Entre luces y sombras: Los olvidados.

Capítulo 18 Joseph – El pasado (1997).

Es normal que pasemos algunos detalles por alto, como, por ejemplo, la hora o algún indicio que le permitiera a Joseph arreglar su agenda para aquel encuentro. Estaba en un limbo, el incesante pensamiento de no asistir lo carcomía por dentro de la misma forma que aquellos pensamientos, que desde su desastroso actuar siempre estaban presentes.  Joseph guardo su teléfono al tiempo que su mirada se perdía observando miles de productos de limpieza, no sabía cuándo había recorrido tantos pasillos, o si había seleccionado todos los productos que su mujer le había solicitado.

 

El parque el poblado quedaba cerca de su hogar, quizás unas 6 cuadras, incluso el ventanal de la sala, en algunas ocasiones permitía vislumbrar la luz de algún evento cultural que se realizaba. Justo ahora que lo pensaba, estaba muy cerca, más de lo que le gustaría para esconder el secreto a su familia. La última vez que había pasado por allí, había ido con Lucia, en un coche pequeño, odiaba esos coches grandes que no generaban comodidad al pasajero, y que generaban mucha incomodidad al piloto. No lo recordaba como un parque bonito, ni siquiera amplio, tenía pocos lugares donde sentarse, y rara vez encontraba un sitio para pasar el rato, no sabía porque había generado un odio intenso hacia los locales que se habían hecho en las manzanas, a vender almuerzos a altos costos y guandolos con aguas de dudosa procedencia.

 

Durante su viaje a casa, nunca dudo que debía asistir, que debía darle la cara a aquel verdugo anónimo, sabía que de no ser asi lo perseguirían, y comenzarían a parecer una sombra similar a la que perseguía a Allan Wake, en el primer capítulo “la pesadilla”. Sin embargo, la duda que carga el lector también cargaba la mente de Joseph: ¿Cuándo? Lo primero que se le hubiera ocurrido, habría sido devolver la llamada, pero para entonces los registros no eran cosa de todos y era razón suficiente para anular aquella idea, y aunque Joseph, no sufriera de algún trastorno ansioso, la idea de esperar que lo volvieran a llamar era irrisoria, por lo tanto, solo quedaba una cosa por hacer, aparecerse en aquel parque a cualquier hora del día, cruzar los dedos como si cruzara los pies, y esperar lo inevitable.

 

Eran las 15:00 horas, Joseph había tomado de su biblioteca, uno de los libros que, hacia parte de una colección especial de Agatha Christie, no sabía porque el momento lo llamaba a escuchar alguna historia relacionada con Hércules Poiroit, vaya personaje, en el futuro harían varias películas sobre él, las mismas que de haber sido posible, Joseph habría visto con sus hijas.  Con el libro en mano, asomo la cabeza por una de las esquinas de la puerta de la cocina, en la cual se encontraba su mujer, arropada por un suéter de lana de diseñador, que de seguro él había comprado y no recordaba cuando, le dijo:

 

  • Cariño, me acaban de llamar de la empresa, necesitan que me reúna con uno de los nuevos clientes que ha venido de otro país - Joseph tampoco se creía la excusa, quien creería que vendría un extranjero y él sacaría el libro de mejor portada para encontrarse con él, ahora, si era cierto, porque tendría que ser hoy, ¿porque tan espontaneo? ¿Acaso aquel turista no podría esperar?
  • Este bien amor, no te demores - Marta no era una persona sencilla, y cuando digo sencilla me refiero a que estaba segura de que lo que su esposo decía era mentira, lo había escaneado con la mirada de arriba abajo, sus zapatos casuales, sus jeans de fin de semana, y aquella portada de pasta dura eran completamente indescifrables para su marido, pero no se preocupó, para alivio de él, la fecha fue fundamental. Su mujer, que evidentemente no le había creído lo que había dicho, asumió con el estómago lleno de mariposas, que su marido iría a preparar alguna sorpresa para nochebuena.

 

El sol de media tarde, daba sobre las bancas del parque, generando una especie de incubadora para los millones de bacterias que iban dejando día a día los transeúntes, y aunque si lo piensas asi, jamás volverías a sentarte en ellas, la ignorancia que manejamos en el momento es suficiente, para que, como Joseph, nos sentemos de pies cruzados a leer una novela.  No sabía cuánto tiempo debía esperar, no sabía siquiera si estaba en el lugar correcto, pero la carga de una muerte es suficiente para cambiar la desesperación en perseverancia, asi pues, abrió el libro, se le hizo una sonrisa enorme al encontrar algunas palabras del traductor y comenzó a leer.

 

Prefacio.

 

  • Me encanta verlo aquí.

 

Fue rápido, ni siquiera alcanzo a leer el primer capítulo, era un joven apuesto, llevaba tenis en punta, unas medias blancas largas, muy blancas, incluso Joseph juraría que eran nuevas, un pantalón de dril negro, muy bien cuidado, que terminaba en una correa de cuero negra hecha a la medida, tenía un suéter de lana blanco con tejido exótico, unas gafas de sol tipo carey y para deslumbrar el escenario, un pelo corto muy bien peinado. Antes pues, de que Joseph pudiera siquiera estirarle la mano, este tomo asiento a su lado y continuo

 

  • Sabía que iba a venir, lamentamos no haberle dado una hora para nuestro encuentro, la verdad es que fue descuido mío, me disculpo, para que no se sienta tan mal, llevo mucho rato aquí esperándolo y como ya le dije, me alegra mucho verlo, usted está aquí porque la organización a la que pertenezco cree que después de lo que usted hizo, será una ficha importante en nuestro propósito.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.