En la quietud del silencio, la soledad se dibuja,
un eco vacío que en el alma se ahoga,
en el vasto paisaje donde el tiempo fluctúa,
se pierde el eco de una voz que se evapora.
En el rincón más oscuro, la sombra se despliega,
un abrazo frío en medio de la noche,
donde los susurros del viento se entregan
y el corazón solitario busca su derroche.
Entre los recuerdos que se pierden en la niebla,
se desvanecen los pasos en la arena,
en la eterna danza de un alma que despeja,
el misterio de su propia condena.
La soledad, compañera de la mente errante,
en los rincones más profundos se instala,
y en su abrazo, la búsqueda se dilata,
hasta encontrar la luz que anhele el alma.