El auto se detuvo suavemente frente a la impresionante cabaña que, como todo lo que rodeaba a Robert Blackwood, parecía sacada de una revista de lujo.
Emma no estaba segura de qué esperaba encontrar, pero definitivamente no era esto.
La cabaña no era pequeña ni acogedora en el sentido tradicional.
Era una construcción moderna, de enormes ventanales y techos altos, con acabados en madera oscura y piedra pulida.
Parecía más un resort privado que una cabaña para un fin de semana familiar.
Emma bajó del auto con la boca ligeramente abierta, recorriendo la propiedad con la mirada.
—¿Seguro que esta es la cabaña de tu familia y no un hotel cinco estrellas?
Robert sonrió con diversión mientras sacaba las maletas.
—James siempre ha tenido debilidad por los “retiros relajantes”.
Emma resopló.
—Sí, porque esto grita “retiro relajante”.
Justo en ese momento, se percató de un detalle importante.
No había otros autos.
Frunció el ceño y miró a su alrededor.
—¿Dónde está tu hermano? ¿Y el resto de la familia?
Robert también pareció notarlo en ese instante.
Sacó su teléfono y revisó su bandeja de entrada.
Nada.
Entonces, justo cuando estaba por llamar a James, su teléfono sonó.
—¿Dónde demonios estás? —preguntó Robert apenas contestó.
Del otro lado de la línea, James soltó una carcajada despreocupada.
—Oh, ¿llegaron ya? Qué bien.
Robert entrecerró los ojos.
—James…
—Mira, hermano, no te enojes —interrumpió James con un tono que indicaba que, efectivamente, Robert iba a enojarse—. Pero tal vez esto no era exactamente un fin de semana familiar.
Emma alzó una ceja al ver cómo Robert fruncía el ceño con fuerza.
—¿Qué significa eso?
—Significa que quise ayudarte un poco —dijo James con tono inocente—. Te pasas la vida trabajando y te cuesta salir con tu novia. Así que pensé… ¿por qué no darles un empujoncito?
Robert pasó una mano por su rostro.
—James, dime que esto es una broma.
—Para nada. La cabaña es toda suya este fin de semana. Disfruten. Relájense. Y, por cierto, el cumpleaños de Mia es en dos semanas, así que será la ocasión perfecta para que Emma conozca al resto de la familia.
Emma se atragantó con su propia saliva.
¿Qué?
¿Ahora también tenía que fingir en un cumpleaños familiar?
Robert le lanzó una mirada de advertencia cuando vio su expresión divertida.
—James…
—Disfruten, hermano. Nos vemos en la fiesta.
Y colgó.
Robert se quedó mirando el teléfono en su mano como si no pudiera creerlo.
Emma, en cambio, rompió el silencio con una carcajada.
—Vaya, Robert, parece que te atraparon en tu propia mentira.
Robert la miró con el ceño fruncido.
Emma sonrió con absoluta satisfacción.
—¿Sabes qué? Esto es increíble. De verdad. Ahora no solo soy tu novia en la oficina, también lo soy en tus vacaciones y en los cumpleaños familiares.
Robert cerró los ojos por un breve segundo, conteniendo su paciencia.
—No empieces.
—¿Yo? Jamás.
Emma giró sobre sus talones y se dirigió hacia la cabaña, más que dispuesta a disfrutar de esta situación.
Si iba a estar atrapada en esta mentira…
Al menos, la haría inolvidable.
Emma entró a la cabaña con la cabeza en alto y una sonrisa de pura satisfacción.
Robert, por primera vez, no tenía el control absoluto de la situación.
Y eso lo estaba matando.
Pero Emma no iba a dejarlo recuperar terreno tan fácilmente.
—¿Vas a quedarte ahí parado o vas a entrar, amor? —dijo con un tono dulzón, dándose la vuelta justo a tiempo para ver cómo Robert fruncía el ceño.
Sabía que lo estaba tentando a decir algo que los delatara, pero él no iba a darle ese gusto.
—Voy a entrar… cariño —respondió con su propia provocación, cruzando la puerta con paso seguro.
Pero antes de que el juego entre ellos continuara, una voz cálida y familiar rompió el aire.
—¡Ah, al fin han llegado!
Emma giró la cabeza y se encontró con una mujer mayor, de cabello recogido y un delantal impecable, acercándose con una sonrisa cariñosa.
Robert también se detuvo al verla.
—Nana, ¿qué haces aquí?
La mujer resopló con fingida indignación.
—Pues cuidar la cabaña, por supuesto. ¿O creías que James iba a dejarla sin alguien que se asegurara de que todo estuviera perfecto para ustedes?
Emma tuvo que hacer un esfuerzo para no reírse.
Esto solo se ponía mejor.
—Así que tú debes ser Emma —dijo la nana, tomando sus manos con un gesto amable—. He oído tanto sobre ti.
Emma lanzó una mirada rápida a Robert, que se removió incómodo.
—Espero que solo cosas buenas —respondió con una sonrisa encantadora.
—Oh, querida, este hombre no deja de hablar de ti. Quién lo iba a decir, que el pequeño Robert Blackwood finalmente se enamoraría.
Emma sintió una mezcla de diversión y algo más difícil de descifrar.
Porque por mucho que supiera que todo esto era una mentira… Robert no desmintió ni una sola palabra.
—Vengan, los llevaré a su habitación —dijo la nana, caminando hacia las escaleras.
Emma asintió y la siguió sin pensarlo.
No quería levantar sospechas.
Pero detrás de ella, Robert se quedó congelado en su lugar.
—Nana… espera.
—¿Sí, querido?
Robert la miró con una ligera incomodidad.
—¿Dijiste habitación?
La nana le lanzó una mirada exasperada.
—Pues claro. ¿No creen que iba a separarlos, verdad?
Emma sintió un golpe de adrenalina recorrerle el cuerpo.
Se giró lentamente para mirar a Robert y disfrutó cada segundo de su incomodidad.
—¿Qué pasa, cariño? —preguntó con inocente malicia—. No querrás que la nana piense que algo está mal entre nosotros, ¿verdad?
Robert apretó la mandíbula.
Emma estaba disfrutando demasiado esto.
Así que, sin esperar su respuesta, subió las escaleras tras la nana, dejándolo sin opción.