4. Neah D. Campbell

Allen abrió los ojos de golpe, saliendo de aquello que consideraba era parte de un mal sueño. Las escenas de las que había sido partícipe se desplazaban frente a sus ojos de forma frenética. Se movían rápido, sin detenerse y sin dar tregua a las dolencias que aún permanecían en su cuerpo.

Trató de normalizar su respiración agitada repetidas veces, aun cuando luchaba por detener lo que veía y contrarrestar el vértigo que poco a poco comenzaba a invadirle. Pero aquello no dio resultado.

Sus sentidos estaban desorientados. Los sonidos, las sensaciones...todo lo que había sentido y lo que sentía en ese momento se entremezclaba, aturdiéndolo y haciéndole perder la noción de lo que sucedía.

Allen no recordaba si se encontraba de pie en un inicio. Ni siquiera sabía si realmente lo estaba, más aún, sintió que se desvanecía de un momento a otro .

De la nada, unos brazos detuvieron su caída con un abrazo protector, evitando que cayera.

—Allen, trata de tranquilizarte — La voz del Noé resonó entre la infinidad de sonidos que le asediaban. Aquellas palabras resaltaban sobre lo demás que escuchaba, como si estas fueran las únicas importantes entre todas las demás. A las que debía prestar atención.

—No intentes luchar con lo que te está pasando. Si lo haces, vas a ser consumido por los recuerdos que acabas de ver y no habrá marcha atrás ¿Entiendes?

Sus palabras trataban de ser conciliadoras, intentando infundirle calma y un apoyo para poder terminar con lo que sucedía.

Allen apenas podía concentrarse en lo que le estaba diciendo, le era imposible ignorar todo lo que veía y sentía. Con dificultad cerró los ojos, intentando no prestar atención a lo demás, guiándose solamente de aquellas palabras.

Respiró hondo y exhaló repetidas veces de la manera más lenta que podía, tratando de calmar su respiración y a sí mismo. Poco a poco las voces, sonidos e imágenes fueron desvaneciéndose, permitiéndole volver lentamente a la realidad.

Con delicadeza se incorporó, sin hacer movimientos bruscos, abriendo los ojos y virando hacía arriba. Poco a poco sus ojos fueron capaces de observar el cielo nocturno que se cernía sobre él.

—No creí que te recuperarías tan pronto — El Noé habló a su lado, soltando su agarré y alejándose de él. Allen inmediatamente volteó al escucharle.

Lo que había experimentado momentos atrás y lo que pensaba de Mana y el general Cross lo tenían desconcertado. Jamás esperó que su padre adoptivo estuviese relacionado con un Noé, que fuese su propio hermano. Ni que su maestro los conociera e hiciese una promesa con un Noé, promesa que era conocida por los altos mandos.

—Tú.... — Allen intento hablar con normalidad, pero las palabras no salían de su boca. Cientos de preguntas comenzaron a invadir su mente, cuestionándose lo que haría después, lo que sucedería a partir de ese momento ahora que conocía parte de la verdad sobre Mana y el décimo cuarto. Sabía perfectamente que no podría volver a la Congregación, se enterarían pronto que él no se encontraba en ella y los altos mandos lo verían como traidor. Más no podía hacer nada para evitarlo.

—Neah... — tras varios esfuerzos Allen logró decir su nombre. Este fijó su mirada en él al ser mencionado — ¿Por qué? ¿Por qué me mostraste tus recuerdos?

Neah endureció sus facciones, tornándose serio de un momento a otro.

—¿Fue porque estuve relacionado con Mana? ¿Porque estuve cerca de tu hermano mayor? — Allen se giró en su dirección, quedándose frente a frente con Neah.

Sin decir nada, Neah avanzó unos cuantos pasos y con un movimiento de mano le indicó que le siguiera. Allen sin mediar palabra comenzó a caminar, siguiendo sus pasos de forma cautelosa.

Neah caminó entre los peldaños de la casa a la que pertenecía aquel basto jardín. Las paredes estaban cubiertas de maleza y moho, al igual que los pocos objetos que se encontraban en su interior. Ambos se adentraron en ella evadiendo los peldaños, hasta llegar a lo que parecía ser un jardín trasero.

Con firmeza, Neah se acercó a un montículo cubierto de hierbas y prosiguió a quitarle la maleza. Poco a poco, se fue revelando una lápida de piedra desgastada.

Neah se hincó a la altura de la lápida, acercando su mano derecha a ella. Extendió sus dedos tocando la inscripción y acariciandola con suavidad; No dijo nada, simplemente se limitó a observar la lápida.

Allen se acercó con cuidado, fijando su atención en la inscripción y leyendo el nombre.

—Katerina Eve Campbell —

—Ella era mi madre — Neah viró hacia Allen— Ella es una de las razones por las que estoy dispuesto a ayudarte. El Conde Milenario la asesinó en cuanto se enteró de que planeaba matarlo, trató de hacer lo mismo con Maná, más no lo logró.

Neah lentamente se incorporó, quedando finalmente de pie.