Entre mentiras y deseos

Como si el Tiempo No Pasara

Han pasado tres años.

Tres años desde aquella tarde gris en la que Emma salió del edificio Blackwood Inc.

Tres años desde que Robert le pidió que no volviera.

Tres años de silencios, de titulares cruzados en prensa económica, de éxitos individuales, y caminos que, aunque opuestos, nunca dejaron de rozarse en la distancia.

Soul Marketing se consolidó como una de las agencias creativas más potentes del continente.

Blackwood Inc., por su parte, no dejó de liderar el mercado, pero su enfoque cambió: más humano, más flexible, más estratégico... más Emma.

Y aunque jamás se volvieron a hablar,

aunque nunca más cruzaron un mensaje,

ninguno olvidó.

París – Foro Mundial de Innovación y Marketing

Emma ajustó el cinturón de su abrigo mientras observaba las puertas doradas del Grand Palais.

El evento era exclusivo: solo las diez empresas más influyentes del sector habían sido convocadas.

Y Soul Marketing, para orgullo propio y de Olivia, estaba en ese selecto grupo.

Pero Emma no estaba del todo tranquila.

Porque sabía que él también estaría allí.

Y no se había atrevido a decirle a nadie cómo ese pensamiento la tenía en vilo desde que llegó a Francia.

Aun así, había algo en su pecho que palpitaba con fuerza.

Quizá era nerviosismo.

Quizá era esperanza.

Cuando los universos se cruzan otra vez

La sala estaba decorada con gusto exquisito. Empresarios, CEOs y líderes creativos se movían con seguridad entre luces cálidas y copas de champagne.

Y entonces lo vio.

Robert Blackwood.

Imponente como siempre, más maduro, con algunas canas en las sienes que solo realzaban su atractivo.

Vestía un traje perfectamente entallado, la misma arrogancia elegante, pero… había algo nuevo en su mirada.

Menos rabia. Más paz.

Emma se quedó quieta.

Él también la había visto.

Sus miradas se cruzaron…

Y el tiempo retrocedió.

Como si aún estuvieran en ese ascensor.

Como si nada hubiese pasado.

Como si todo estuviera por comenzar.

Pero ambos sabían que no era así.

Robert caminó hacia ella sin prisas.

Emma se obligó a mantenerse firme.

Cuando estuvieron frente a frente, hubo un segundo de absoluto silencio.

Y entonces, Robert alzó una ceja y dijo con esa media sonrisa tan suya:

—Vaya… ¿vienes vestida con toda la ropa otra vez o estás lista para otro incidente en el baño?

Emma soltó una risa suave.

—¿Sigues recordando eso?

Robert se inclinó un poco, sin perder la sonrisa.

—Ciertas cosas son imposibles de olvidar.

Ella se mordió el labio inferior, apenas.

—¿Cómo estás, Robert?

Él la miró de arriba abajo, como si estuviera evaluando algo que solo él entendía.

—Conquistando el mundo. Pero me falta algo.

—¿Ah, sí? ¿Qué cosa? —preguntó con el corazón latiendo más rápido.

Robert se acercó medio paso, invadiendo sutilmente su espacio personal, como solía hacer.

—Recuperar una deuda pendiente. Una historia sin cierre.

Emma bajó la mirada por un segundo y luego lo miró directamente a los ojos.

—¿Y estás dispuesto a escuchar esta vez?

—Lo estoy —respondió él, con la voz más grave—. Pero tienes que ganártelo.

Emma ladeó la cabeza, divertida.

—¿Y cuál es la primera prueba?

Robert sonrió ampliamente.

—Bailar conmigo esta noche. Sin huir.

Emma extendió la mano.

—Solo si prometes no pedirme que deje de hacerlo.

Robert la tomó sin dudar.

—Esta vez, soy yo quien no piensa detenerse.

Y, bajo las luces doradas del palacio,

mientras el resto del mundo continuaba,

dos enemigos-amantes se daban la oportunidad de empezar de nuevo.

La música suave llenaba la sala principal del Grand Palais mientras las parejas se movían con elegancia al ritmo del cuarteto de cuerdas.

Robert y Emma danzaban en el centro del salón, atrapados en una burbuja que parecía no pertenecer a ningún otro momento.

Él mantenía una mano en su cintura, la otra entrelazada con la suya.

Ella, más ligera de lo que había sido en años, se dejaba guiar… como si confiar aún fuera posible.

Había silencios cómodos entre ellos.

Miradas que decían más de lo que sus bocas podían articular.

Y una tensión latente que no se evaporaba, aunque estuvieran rodeados de luces, cámaras y gente.

Hasta que Robert murmuró, sin apartar la vista de sus ojos:

—Nunca te pregunté por qué lo hiciste.

Emma parpadeó.

El corazón le dio un vuelco.

—¿Por qué escondí quién era?

—Sí.

—¿Por qué me mentiste, sabiendo que iba a destruirnos?

Emma bajó la mirada.

—Porque tenía miedo. Porque no sabía cómo decirlo sin arruinarlo todo. Y porque… cuando me di cuenta de lo que sentía por ti, ya era demasiado tarde para corregirlo sin parecer una traidora.

Robert asintió lentamente.

—Eso me lo dijo Liv.

Emma se detuvo por un segundo en la pista.

—¿Qué?

Robert esbozó una sonrisa amarga.

—Hace dos años. Me llamó. Me explicó todo. Me contó sobre tus dudas, tus miedos, tus intentos de dejar Soul antes de que saliera a la luz. Cómo te fuiste del país no solo para evitarme a mí, sino para no hacerle daño a la empresa.

Emma se quedó en silencio, completamente inmóvil.

—¿Y… por qué no me dijiste nada?

—Porque necesitaba odiarte todavía.

Robert apretó suavemente su mano, volviendo a moverse al compás de la música.

Emma lo siguió, hipnotizada.

—Y lo lograste.

Él negó con la cabeza.

—No. Por más que quise, nunca pude hacerlo del todo. Porque en el fondo, sabía que lo que pasó entre nosotros fue real. Aunque tú lo escondieras. Aunque yo no estuviera listo para admitirlo.

Emma tragó saliva, con la garganta apretada.

—¿Por eso estás aquí?

—Estoy aquí porque, cuando vi tu nombre entre los ponentes del foro, no supe si quería abrazarte o volver a sacarte de mi vida.




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