Entre melodías de amor

Capítulo 4

Capítulo 4

Mandrágora hecha puré

Mason.

Mi mirada no se aparta de la pareja que está justo delante del hogar de Clío. Trato de no verme tan obvio o que detecten algún movimiento en la ventana, si lo hacen seré hombre muerto.

Para mi mala suerte no logro escuchar con claridad lo que dicen, porque vamos, estoy a una distancia un poco grande, pero veo que no es una plática romántica o amistosa. Las expresiones en su rostro muestran que ambos están enfadados y un tanto exaltados. Clío hace ademanes con sus manos, Michael cambia su cara a una de diversión pura y se cruza de brazos mientras ella sigue moviendo sus manos con fuerza.

Perdón por ser un chismoso, no es mi intención. Pero esperaba que Clío me despertara con la melodía de su violín y no con el ruido de la puerta de la entrada de su casa azotarse y seguido de eso, gritos y más gritos. La pelea ha estado como por media hora y me he mantenido observando desde que comenzó, por si ella necesita un refuerzo, solo por eso. No por otra cosa.

El chico niega de mala gana, ella hace el intento de regresar a su casa, pero el plan de Michael no es dejarla, claramente. La toma de la muñeca y comienza a arrastrarla en contra de su voluntad. Mis sentidos se activan y me pongo rápidamente un par de tenis, corro escaleras abajo, tratando de no tropezarme con mis propios pies por la urgencia.

—¡Owen! —grito al llegar a la planta baja— ¡Trae el bate!

Me abofeteo mentalmente.

Claro que no está en casa. Salió muy temprano para irse al gimnasio. Sopeso la idea de ir por su bate, pero perdería más tiempo. No tengo de otra que irme así.

Sin perder más tiempo salgo hacia la calle y logro localizarlos en seguida. La situación no se ven bien desde mi punto de vista: Clío está jaloneándose para zafarse, pero el muy idiota la sostiene fuerte para que eso no pase.

Métele turbo, papi.

Hago caso a la voz de mini Mason y corro cuando veo que se detienen frente a su auto para seguir discutiendo.

Esta gente camina tan rápido que me harán escupir un pulmón por la boca del esfuerzo.

—Creo que ella no quiere ir contigo a ningún lado —digo, jadeando un poco por la falta de aire.

Los dos se voltean. Clío me mira con sorpresa y Michael con rabia. Es obvio que a ninguno le está haciendo gracia mi presencia.

—Mason, vete —pide ella.

Me reincorporo —sin mucho aire en mis pulmones, todavía—, haciendo un intento por parecer intimidante. Claro que yo no parezco ni un poco intimidante.

O sea, es como si un osito cariñosito te vomitara arcoíris. Te da de todo, menos miedo.

—No te dejaré sola con él —niego.

¿Me arriesgare a que el idiota le haga algo? Claro que no. ¿Me arriesgaré a que el idiota me golpee? Sí, es muy probable que eso pase, no tiene buena cara y estoy seguro que en su mente, ya estoy tres metros bajo tierra, en fin... Tuve buena vida.

—Metete en tus asuntos, Dawson —espeta el castaño molesto.

—Todo lo que se trate de ella es mi asunto, Jeffries.

Michael la suelta bruscamente y me toma por sorpresa cuando me toma del cuello de mi camiseta. Sin pensarlo dos veces, me propina un golpe en mi pómulo derecho, haciéndome caer al suelo. Clío emite un chillido de sorpresa y se lleva las manos a su boca con horror.

Lo miro con rabia desde el suelo. Toco mi pómulo que ahora duele y arde por el golpe.

La mayor parte de mi vida he hecho cosas estúpidas y probablemente, esta sea una de ellas. Me levanto tan rápido como puedo del suelo y lo enfrento.

—¿Por qué arreglas esto con violencia? —suelto sin gracia.

—Te estas metiendo en mis asuntos.

—Podemos ser civilizados y arreglar esto como caballeros y no como neandertales —Michael hace sus manos puños y sé que está intentando no matarme de una buena vez. Miro a Clío y ella niega con la cabeza, le hago una leve seña para que se vaya, pero no lo hace—. Por lo que vi, Clío no quiere ir a ningún lado contigo. Ríndete y déjala tranquila.

—Hasta aquí, Dawson.

Hoy es un buen día para morir. ¿Flores blancas o amarillas?

Deberías de apoyarme, pero ninguna, prefiero flores rosas.

Entonces serán flores rosas. Suerte, yo me largo a otra mente.

Ahora ni mi conciencia me apoya. Genial.

No estoy a favor de la violencia, pero tampoco pienso permitir que me muela a golpes. Aunque, creo que eso pasará. Debí de haber traído el bate conmigo.

—Vete, Clío —ordeno. Michael me da una mirada mordaz y es momento de correr, pero no lo haré—. Clío... —presiono.

—No. Es mejor que se quede, quiero que vea cómo le va a su defensor.

—Iré contigo, pero déjalo tranquilo. Él no tiene nada que ver en esto.

—¿Lo estas defendiendo? —la toma de los brazos y la zarandea.

Si cree que voy a permitir que la siga maltratando, está muy equivocado. Doy un paso al frente, acortando la distancia entre nosotros, lo tomo del hombro y en cuanto se gira, estampo mi puño en su cara con todas mis fuerzas. Sonrío cuando el que cae al suelo esta vez, es él.

—En tu vida la vuelvas a tocar —me acerco a ella y tomo su rostro entre mis manos. Tiene la mirada perdida y no habla—. ¿Estás bien? —Sus ojos me observan y asiente tristemente— Vámonos a...

Alguien me jala de mala gana y gracias a la ley de gravedad, mi cuerpo se impacta fuertemente contra la acera. Mierda. Me siento un tanto aturdido por todo.

Sin previo aviso, Michael se sube encima de mí y a puño cerrado golpea ambos lados de mi cara. Todo pasa tan rápido que apenas puedo moverme cuando se levanta y comienza a patear mi abdomen repetidas veces. Siento el aire abandonar mis pulmones y la sangre brotar de mi labio. La cara me duele y el abdomen también, el dolor se hace presente en cada parte de mi cuerpo. No puedo pensar con claridad, no hago otra cosa más que quejarme del dolor y toser, intentando recuperar un poco de aire.




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