…y sentía algo en el pecho que no pudo ocultar más, hasta que en un roce, casi accidental, sus dedos tocaron los de Sofía, sus manos se encontraron como el rocío que cubre la más hermosa flor.
Un contacto breve, apenas un instante bastó para que sus corazones estallaran en un ritmo adictivo e inquietante, para que todo dentro de ellos se encendiera como una fogata, porque empieza despacio hasta consumirlo todo. Fue como si un relámpago silencioso atravesara sus cuerpos con la electricidad más bella, recorriéndolos desde la piel hasta el corazón, y eso no era suficiente porque no solo al corazón, si no, al alma. Sofía contuvo el aliento, con un corazón golpeando tan fuerte que tuvo miedo de que se pudiera esuchar. Alejandro, por su parte, cerró los ojos un segundo, temiendo que si los abría todo se desvanecería en un espejismo, ese momento fué mágico en verdad, un sentimiento distinto comenzó a surgir en ese simple roce, porque a pesar de haber sido un roce mínimo, ellos lo sintieron en el alma como una danza nueva, como la melodía más linda y la pintura más bella, como si eso era todo lo que necesitaban.
Ella apartó la mano con suavidad, no porque no quisiera ese contacto, sino porque la intensidad la sobrepasaba, lo que sentía era muy intenso y no podía contenerlo. Sus mejillas ardían, su respiración era errática, su corazón era caótico y su mente se detuvo en ese momento. Alejandro la miró con timidez, con miedo de haber roto la magia.
Alejandro:—Perdón… —susurró, su voz temblaba—. No fue mi intención, no me controlé, perdón enserio.
Sofía lo sostuvo con la mirada, y en lugar de alejarse, sonrió. Una sonrisa temblorosa, llena de ternura, que lo desarmó por completo.
Sofía:—jejeje, tranquilo no te disculpes… —respondió en un susurro que apenas vencía al ruido del mar—. A veces lo que pasa sin querer es lo más puro y verdadero de todo.—Alejandro solo observaba cada reacción en ella.—Se sintió....olvidalo jeje.
El silencio que siguió no fue incómodo. Al contrario, fue un silencio cargado de electricidad, de promesas invisibles, de esas pausas que derriten el corazón y sobre todo de miradas que lo dicen todo, que sienten todo y que dan todo. Sofía, aún con el rubor en las mejillas y con su respiración caótica, le mostró una imágen del lienzo que pintó debido a su encuentro noches atrás. El reflejo de la luna caía sobre la hoja, iluminando los colores como si la obra hubiera cobrado vida en ese instante.
Sofía:— Esto lo pinté pensando en esa noche… cuando nuestras miradas se cruzaron por primera vez. S{e que es extraño jejej, pero a veces, el alma hace las danzas más extrañas pero increibles.
Alejandro algo confundido, miró la imágen, reconocía esa calma. Era el mismo sentimiento que había intentado atrapar en su melodía, algo que se va pero regresa con una dulzura increible. Al mirar la hermosa imágen, solo pudo sentir como esa misma calma lo envolvía, se inclinó un poco hacia ella, con los labios entreabiertos, y susurró con voz quebrada:
Alejandro:—Es increíble… es como si hubiéramos estado contando la misma historia, pero en lenguajes distintos. Tú con colores… y yo con acordes.
Sofía lo miró profundamente hasta perderce en ese azul tan hermoso, ¿A caso ese encuentro era el destino?, no lo sabía muy bien, lo que si sabía, era que ese momento no querpia borrarlo nunca de su mente, con timidéz decidió decir:
Sofía:—Hay lenguajes que no se expresan hablando y hay historias que solo pueden contemplarse más no hablarse, tal vez siempre fue la misma historia —dijo con voz temblorosa—, solo que esperaba a ser encontrada.
Alejandro apartó la guitarra con cuidado, como si liberara un espacio sagrado solo para ella. Su corazón latía tan rápido que le dolía el pecho. No sabía si debía hablar o callar, si debía acercarse o quedarse quieto… hasta que la voz le salió sola, desnuda y vulnerable:
Alejandro: —Nunca imaginé que inspirarme en alguien pudiera sentirse así… tan inevitable, tan perfecto.
Sofía bajó la mirada, mordiendo su labio con nerviosismo, pero la sonrisa que escapaba de sus labios era la prueba de que su alma estaba vibrando igual que la de él.
Sofía:—Y yo nunca pensé que alguien pudiera convertir una mirada en una melodía tan hermosa —confesó, con un hilo de voz que casi se quebraba.
El mar rugió en ese instante, como si aplaudiera su valentía, ambos no dejaban de verse mientras ocultaban sus sonrisas, hasta que un momento ambos decidieron sentarce uno al lado del otro y observar la hermosa noche, admiraban la inmenza luna y escuchaban las olas del mar con fuerza, fue entonces cuando sus manos volvieron a encontrarse, esta vez no hubo accidente, ni excusa, fue intencional, consciente. Sofía dejó que sus dedos buscaran los de Alejandro, y él, sin dudarlo, los entrelazó con suavidad, como quien sostiene un secreto que teme romperse, muchos dirían tal vez, que eso era algo normal, o incluso algo tonto, pero para esas dos almas perdidas en la inmencidad del mundo y el caos mental, poder descansar en el arte y la inspiración que la otra persona le transmitía era un refugio. Sofía podía descansar de su realidad, de su condición aún desconocida, incluso de la misma tristeza que la acompañaba hace años, mientras que, Alejandro podía dejarse llevar por el sentimiento una vez más, y al fin renunciar al pasado traicionero que lo atormentaba. Ambos encontraron un instante de paz, algo único, que en palabras ostentozas describiría a esa noche de corazones artistas, como la fragancia más dulce y adictiva del mundo, como una paloma en busca de su libertad.
El contacto era cálido, firme, lleno de promesas. Ambos quedaron inmóviles, observando cómo sus manos encajaban con naturalidad, como si toda la vida hubieran pertenecido allí. Sofía levantó la mirada lentamente, y al encontrarse con los ojos de Alejandro, sintió que el mundo desaparecía. La brisa marina soplaba a su alrededor, las olas rompían contra la orilla, pero nada de eso existía ya. Solo él. Solo ellos.
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Editado: 13.10.2025