Entre miradas y silencios

Capítulo 10

Andrea salió del cuarto junto a Ricardo con el corazón todavía latiendo con fuerza en su pecho. No sabía si era por la vergüenza, la tensión o simplemente porque aquella conversación la había dejado con demasiadas emociones encontradas.

Las luces de la fiesta le parecieron más brillantes de lo normal cuando salieron al jardín, donde todos seguían disfrutando. Mariana y José estaban cerca, mirándolos con una sonrisa de satisfacción que le dieron ganas de borrar de un manotazo.

—No vuelvan a hacer esto —soltó Ricardo con sequedad, sin dirigirse a nadie en específico, pero con una mirada clara a Mariana.

Andrea, en cambio, no dijo nada. No tenía energía para reclamar, solo quería encontrar ir a respirar el aire en el jardín. Ricardo también parecía querer apartarse de Mariana y José.

Se incorporaron en el bullicio y fueron hasta la mesa de bocadillos. Ricardo tomó una papita frita de una fuente y, antes de comerla, le preguntó:

—¿Estás mejor? —Recordaba lo nerviosa y roja que estaba en el dormitorio.

—Algo —respondió Andrea con una pequeña sonrisa.

Ricardo la observó con calma, disculpándose con ella en su mente.

—Al menos somos amigos —dijo Andrea con una sonrisa nerviosa.

—Sí —respondió Ricardo sin titubear.

Andrea sacó su celular con cierta timidez.

—¿Podrías darme tu número?

Ricardo se lo dictó y ella le dio el suyo. Andrea sonreía, tratando de disimular su sentir.

—Tranquila —le dijo Ricardo con una leve sonrisa.

Aquella sonrisa le quitaba el aliento.

"Aún sigo enamorada", pensó mientras miraba la curva de esos labios delgados y rosados.

Ricardo notó su expresión y, con cierto apuro, dijo que debía ir a saludar a los demás. Andrea asintió y lo dejó marchar, aunque su mente seguía atrapada en el momento.

Suspiró y pasó sus manos por el rostro, tratando de despejarse. Se sentía rara, como si la hubieran sacudido con demasiada información de golpe. Ricardo había sido directo, frío incluso, pero en ningún momento la trató mal. Solo… fue realista.

Y eso dolía más que si la hubiera ignorado.

—¡Andrea! —Mariana apareció a su lado, tomándola del brazo—. ¿Qué pasó? ¿De qué hablaron?

—Nada importante —respondió, aunque la expresión en su rostro probablemente decía lo contrario.

—Venga, toma algo.

—No quiero.

Pero Mariana no aceptaba negativas. Le sirvió un vaso con ron y soda, llenándolo solo hasta la mitad.

—Al menos toma esto —insistió.

Andrea tomó el vaso en sus manos y lo observó.

—Venga, disfruta.

Sin saber por qué, obedeció. Mientras bebía, el tiempo pareció ir más lento. El sabor de la gaseosa era más fuerte que el del ron, un dulzor adictivo que le hizo seguir tomando hasta vaciar el vaso.

Cuando lo dejó a un lado, Mariana la miraba sorprendida.

—Te lo has tomado de una sola vez —dijo con incredulidad.

Andrea se sorprendió a sí misma.

—Me gustaba más la gaseosa.

—Sí, le puse más soda que ron —Mariana sonrió con orgullo por su mezcla—. No te preocupes, sé que no sueles beber.

Pero aunque la bebida era ligera, Andrea comenzó a sentir un leve mareo mientras pasaba el tiempo.

—Toma más —le ofreció Mariana, pasándole otro vaso.

Encantada con el sabor, Andrea lo bebió de un trago y pidió otro. Mariana le sirvió otro más, pero cuando Andrea volvió a pedir, Mariana ya preocupada le negó. Andrea, sin insistir, se sirvió solo soda en un vaso lleno.

Mientras bebía, vio a Santiago acercarse.

—¿Bailamos? —preguntó con una sonrisa.

—No sé bailar —intentó excusarse, pero él solo rió.

—Solo sigue mis pasos.

Andrea abrió la boca para negarse, pero Santiago ya le estaba tomando la mano con suavidad, guiándola con naturalidad.

Dejó su vaso en la mesa antes de que se derramara y lo siguió. No quiso ser grosera, pero cada paso hacia la pista de baile le pesaba más. Mientras los demás giraban al ritmo de la música, ella solo sentía que su incomodidad crecía.

Intentó moverse, seguir el ritmo, pero su cuerpo se sentía torpe. Su incomodidad la estaba delatando, y en su cabeza se repetía lo mismo una y otra vez: "Pensé que había cambiado. ¿Por qué no pude decir que no claramente?"

Sus manos estaban tensas en los hombros de Santiago y su mirada buscaba cualquier punto de escape. Para rematar, su cabeza comenzaba a dar más vueltas, tanto por la bebida como por el movimiento del baile.

Mientras giraban, su vista chocó con la de Ricardo.

Estaba al otro lado del jardín, observándolos con el ceño ligeramente fruncido. No parecía molesto. No parecía celoso.

Parecía… analítico. Como si estuviera tratando de entender algo.

Andrea bajó la mirada de inmediato, sintiendo que la presión en su pecho aumentaba.

Quería alejarse, pero sus pies no se movían.

No sabía qué hacer.

Mientras tanto, Mariana los observaba desde lejos. Esperó a que la canción terminara y comenzó a acercarse, pero antes de que pudiera llegar, Santiago tomó a Andrea de la mano y se la llevó con discreción. Con una mirada firme, le dejó claro a Mariana que no se acercara.

Se alejaron hasta un rincón apartado del jardín, donde la música llegaba más tenue. A pesar de la distancia, Mariana siguió sus pasos, acercándose sigilosamente sin que lo notaran.

Santiago fijó la mirada en Andrea, sus ojos reflejaban cierta molestia.

—¿Por qué me ignoraste aquella vez que te dijeron que me gustabas? —preguntó con un tono más serio de lo habitual—. Esperaba una respuesta aquel día.

Andrea bajó la mirada, sintiéndose incómoda.

—Tú debiste decírmelo en persona, no mandar a alguien más —respondió, como una excusa, como un intento de justificar lo que había hecho.

Santiago apretó los labios, comprendiéndola, pero no por eso menos dolido.

—Aun así, merecía una respuesta. Un rechazo es mejor que la nada —murmuró.

Andrea se quedó en silencio, asimilando sus palabras. Sintió un nudo en la garganta cuando se dio cuenta de que, en cierto modo, ella también había estado en su lugar.



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En el texto hay: triangulo amoroso

Editado: 08.03.2025

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