Entre magia y amor

Prólogo

Qué haces cuando estás desesperada? Sencillo, buscas soluciones desesperadas. 


Alex lo sabía, por eso estaba allí. Avanzando hacia la cascada con total sagacidad, no quería ser tomada por sorpresa. 


Aunque hay que admitir lo escéptica que podía llegar a ser, esta vez su instinto curioso había conseguido doblegar a la razón y ahora se hallaba vislumbrando  a la que tal vez podría ser su única alternativa. 


No era tan difícil, solo tenía que lanzar la roca y pedir la solución a su problema.  


Una cascada mitológica, una roca, un deseo y una desesperada e impulsiva chica. 


Cerró los ojos con la idea de poder conectarse con el momento, entrar en paz con su entorno y claro, poder olvidar lo ridícula que seguramente se veía aferrándose a una extraña roca como si  su vida dependiese de ello.


Se encontraba nerviosa y expectante. Deseaba con todas su fuerzas poder creer,  y aunque aquello pudiese desafiar a la lógica misma, quería despertar a la dulce e ingenua niña que creía aún vivía en lo más profundo de su ser. Solo ella tendría el valor para creer en cuentos de hadas.


Su situación en contexto, bastante complicada de por sí, la había llevado a al planteamiento irracional de hacer posible lo imposible, poder despojarse de toda lógica y realismo en busca de lo que ahora podría denominar como un auténtico milagro.


Había un diminuto rayo de luz sobre su sombría situación, había esperanza, un tanto irreal y disparatada pero aún así esperanza. Quién lo diría, Alex Blanchard la chica de la lógica y la ciencia creyendo en cuentos fantásticos. 


Apretó la diminuta roca grisácea, susurró petición y unas cuantas suplicas para que sus palabras fuesen tomadas en cuenta.  Según el guía, la idea era traspasar toda la energía a la roca, entre mayor y más ferviente el deseo y el anhelo, más efectiva sería la respuesta. 


La roca cayó al borde de la cascada y rápidamente se desvaneció.  Nada extraordinario sucedió. Esperaba algún tipo de señal que le indicara que su petición había sido escuchada, una luz,  un trueno o tal vez una voz mística emergiendo desde el agua; sin embargo nada de eso sucedió


Los días pasaron sin ninguna novedad, no había rastro de una posible solución. 


No podía esperar más, esa absurda leyenda había salido de los folletos que el guía turístico le había dado a toda su familia. Por supuesto, eran ideas ridículas para generar misterio y atraer clientes, y ella en medio de su desesperación lo había creído.


Que ingenua.


Casi podía ver al gordinflón guía burlándose de ella por ser tan infantil. Estaba más que claro, las cascadas mágicas solo hacen parte del mundo irreal.


Decepcionada de su aun latente capacidad para creer en historias claramente falsas regresó a su estado de resignación. Debía aceptar la realidad. Sin importar cuanto lo intentara no conseguiría probarle a su desquiciada tía que  era lo suficientemente capaz de conseguir una cita para la fiesta navidad.


En verdad la había intentado todo, desde aplicaciones para citas hasta citas organizadas por su quisquillosa madre. Había salido con infinidad de chicos pero con ninguno conseguía pasar la prueba para una segunda cita. 


Desde su perspectiva, estaba claramente destinada al fracaso emocional, la soledad y probablemente ocho gatos con nombres de caricaturas de los noventa. Su única alternativa ahora era la cascada, que en realidad de mágica parecía no tener nada, era común y corriente. Sin embargo a pesar de lo obvio ella había logrado creerlo por un instante. 


Toda la información de aquel folleto era falsa, aquel no era un lugar místico que concedía deseos, la cascada era una farsa y ahora tenía que hacer sus maletas para volver a casa de la misma forma que había llegado, sin un solución.




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