Entre mentiras y deseos

La Reunión Inesperada

El regreso de Robert Blackwood a Nueva York fue impecable, rápido y calculado.

En menos de diez horas, había dejado atrás su agenda en Tokio, cruzado el Pacífico en su jet privado y aterrizado en la ciudad que nunca dormía.

No perdió tiempo.

Apenas su avión tocó suelo, su asistente ya tenía la agenda reorganizada, con una única prioridad en la mañana:

📌 Reunión con Emma Cotes – Asunto: Renuncia

Robert bajó del jet con su expresión impenetrable de siempre. Nadie notaría su impaciencia, ni el ligero peso en su pecho desde que leyó ese correo.

Emma pretendía marcharse sin decir una palabra.

Eso no iba a suceder.

En la oficina de Emma

Emma revisaba su bandeja de entrada cuando la notificación apareció en su pantalla.

📩 Asunto: Reunión requerida
"Emma,

He recibido tu correo de renuncia. De momento, no será procesada. Necesito discutir este asunto contigo en persona. Coordina un espacio en tu agenda para una reunión en mi oficina a mi regreso a Nueva York."

— R. Blackwood

Emma sintió un escalofrío.

No, no, no.

¿Que su renuncia no sería procesada?

¿Desde cuándo Robert Blackwood decidía lo que ella hacía con su vida?

Respiró hondo, intentando ignorar la extraña mezcla de nerviosismo e irritación que la invadió.

Tomó su teléfono y marcó rápidamente el número de Ethan.

—¡Por favor, dime que no hiciste lo que creo que hiciste!

Ethan respondió con su tono más inocente.

—¿A qué te refieres exactamente?

Emma se frotó la sien, sintiendo cómo la paciencia se le agotaba.

—¿Pusiste en copia a Robert en mi renuncia?

Hubo un breve silencio antes de que Ethan soltara una risita divertida.

—Ok, antes de que me mates, escucha mi lógica.

Emma cerró los ojos con frustración.

—Te escucho.

—Uno, te gusta ese hombre y lo sabes.

—Ethan.

—Dos, él también está obsesionado contigo.

—Ethan.

—Tres, si ibas a renunciar, al menos merecías un momento dramático, no un simple correo aburrido.

Emma dejó caer la cabeza sobre su escritorio.

—Te odio.

Ethan rió.

—Me lo agradecerás después.

Emma lo dudaba mucho.

Porque en unas horas, tendría que enfrentarse a Robert Blackwood cara a cara.

Y nada en el mundo la prepararía para eso.

Las puertas del ascensor se abrieron en el último piso de Blackwood Inc.

Emma salió con el paso firme que solo se conseguía con un corazón acelerado y mucha determinación.

Podía sentir las miradas de algunos empleados mientras avanzaba por el pasillo que conducía a la oficina del CEO. Seguramente ya sabían lo que estaba pasando.

Robert Blackwood la había llamado a una reunión tras su renuncia.

Era obvio que había rumores.

Respiró hondo antes de detenerse frente a la gran puerta de cristal esmerilado con el nombre de Robert Blackwood grabado en una elegante placa metálica.

Su asistente la recibió con una leve inclinación de cabeza.

—El señor Blackwood la está esperando.

Emma asintió y empujó la puerta sin dudar.

Si había algo que no haría hoy, era mostrar nervios.

Robert estaba de pie junto a los ventanales, observando la ciudad con las manos en los bolsillos de su pantalón negro.

Su silueta se recortaba contra la luz del mediodía, pero Emma no necesitaba verlo de frente para saber que estaba tenso.

El aire en la habitación estaba cargado.

Cuando él giró lentamente para mirarla, su expresión era indescifrable.

Pero sus ojos azules estaban llenos de tormenta.

—Emma.

—Robert.

Su tono fue neutro, pero en su interior se preparó para la batalla.

Él la observó durante unos segundos, como si estuviera evaluando su estado de ánimo. Luego, con calma controlada, señaló la silla frente a su escritorio.

—Siéntate.

—Estoy bien así.

Robert soltó una leve risa baja, pero sin rastro de diversión.

—Sigues siendo tan terca como siempre.

Emma entrecerró los ojos.

—No estoy aquí para discutir mi personalidad. Estoy aquí porque, según tu correo, mi renuncia “no será procesada”.

Robert apoyó las manos en su escritorio y la miró fijamente.

—Exacto.

Emma sintió una chispa de irritación.

—No puedes decidir eso por mí.

—No, pero puedo pedirte que lo reconsideres.

Ella cruzó los brazos.

—¿Y por qué haría eso?

Él dio la vuelta al escritorio con pasos tranquilos, pero su presencia llenó la habitación en segundos.

—Porque, Emma —su voz descendió un tono—, lo que sea que te haya llevado a tomar esta decisión, sé que no lo pensaste bien.

Emma sintió que su respiración se volvía más corta, pero no lo demostraría.

—Lo pensé bastante.

Robert ladeó la cabeza, analizándola.

—Entonces dime la razón real.

El juego de ajedrez había comenzado.

Emma sostuvo su mirada.

—Razones personales.

—No es suficiente.

—No tengo que explicártelo.

Robert se acercó otro paso. Estaba peligrosamente cerca ahora.

—¿No? Porque la última vez que revisé, sigues siendo empleada de mi empresa.

Emma sintió el impacto de esas palabras.

—Por poco tiempo.

La tensión entre ellos creció.

Robert la miró con una intensidad que le hizo dudar si el aire acondicionado de la oficina estaba funcionando.

—Quiero una razón que me convenza, Emma.

—No tengo que convencerte de nada, Robert.

Él inhaló lentamente y luego, con una calma que solo lo hacía ver más peligroso, sonrió.

—Sabes que no me gusta perder, ¿verdad?

Emma sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Lo sabía.

Y ahora tenía claro que Robert Blackwood no iba a dejarla ir sin una verdadera pelea.




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