El sol de la mañana se filtraba por las cortinas del pequeño estudio de Emma, iluminando los papeles dispersos sobre la mesa. Olivia, su mejor amiga y socia en Soul Marketing, revisaba las cifras de crecimiento de la empresa con una mezcla de asombro y nerviosismo.
—Emma, esto es una locura —dijo, moviendo la pantalla de su laptop hacia ella—. Hemos crecido un 40% en los últimos seis meses. Si seguimos así, en un año estaremos compitiendo con agencias grandes.
Emma mordió la punta del bolígrafo mientras analizaba los números.
—Por eso quiero esta experiencia en una compañía grande, Olivia. Necesito entender cómo funcionan desde adentro. Soul está creciendo más rápido de lo que imaginamos y no quiero tomar decisiones a ciegas.
Olivia suspiró, apoyando la cabeza en su mano.
—Solo no te olvides de que esta es nuestra visión. No quiero que te pierdas en el mundo corporativo.
—No lo haré —le aseguró Emma con una sonrisa—. Esto es solo para aprender. Luego podremos tomar las mejores decisiones para Soul.
Mientras terminaban su conversación, Emma abrió su celular y se topó con un artículo en un sitio de farándula. La imagen de Robert Blackwood ocupaba la portada junto a una modelo reconocida. “El magnate del imperio Blackwood, nuevamente vinculado a otra celebridad. ¿Romance o simple casualidad?”
Emma frunció el ceño. Sabía quién era Robert, como casi todo el mundo en el sector empresarial, pero su vida privada parecía estar siempre rodeada de escándalos. Dejando el teléfono a un lado, se puso de pie justo cuando su móvil sonó.
El zumbido insistente del teléfono sacó a Emma de sus pensamientos. Revisó la pantalla y sonrió al ver el nombre de Ethan Carter. Su antiguo compañero de la universidad y ahora amigo cercano trabajaba en Recursos Humanos en Blackwood Inc. y, según le había contado días antes, había una vacante en el departamento de marketing.
—¿Diga? —contestó con voz calmada, aunque sintió una punzada de emoción.
—Emma, ¿estás sentada? —La voz de Ethan sonaba con su característico tono burlón.
—¿Debería estarlo?
—Tal vez. Conseguí que revisaran tu perfil y están interesados en entrevistarte. ¿Puedes venir mañana a las diez?
Emma abrió los ojos con sorpresa. Sabía que su currículum era sólido, pero no esperaba que todo avanzara tan rápido.
—¡Por supuesto! Estaré allí.
—Genial. No llegues tarde, Blackwood Inc. no es un lugar para la impuntualidad. —Ethan rió antes de colgar.
Al día siguiente, Emma se preparó con esmero. Eligió un traje sobrio, acorde con el ambiente corporativo de la empresa. Un conjunto negro con una blusa crema, zapatos de tacón bajo y su cabello suelto en ondas naturales. Inspiró profundo antes de entrar al imponente edificio de cristal y acero donde funcionaba Blackwood Inc.
El vestíbulo era amplio y moderno, con suelos de mármol y una recepción de madera oscura. Se acercó con seguridad a la recepcionista.
—Buenos días, tengo una entrevista a las diez con el departamento de Recursos Humanos. Mi nombre es Emma Cotes.
La mujer asintió y le indicó que tomara asiento. Pasaron unos minutos antes de que una asistente la guiara hasta una sala de reuniones donde la esperaban Ethan y otra persona, una mujer de gesto serio y cabello recogido en un moño perfecto.
—Emma, te presento a Julia Mitchell, la directora del departamento de marketing —dijo Ethan con tono formal.
Emma extendió la mano con confianza.
—Es un placer conocerla, señora Mitchell.
La entrevista comenzó con preguntas técnicas sobre su experiencia, su formación y su visión sobre estrategias de mercado. Emma respondió con seguridad, destacando su enfoque innovador y su habilidad para analizar tendencias. Sin embargo, en medio de la conversación, al girar para tomar un bolígrafo, golpeó sin querer su vaso de agua, derramándolo sobre algunos documentos en la mesa.
—¡Lo siento mucho! —exclamó, tomando servilletas apresuradamente para secar el desastre.
Ethan intentó disimular una sonrisa, pero Julia la observó con seriedad antes de suspirar y tomar los papeles afectados.
—No te preocupes, no son importantes. Lo que me interesa es que sepas reaccionar ante imprevistos sin perder la compostura.
Emma se recompuso de inmediato y continuó la entrevista sin mayores contratiempos. Al final, Julia se levantó y le estrechó la mano.
—Bienvenida a Blackwood Inc., señorita Cotes. Nos vemos el lunes.
Mientras tanto, en otro piso del edificio, Robert Blackwood cerró de golpe la carpeta del último informe y frotó su sien con frustración.
—¿Otra vez? —preguntó, mirando a su jefe de relaciones públicas.
—Sí, señor. Los tabloides lo han vinculado con una modelo esta vez. Podemos hacer un comunicado o ignorarlo como en otras ocasiones.
Robert suspiró. Estaba harto de que lo relacionaran con una mujer diferente cada semana.
—Limpien mi imagen. No quiero más titulares sobre mi vida personal. Concéntrense en reforzar mi presencia como líder empresarial, no como protagonista de un maldito reality show.
—Lo haré de inmediato —respondió el ejecutivo, saliendo de la oficina.
Robert se quedó en silencio unos segundos antes de levantarse. Tenía otra reunión pendiente, esta vez sobre una start-up emergente en el sector del marketing digital. Aunque aún no representaba una amenaza significativa, su rápido crecimiento la hacía un posible rival en el futuro.
—Necesito un informe detallado sobre su proyección de crecimiento y sus principales clientes —ordenó con tono serio mientras caminaba por el pasillo.
—Lo tendrás en tu correo en una hora —respondió uno de sus ejecutivos.
Robert asintió con la mirada fija al frente, su mente aún analizando la información. Fue entonces cuando, al girar en una esquina, chocó ligeramente con alguien.
—Disculpe… —murmuró Emma, levantando la vista.
Frente a ella estaba un hombre alto, de ojos azules intensos y porte imponente. Vestía un traje oscuro impecable y desprendía un aire de autoridad. Su mirada la recorrió brevemente antes de asentir con indiferencia y seguir su camino sin decir una palabra.