Entre mentiras y deseos

Capítulo Final – La Última Palabra

París amanecía con una luz dorada y serena.

Los rayos del sol entraban tímidamente por las cortinas blancas del hotel, acariciando las sábanas arrugadas y los cuerpos entrelazados que descansaban en paz, por primera vez en años.

Emma despertó antes que Robert.

Lo observó en silencio.

Respiración tranquila.

Mandíbula relajada.

Mano aún sobre su cintura, como si no quisiera dejarla ir ni dormido.

Y entendió algo.

Todo lo que había pasado —el engaño, la distancia, el dolor— había sido necesario para llegar allí.

Donde no quedaban dudas, solo certezas.

Donde no quedaban máscaras, solo verdad.

Donde ambos habían aprendido que amar, en su forma más cruda, también era perdonarse.

Robert abrió los ojos lentamente, encontrando los de ella.

Sonrió, sin decir nada.

No hacía falta.

Días Después – Rueda de Prensa Internacional

La sala de prensa estaba llena.

Periodistas, cámaras, flashes.

Soul Marketing y Blackwood Inc.

Juntas.

Aliadas.

La noticia del año.

La colaboración más inesperada,

y a la vez, la más poderosa.

Robert habló primero.

Firme, profesional, encantador.

—Después de muchos años siendo rivales, entendimos que lo mejor que podíamos hacer por el sector era trabajar juntos. Blackwood Inc. y Soul Marketing no solo comparten una visión… también comparten valores, experiencia y ahora, un futuro.

Emma lo miró desde su silla, con una sonrisa ligera.

El corazón le latía rápido, pero esta vez no era miedo.

Era orgullo.

Y amor.

Cuando le tocó hablar, se levantó con elegancia.

—Dicen que los mejores resultados nacen de los desafíos más grandes. Yo agregaría algo más: de las historias más humanas. Esta no es solo una alianza estratégica. Es una muestra de lo que sucede cuando la verdad, el perdón y el respeto se ponen por encima del ego.

El aplauso fue inmediato.

Pero las miradas se quedaron en ellos.

En cómo se miraban.

En cómo algo más allá de los negocios brillaba entre ambos.

Epílogo – Seis Meses Después

Emma sostenía una copa de vino tinto mientras observaba las luces de Nueva York desde la terraza del nuevo edificio de Soul x Blackwood —la empresa conjunta que ahora lideraban.

Liv hablaba con inversores al otro lado de la fiesta.

Sophie llegaba de grabar con Archie desde Los Ángeles.

Ethan organizaba una gala benéfica con Adrian y se quejaba del estrés “de ser fabuloso”.

Todo había vuelto a su lugar.

O mejor dicho,

había encontrado su lugar perfecto.

—¿Puedo unirme? —dijo la voz grave a sus espaldas.

Emma no se giró. Solo sonrió.

—Estás tarde, Blackwood.

Robert se acercó y la rodeó con los brazos por la cintura.

—Siempre llego justo cuando me necesitas.

—Modesto, como siempre —dijo ella, apoyando la cabeza en su pecho.

—¿Sabes? —murmuró él—. A veces me cuesta creer que esto es real.

Emma lo miró.

—¿Y qué te convence de que lo es?

Robert bajó la mirada y acarició con los dedos el anillo que llevaba ella en el dedo.

—Esto ayuda.

Emma rió.

—¿Estás diciendo que casarte conmigo fue lo que te convenció?

Robert se inclinó a su oído.

—No. Fue la forma en la que volviste. Sin exigir perdón, sin condiciones. Y la forma en la que, a pesar de todo, aún me elegiste.

Emma lo abrazó más fuerte.

—Porque siempre fuiste tú, Robert. Incluso cuando no debía.

—Y tú, Emma, fuiste lo único que no pude controlar…

Y lo único que no quiero perder jamás.

Epílogo – Y Entonces, Llegaste Tú

Cinco años después

La ciudad dormía.

Nueva York estaba cubierta por una nieve fina que caía silenciosa, cubriendo las calles con una calma inusual.

Dentro del penthouse de los Blackwood-Cotes, las luces estaban bajas, el aire era cálido y en el centro de todo, una pequeña vida acababa de comenzar.

Emma estaba sentada en la mecedora, descalza, con una manta sobre los hombros y un bebé dormido en su pecho.

Sus ojos estaban hinchados por el cansancio… pero también brillaban con una dulzura serena que solo tienen las madres cuando ya no existen prioridades más importantes que ese pequeño corazón latiendo contra el suyo.

—¿No duermes? —susurró Robert desde la puerta, con voz ronca y un café en la mano.

—No puedo —dijo Emma sin moverse—. Podría pasar horas así.

Robert se acercó y se arrodilló a su lado.

Miró a su hijo.

Perfecto.

Pequeño.

Tan parecido a ella… y sin embargo, con su misma expresión testaruda incluso dormido.

—¿Ya decidiste el nombre? —preguntó Emma en voz baja.

Robert sonrió.

—Lo decidiste tú. Como todo lo importante.

Emma rió entre dientes.

—¿Estás diciendo que manejó nuestras vidas?

Robert la besó en la frente.

—Estoy diciendo que cuando me dejé guiar por ti, encontré todo lo que no sabía que necesitaba.

Ambos miraron al pequeño entre ellos.

Y por un momento, el mundo dejó de importar.

Los escándalos, las alianzas, los errores del pasado.

Todo se resumía a eso.

A una noche en calma.

A un suspiro en el pecho de su hijo.

A una familia que jamás imaginaron… pero que ahora, no podrían vivir sin ella.

Robert acarició con la yema de los dedos la manito que se asomaba por la manta.

—Hola, Leo —susurró por primera vez—. Soy tu papá.

Y esta… esta es tu historia.

Una historia de amor que sobrevivió a todo.




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