Entre melodías de amor

Capítulo 2

Capítulo 2

Apuesto un riñón por ti

Mason.

—¡Qué no! —Owen toma el puente de su nariz, intentando reprimir las inmensas ganas que tiene de ahorcarme.

—Por favor, Owensin.

Pico su mejilla.

—Deja de joder, Mason —quita mi dedo de su mejilla—. Vete a espiar a Clío por tu ventana o qué sé yo —espeta con molestia.

—Yo no espío, yo observo.

—Púes entonces vete a observarla por tu ventana de la muerte.

—Vamos, todos sabemos que quieres prestarme esa joya de motocicleta que tienes.

La hermosa Ducati XDiavel S de Owen es un sueño para cualquier chico aficionado a las motos y a la marca. Es totalmente negra con algunos acabados mate, perfecta para dar un paseo por la carretera y sentirte todo un bad boy adicto a la adrenalina.

No soy uno, pero quiero sentirme así por una vez en mi vida.

He intentado de una y mil formas que mi mejor amigo me preste su preciado tesoro, pero no logra soltarme las llaves. Ni siquiera Tim me da las llaves de su Audi A3. Creen que soy un irresponsable que no puede cuidar las cosas de sus amigos.

¡Qué tontería!

Soy de lo más cuidadoso.

—Mhm... No sabes las ganas que tengo de que te montes en ella —suelta sarcástico.

—Prometo no hacerle nada —suplico.

—Mason, tú no eres precisamente el ser más responsable del planeta —bromea Tim.

—Estás conmigo o en mi contra, Timmy Turner.

—Timotheé o Tim, pero no Timmy Turner.

Entre cierro mis ojos. Detallo cada parte de mi amigo y lo comparo con el personaje animado.

Ojos azules, cabello castaño, solo le faltan los grandes dientes frontales, una gorra y playera rosa, y no nos olvidemos de los pantaloncillos azules. Si tuviera todo eso, podría ser el Timmy de la vida real.

—Te pareces a Timmy Turner, lo siento.

Tim vuelca los ojos.

—No le prestes tu moto —se dirige a Owen.

—No lo haría ni aunque mi vida dependiera de ello.

—¡Oye! —chillo indignado.

—¿Crees que pienso dejar que la choques?

—Soy muy responsable.

—Mi auto dijo todo lo contrario —ataca Tim.

—¡Lo choque sin querer, quieres olvidarlo ya! —Espeto molesto— El pasado pisado.

—¡Destrozaste la parte de adelante!

—Pero tu seguro lo cubrió —respondo relajado.

—Eres un caso perdido —Tim niega.

—Si se trata de Clío, estoy seguro que aún tiene solución.

Todos volteamos a ver a Eliot, desciende por las escaleras del sótano mientras se ríe.

Me preparo para la lluvia de bromas hacia mi persona una vez que han incluido a Clío en la conversación. Owen llama mi atención golpeándome el hombro con fuerza a lo que yo suelto un quejido de dolor.

Sí, soy un dramático de lo peor porqué, siempre dramático nunca indramático.

—¿Cuándo le dirás lo que sientes, Mandrágora? —Ruedo los ojos por el apodo— Te las das de acosador, amigo y consejero, tienes las armas necesarias, pero no haces nada para apartarla de inútil de Michael.

—Si me prestas tu moto, se lo digo ya mismo.

Bato mis pestañas como si eso fuera a funcionar de algo.

—Todos en esta habitación sabemos que no se lo dirás aunque Owen te preste a su bebé —se burla Eliot.

El mencionado asiente con una sonrisa.

—Apuesto mi riñón por ti, pero no mí moto.

—Decirle a Clío que me gusta es... difícil.

Cada vez que intento decirle algo relacionado a mis sentimientos, termino diciéndole de manera hipotética. O al final de todo, solo meto al "primo de un amigo" y digo cosas sin sentido que ni yo mismo entiendo.

Estar cerca de ella afecta mi capacidad de razonamiento, algunas veces.

—Solo tienes que tocar la puerta de su habitación —Tim golpea con su puño el aire como si estuviera tocando un puerta—. En cuanto abra le dices: «Clío, me gustas y desde hace tiempo que te espío por mi venta... —Tim niega— Perdón, te observó».

Owen golpea mi brazo.

—Simple.

—Para ustedes, para mí no. Aunque soy un gran chico seguro de mí mismo, ella me pone nervioso —recuerdo el día de ayer—. Además, cuando estoy seguro de querer decir algo, Michael esta con ella.

—Ahhhhhh, malévolo cucarachón se nos puso sentimental —Eliot hace un puchero.

—Mandrágora tiene sentimientos —bromea el pelinegro.

—No nos ama como pensábamos —Tim finge indignación—. Al parecer su corazón ya tiene dueña —se lleva una mano a la frente y cierra los ojos dramáticamente.

Todos estallan en risas, cruzó mis brazos sobre mi pecho con molestia. Ya sé les hizo costumbre burlarse de mi por mi pequeño enamoramiento.

Algún día les devolveré a estos idiotas las burlas y con creces, comenzando por Owen o tal vez Eliot, el último sería Tim. El pobre no tiene ni perro que le ladre y eso hace más difícil el regresarle las burlas.

—Dejemos a Mandrágora en paz, tenemos que ensayar porque el talento no se pule por arte de magia —Eliot truena los dedos y nos hace una seña para que cada uno tome su puesto.

Owen se levanta del sofá, se saca su chaqueta de cuero negra y la lanza donde estaba sentado hace un momento. Él es la clase de chico que en cuanto lo ves, casi puedes asegurar que te puede dar una paliza o te romperá el corazón por la facha de chico malo que se carga.

La mayoría de su vestimenta va del blanco al negro, no tiende a usar colores y si los usa, procura que sean en tonos oscuros y nada llamativos. Sus pies todo el tiempo van enfundados en botas de combate negras o de color café. Sus chaquetas de cuero no pueden faltar y su aspecto de bad boy se complementa con su bellísima motocicleta y su deporte favorito; el boxeo.

Pero quienes lo conocemos bien, sabemos que nada de eso lo define. Cuando te das la oportunidad de conocerlo a fondo, te das cuenta que es tan lindo y suave como un oso de felpa. Y ni hablar de su atractivo, su cabello negro y ligeramente alborotado le da un aire salvaje. Sus ojos levemente rasgados gracias a su descendencia coreana, le dan un toque especial que no es usual por aquí y eso le ayuda cuando de chicas se trata. Cada vez que mi amigo sonríe, su cara toma un aspecto tierno e inocente, tanto que dan ganas de besarle las mejillas o apretujárselas hasta que queden rojas.




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