Entre mentiras y deseos

Una Invitación Inesperada

James revisó su reloj y suspiró con una sonrisa.

—Bueno, no quiero interrumpir más su día. Solo pasaba a ver cómo estaba mi hermano y, de paso, conocerte a ti, Emma.

Emma le devolvió la sonrisa con naturalidad, mientras Robert mantenía su mandíbula tensa.

—Ha sido un placer conocerte, James —respondió ella con su tono más encantador—. Espero verte más seguido.

Robert le lanzó una mirada de advertencia, pero Emma la ignoró por completo.

James pareció encantado con su respuesta y, antes de girarse para salir de la oficina, hizo una pausa como si se le hubiera ocurrido algo.

—Sabes, Emma… estamos organizando un fin de semana en la cabaña familiar, a las afueras de la ciudad.

Emma parpadeó, sin esperarse la invitación.

—¿Ah, sí?

—Sí —asintió James—. Mis hijos han estado preguntando por su tío Robert, y estoy seguro de que todos estarán encantados de conocerte.

Emma sintió una satisfacción inmensa al ver a Robert tensarse aún más.

Esto se ponía mejor cada segundo.

—Suena como un plan interesante —dijo Emma con una expresión inocente, sabiendo perfectamente lo que estaba haciendo.

James sonrió.

—Genial. Entonces, los veré allá este fin de semana.

Con una palmada en el hombro de Robert y una última sonrisa para Emma, salió de la oficina, sin notar la bomba de tensión que acababa de dejar atrás.

Cuando la puerta se cerró, Emma sintió la mirada ardiente de Robert sobre ella.

Sabía que estaba a punto de cobrarse su venganza.

Y, por primera vez en mucho tiempo… Emma no estaba segura de si quería detenerlo.

El sonido de la puerta cerrándose aún flotaba en el aire cuando Robert habló.

—Emma.

Su voz era profunda, controlada, pero con un filo peligroso.

Emma sabía que estaba en problemas.

Pero, en lugar de retroceder, decidió empujar un poco más la situación.

Se giró lentamente hacia él con una expresión inocente.

—¿Sí, cariño?

Robert exhaló con paciencia forzada.

—¿Quieres explicarme qué demonios acabas de hacer?

Emma se cruzó de brazos y ladeó la cabeza, como si estuviera pensando.

—No estoy segura de qué hablas.

La mirada de Robert se volvió letal.

—No juegues conmigo, Emma.

—Oh, no estoy jugando —respondió con una dulce sonrisa—. Solo estoy siguiendo tu guion.

Robert apoyó ambas manos en su escritorio, inclinándose ligeramente hacia ella.

—James cree que somos pareja.

—Así es.

—Porque tú seguiste la mentira.

Emma se encogió de hombros.

—Porque tú la inventaste.

Los ojos de Robert brillaron con peligro.

—No tenías que reforzarla.

Emma dio un paso hacia él.

—No tenías que mentirle a tu familia.

Se quedaron a solo centímetros de distancia, con la tensión envolviéndolos como una tormenta lista para explotar.

Robert no estaba acostumbrado a perder el control de una situación.

Y Emma lo tenía exactamente donde lo quería.

Pero antes de que él pudiera contraatacar… su computadora emitió una notificación.

📩 Asunto: Respuesta a su propuesta de adquisición – Soul Marketing

El cambio en su expresión fue inmediato.

Emma vio cómo Robert se enderezaba, tomaba asiento y abría el correo con rapidez.

Ella ya sabía lo que decía ese mensaje.

Soul Marketing había rechazado la oferta de Blackwood Inc.

Pero lo que le interesaba ahora era ver su reacción.

Robert leyó cada palabra con una expresión neutra.

Cuando terminó, su mandíbula se tensó y sus dedos tamborilearon sobre el escritorio.

Emma disfrutó cada segundo de su frustración silenciosa.

Porque si había algo que Robert Blackwood odiaba más que ser manipulado…

Era perder.

Y Emma acababa de ganarle dos veces en un solo día.

Pero, por alguna razón, su victoria se sintió más peligrosa que satisfactoria.

Porque cuando Robert finalmente levantó la mirada para verla…

Su sonrisa de lado prometía guerra.

El silencio entre ellos era denso, cargado de algo más peligroso que la ira.

Emma sabía que había ganado esta ronda.

Pero la forma en que Robert la miraba ahora… no era la de un hombre derrotado.

Era la de alguien que estaba disfrutando el desafío.

Él entrecerró los ojos, tamborileando los dedos sobre su escritorio con aire calculador.

Luego, sin previo aviso, sonrió.

Y esa sonrisa hizo que un escalofrío le recorriera la espalda.

—Muy bien, Emma.

Su tono era bajo, casi divertido. Como si acabara de tomar una decisión interesante.

—¿Muy bien, qué? —preguntó ella con cautela.

Robert se inclinó un poco hacia adelante, sin apartar la mirada de ella.

—Si lo que querías era guerra…

Hizo una pausa, disfrutando el momento.

—Te recojo mañana a las 7:00 a. m. para ir con James y su familia a la cabaña.

Emma sintió que el aire se le atascaba en la garganta.

—¿Qué?

Robert sonrió aún más.

—No puedes retractarte ahora, novia mía.

Emma supo en ese instante que acababa de cavar su propia tumba.

Porque si Robert Blackwood estaba aceptando el juego…

Era porque ya había encontrado la forma de ganarlo.




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