Entre luces y sombras: Los olvidados.

Capítulo 21. Marta – El pasado (2005).

Podría gastar un capítulo entero explicando todos los sentimientos que pasaban por la mente de Marta al enterarse de una noticia tan desgarradora como esa. Es evidente que para una madre es casi inconcebible que su marido sea capaz de entregar a su hija, de hacerla desaparecer. Para Marta, Lucía estaba muerta, no solo desaparecida; ella vivía con la idea de que su hija menor nunca iba a regresar y, por lo tanto, como hemos dicho antes, la mejor forma de evadir el dolor era imaginando su cadáver.

 

  • ¡¿Qué?! – La cara de Marta era impresionante, como si un demonio la hubiera tomado como marioneta.
  • No quería hacerlo, en serio que no. – Joseph comenzó a llorar, era evidente que la situación lo estaba superando y que ahora decirlo en voz alta era doloroso. A veces los secretos hacen menos daño cuando están guardados, cunado están por completo olvidados.
  • ¡¿Entonces, qué querías, darles gusto a unos locos?!
  • Pero no es como crees, me vi obligado a hacerlo, ella estaba muy pequeña y me pusieron a escoger. Eran pocas mis alternati… – Sin darse cuenta, Marta le propino una cachetada a su marido, una cachetada sincronizada, una que dejo el ambiente sumido en un silencio delatador.
  • ¡Cállate, y quiero que te vayas de mi casa ahora mismo! – Ese sentimiento cuando descubres que la vida te ha cobrado toda tu inmadurez con golpes punzantes y entras en delirio, puede ser similar con la definición de colera. En donde por completo dejas de pensar en las cosas, dejas de analizar, dejas que todas tus acciones se vean influenciadas por esas secreciones incansables de hormonas.

Antes de que Marta pudiera saltar a la cara de su marido, como en un impulso animal de cobrar venganza, este se lanzó contra su mujer y con su fuerza apretó sus muñecas, inmovilizándola. Lo que siguió fue un fuerte cabezazo, que logro que ella cayera a sus pies desmayada.

 

En definitiva, si piensas bastante en la vida, descubres y sin lugar a duda que hay días más difíciles que otros. Algunos nos traen noticias gratificantes, y son maravillosos. Como tu cumpleaños, o el día de tu graduación, en cambio, en otras ocasiones las cosas no son tan hermosas y estar pintando todo de color rosa es no tener la capacidad mental de afrontar la realidad. Si en cambio eres consciente de las injusticias de la vida, y manejas la frustración que eso te crea, entenderás a la perfección lo que sucedió en la casa de Marta aquel día.

 

Joseph no fue tan radical como su mujer, en vez de amarrarla a la cama en la escena masoquista que ya hemos imaginado, la acostó en el sofá y se sentó al frente junto a un vaso de vidrio y una botella de Johnny Walker a su lado, esperando paciente que despertara. Sabía con seguridad lo que diría, pues, aunque su mente hubiera reprimido muchos de los recuerdos, esa conversación ya la había preparado. Y fue de la siguiente manera.

 

  • Mira cariño, hace 7 años estuve por Guatapé intentando cerrar un negocio con un señor de nombre Mario. Aunque me duele aceptarlo, era un hombre muy desagradable, no me cayó bien en lo absoluto, y durante todos mis días intentando negociar con él cada vez era más insoportable, un día queriendo, porque debo aceptar que así fue, lo maté.

 

Antes de que Marta dijera algo, Joseph alargo su mano y con su dedo indicé le tapo la boca, de forma que entendiera que lo mejor era dejarlo continuar.

  • No lo maté de la mejor forma, fue horrible. Aún hay noches en las que duermo y recuerdo el sonido de sus vértebras al partirse contra las aspas de su lancha. Su rostro regordete sigue atormentándome cada noche, en especial cuando voy al baño y veo la luz encendida en la habitación de Kim. La muerte de aquel individuo cambió algo en mí de manera irrevocable. Desde entonces, cada vez que mato a alguien y siento que estoy haciendo un bien a la humanidad, experimento una sensación de alegría, no de dolor, ni de miedo, ni de tristeza.

 

Aquel día me excedí demasiado, y la represa quedó bañada en sangre, una imagen crepuscular que me persigue. Sabía con certeza que, en algún momento, las autoridades vendrían por mí, que arruinarían todo lo que había logrado y me apartarían para siempre de mi familia. Sin embargo, para mi sorpresa, fue todo lo contrario. Desde entonces, las cosas mejoraron para nosotros; teníamos una familia hermosa.

 

Fue entonces cuando cometí el error más grande. Al enterarme de la existencia de una asociación encargada de desaparecer a ciertas personas, descubrí que habían borrado mis huellas y me habían sacado del foco. Empecé a pagarles favores, sin darme cuenta de que me estaba adentrando en un terreno peligroso y comprometiendo mi integridad y la de mi familia.

 

Marta estuvo a punto de interrumpir, su marido estaba en medio de una prosa interminable, sumergido en un relato sin fin que, si se detenía a considerarlo, no llevaba a ninguna parte. Lo que él había hecho le causaba miedo y con cada palabra que soltaba, Marta sentía que se iba transformando en un monstruo, en algo instintivo, algo que la asustaba. Hubo un momento en el que Marta quiso detenerlo, preguntarle qué estaba pasando en realidad, pero la inquietud se apoderaba de ella y las palabras parecían atascarse en su garganta, incapaces de encontrar salida.




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