Entre mentiras y deseos

Un Juego Peligroso

En uno de los palcos privados del Midnight Velvet, Robert Blackwood observaba el ambiente con su característica calma imperturbable. Había aceptado la invitación por mera estrategia; en su círculo, asistir a eventos como este era parte del juego empresarial.

Esa noche lo acompañaban algunos colegas del medio, nombres influyentes en la industria con quienes compartía relaciones de negocios… y, en algunos casos, una diplomacia forzada. Entre ellos, estaba el esposo de su exnovia.

No era ningún secreto que no se soportaban. No se dirigían la palabra más de lo necesario, pero Robert sabía que en el mundo de los negocios tus amigos deben estar cerca… y tu competencia aún más. Así que mantenía su postura profesional, participando lo justo en la conversación sin mostrar el más mínimo interés en los comentarios triviales que volaban en el aire.

Mientras tanto, sus ojos vagaban por la zona VIP, evaluando el flujo de personas que entraban y salían. No tardó en notar a Ethan cruzando la entrada con una misteriosa acompañante.

Eso sí que era inesperado.

Robert conocía bien a Ethan y sabía que el hombre no tenía reparos en mostrar su sexualidad abiertamente. Siempre aparecía en eventos rodeado de amigos o en citas con atractivos modelos… pero nunca con una mujer.

La curiosidad lo llevó a fijarse más en la chica que lo acompañaba. Había algo en su porte, en la forma en la que se movía con naturalidad, en la seguridad con la que recorría el lugar.

No dejaba de mirarla.

Había algo familiar en ella, pero la iluminación del lugar, las sombras en movimiento y la distancia impedían que su mente hiciera la conexión inmediata.

No reconoció que era Emma.

Por otra parte, Emma y Ethan llegaron hasta la barra y pidieron unos mojitos. La noche estaba en su punto máximo; la música vibraba en cada rincón del club, las risas y los murmullos llenaban el aire, y la energía era simplemente contagiosa.

Mientras esperaban sus bebidas, Adrian apareció entre la multitud.

—¡Ethan! —exclamó con una sonrisa, acercándose con confianza.

—Mira quién decidió mostrarse —bromeó Ethan con una sonrisa burlona—. ¿Vienes a pagar más errores con pases VIP?

—Sabes que siempre puedo conseguirlos —respondió Adrian, arqueando una ceja.

Emma los observó con diversión. Había una tensión palpable entre ellos, una mezcla de resentimiento y química no resuelta.

—Voy a bailar un poco —les informó—. No se maten mientras no estoy.

Ethan hizo un gesto dramático.

—¡Por favor! Si muero esta noche, que sea por una buena razón.

Emma rió y se perdió entre la multitud.

Sin pensarlo demasiado, aceptó la invitación de un desconocido para bailar.

La música la envolvió, el ritmo vibrando en su piel mientras se dejaba llevar por el momento. La sensación de libertad era refrescante; necesitaba despejar su mente de todo, de Blackwood Inc., de la propuesta sospechosa, de la atracción latente que la confundía más de lo que quería admitir.

Sin embargo, Robert la vio.

Desde su palco privado, su mirada se clavó en la figura de Emma moviéndose al compás de la música. No daba crédito a lo que veía.

La mujer que había despertado su curiosidad, la misma que había compartido un momento incómodo pero intrigante con él días atrás… estaba ahí, en su territorio, bailando con un extraño, completamente ajena a su presencia.

Pero la diversión se desvaneció en un segundo.

Apenas apartó la mirada un instante, notó un movimiento sospechoso en la barra donde Ethan seguía conversando con Adrian. Un hombre, casi sin ser visto, dejó caer algo en el vaso de Emma.

No lo dudó.

Se levantó de inmediato y llamó a seguridad.

—Controlen la situación en la barra, ahora mismo —ordenó con tono autoritario.

Los agentes de seguridad actuaron con rapidez, neutralizando al hombre sin que se generara un escándalo. Emma, sin percatarse de nada, regresó a la barra para tomar su bebida, pero un guardia le advirtió que no la bebiera.

—Señorita, creemos que alguien intentó ponerle algo en su trago.

Emma sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Qué? ¿Quién?

—Lo hemos manejado —respondió el guardia con profesionalismo—. No se preocupe, pero tenga más cuidado.

Todavía aturdida por lo que acababa de ocurrir, la noche continuó.

Robert, aburrido de la conversación en su palco privado y con el leve malestar de los tragos que había tomado, decidió salir al VIP. Caminó por la zona, observando a la multitud, hasta que sus ojos volvieron a fijarse en Emma.

Ahora estaba bailando sola.

Con un par de copas encima y su cuerpo siguiendo el ritmo de la música, parecía completamente despreocupada.

Sacó su teléfono y vio un mensaje de Ethan en su última conversación con Emma.

"Lo siento, Em, me fui con Adrian. Perdóname, volveré por ti. Disfruta la fiesta."

Robert levantó una ceja.

Ella estaba sola.

Por alguna razón que no quiso analizar demasiado, se acercó con calma a la pista de baile, moviéndose con naturalidad entre los cuerpos en movimiento hasta que llegó a ella.

Emma sintió una presencia detrás de ella.

La calidez de un cuerpo masculino, fuerte, seguro… hasta que una voz profunda y familiar le susurró al oído:

—Este no es lugar para estar sola.

Emma sintió un escalofrío recorrerle la espalda al reconocer la voz de Robert tan cerca de su oído. Su cuerpo se tensó por instinto, pero antes de que pudiera reaccionar, él ya se había colocado frente a ella, observándola con una expresión indescifrable.

La música seguía vibrando a su alrededor, pero de repente, el ruido del club pareció desvanecerse.

—¿Siempre usas este método para acercarte a las mujeres? —preguntó Emma, cruzándose de brazos con una ceja arqueada.

Robert sonrió de lado, inclinándose apenas hacia ella.

—Solo cuando las veo bailando solas después de que su amigo las abandona.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.