Una brisa helada recorrió cada centímetro de su cuerpo, alertando sus sentidos y obligándolo a volver a la realidad. Intentó abrir sus ojos un par de veces conforme su consciencia se restablecía, pero ninguno de sus intentos iniciales obtuvieron resultados.
- No te esfuerces- La voz del Noé le sugirió enseguida, acompañado con unas pequeñas pisadas que recorrieron su mejilla. No fue difícil para Allen identificar quien lo hacía, las conocía perfectamente.
-¿Timcanpy?- Allen se removió sobre la superficie en la que estaba recostado. Con parsimonia lo recorrió con sus palmas, era suave, fresco y podía abarcarlo fácilmente con sus dedos.
-Veo que encontraste un buen amo, Timcanpy- La voz del Noé inundó de nuevo sus sentidos y una mano firme le tomó del brazo, ayudándolo a sentarse- No deberías tratar de moverte, aún estás débil.
Allen abrió los ojos con dificultad encontrándose con los ojos ámbar del Noé. Aquella mirada le infundía nerviosismo, jamás había tenido tal acercamiento con un enemigo.
- Si hubiese querido hacerte daño ya lo habría hecho mientras estabas inconsciente- el Noé retrocedió y se puso de pie a un costado de Allen- Y no habría tenido necesidad de sacarte de la sede de los exorcistas, antes de que te encarcelaran.
El rostro del Noé, que antes no podía apreciarse con claridad se volvió visible. Era un hombre joven, su cabello estaba acomodado de forma rebelde, de color oscuro y corto. Una línea de estigmas abarcaba su frente y estaba vestido con una camisa de vestir, chaleco, un simple pañuelo, un abrigo y guantes blancos.
-¿Donde...?- Allen no terminó la pregunta y se limitó a observar su alrededor. Se encontraba recostado sobre pasto fino, en un pequeño jardín derruido por el tiempo. Sobre él se erguía un viejo árbol, quemado casi en su totalidad y al frente los restos de una vieja casa.
-En este lugar no podrán encontrarte por un tiempo. No podrán actuar tan rápido sin el Arca- El Noé le tendió la mano, Allen sólo la observó dudoso.
-Comprendo que no confíes en mí. A fin de cuentas los Noé y los exorcistas son enemigos. - A pesar de sus palabras se mantuvo firme, sin apartar su mano- Pero, al igual que tú comprendo el dolor que el Conde Milenario a causado. Fui víctima de él por mucho tiempo.
Sus palabras obligaron a Allen a observarle confundido.
-El Conde no sólo se encarga de crear Akumas, su verdadera misión es destruir las esperanzas de la humanidad. -Sin esperar a que Allen reaccionara, agarró su mano y le ayudó a ponerse de pie.-El Conde asesinó a mi madre con sus propias manos . Esa es una de las razones por las que traté de matarlo.
-¿Por que me sacaste de la congregación?- Allen intentaba luchar con el impulso de apartarse. Su inocencia estaba dañada y no podría defenderse si el Noé se decidía a atacar.
- La orden en que confías los está utilizando de cebo. Ni siquiera tienen confianza en ustedes, no les importa si viven o mueren con tal de ganar la guerra- el Noé retornó su mirada en él, manteniendo una expresión seria.- También conocen la promesa que Cross y yo nos hicimos, era cuestión de tiempo para que actuarán.
-¿Promesa?- Allen cuestionó.
En el rostro del Noé se formó una pequeña sonrisa y levantó ligeramente su cabeza en dirección al cielo nublado.
-Cross hizo una promesa conmigo hace muchos años, cuando Mana mantenía aún lucidez y cuando yo estaba moribundo. - El décimo cuarto se acercó a Allen, posando sus dedos sobre su frente.
-No creo conveniente que deba decírtelo yo. Es mejor que lo veas por tí mismo- En la frente de Allen, en donde el Noé mantenía puestos sus dedos una pequeña luz comenzó a surgir, palpitando, haciendo vibrar y desorientando sus sentidos.
Allen en un intento de conseguir respuesta abrió la boca, pero ningún sonido emergía. Entornó su mirada confundida al Noé, este le miraba sereno, como si con ese gesto fuese suficiente para resolver sus dudas e infundiendo tranquilidad.
Sin previo aviso, su vista se tornó borrosa, impidiéndole sostener la mirada en el Noé. Cerró los ojos, sintiendo que todo le daba vueltas y tratando de aplacar aquella terrible sensación.
Cómo un destello, una serie de imágenes invadieron su mente. Pasando con rapidez y envolviéndolo en una sensación abrumadora.
Sus sentidos percibieron una brisa otoñal rozar su rostro y la temperatura tibia del atardecer.
Sus ojos, que antes los mantenía cerrados fueron abriéndose lentamente, siendo recibidos con un paisaje desconocido.
Frente a él un prado seco tomó forma, siendo abandonado por la luz del atardecer. Entre el pasto alto, la figura de un joven se mantenía de pie, observando el cielo sin inmutarse.
Sin poder evitarlo su cuerpo se movió sólo, ignorando sus deseos de parar. Era como si ese cuerpo no fuese suyo. Comenzó a correr hacia el joven, empujando el pasto fuera de su camino.
El crujir del pasto seco acompañaba sus pasos mientras se acercaba con rapidez a su objetivo.