigo y lo necesito aquí y ahora.— grité enojado y frustrado.

—Señor, son las tres de la mañana, por favor,  trate de calmarse, su amigo vendrá, solo espere un poco, a que sea dia, y horario de visita.

—¿Y Alicia, donde está?

—No lo sé señor, pero pronto vendrá.

—¿Sabe algo, Diana?

—No señor, dígame.

—Exacto, nunca sabe nada. — me reí de lo que creí era un buen chiste. Sin embargo, a ella no le hizo la misma gracia aquel insulto. Salió de la habitación sin dirigir la vista atrás.

Volví a quedar solo y aburrido en esa habitación, viendo hacia la puerta hasta que sentí una mano en mi hombro. Levanté la mirada, y le reconocí de inmediato.

—No te vi entrar mi querido amigo. — aunque estaba rodeado de más doctores ví la cara de Diego.

— Disculpe si lo desperté, soy el doctor Pedro Cantillana, soy neurocirujano, y voy a ordenar unas tomografías de su cerebro, para conocer realmente su estado de salud.

—¿Por qué? —Pregunté totalmente extrañado, ese hombre no era mi amigo.

—Se ha golpeado fuertemente la cabeza y raíz de ese golpe, ha perdido mucha sangre, y aunque ya se ha estabilizado, necesito evaluar si hay daños dentro de su cerebro.— explicó dirigiéndose más a los médicos que lo acompañaban, que a mí mismo.

— No va a encontrar nada nuevo, es cierto que me golpeé hace dos noches en un hotel, pero después de eso no hay nada más que ese golpe, además apenas ayer me dieron de alta y me fui a casa, y bueno, me desmayé o dormí y desperté aquí, pero no hay golpes ni nada más. Imagino que leyó el historial y sabe que hay un intruso creciendo dentro. 

El hombre totalmente asombrado se dirigió hacia los otros doctores.

—¿ Este hombre tiene historial médico en este hospital? — preguntó.

—No señor, apenas lo entraron por urgencias, debido al golpe en su cabeza. No está registrado. — atinó a responder una joven doctora 

—¿Puede nombrar a alguien con quien pueda hablar sobre su estado de salud? — Me preguntó más pausadamente.

— El doctor Diego Alcaraz, el trabaja en este hospital hace dos días estuvo aquí conmigo y dijo que estaría trabajando aquí un tiempo.

—No hay nuevos doctores, ni titulares ni residentes.— Afirmó otro de los jóvenes doctores que acompañaban al neurocirujano.

—Eso ya lo sé, por lo pronto llévense a este hombre a sus estudios, y busquen algún indicio del doctor Diego Alcaraz.

Todos salieron de la habitación, apenas transcurrieron unos cuantos minutos y yo ya estaba en camino hacia el laboratorio.

Recordaba perfectamente el procedimiento así que simplemente obedecí a la única orden que recibí "por favor, quédese quieto". Me devolvieron a mi habitación, allí un hombre alto, de cabellera castaña me esperaba. En cuanto me hubo instalado el camillero se fue.

—¿Lo conozco señor? —Pregunté viéndole confusamente.

—Mucho gusto, me presento soy el doctor Diego Alcaraz.— me estrechó su mano.

—Estabas perdido hermano, casi no apareces. — correspondí a su saludo de mano.

—No es fácil venir desde la ciudad, tuve que tomar un avión, y apenas llegó.

— Desde la ciudad, pero si apenas hace dos días estabas aquí, y me dijiste que te quedarías a trabajar un par de meses.

— No te veo hace más de un mes, en la ciudad, ¿lo recuerdas? — preguntó extrañado.

—Nos vimos ayer, y también conociste a Alicia, recuerdalo, es más tú me diste el alta médica ayer.

Tomo un respiro, dio algunos pasos.

—Oye, no habías estado antes aquí, y tampoco te di de alta. 

—¿Entonces?— pregunté totalmente confundido.

—Algunas cosas no pasaron, solo son alteraciones en tu cerebro. O como dirías tú, solo son visiones.

 



#9709 en Novela romántica
#1951 en Chick lit

En el texto hay: locura, amor, muerte

Editado: 05.03.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.