Ella estaba lista para dormir temprano. No tenía ganas de nada, solo quería dejar de pensar. Dormir sería su única salida. Por eso estaba en su cama en esos momentos.
Pero el comentario del profesor no dejaba de dar vueltas en su cabeza. “Eres una espectadora. Observas, admiras, incluso idealizas… pero no actúas”. Andrea suspiró pesadamente mientras estaba acostada en su cama, mirando el techo.
Quería escribirle a Ricardo. Lo había considerado desde la charla con el docente, pero cada vez que abría el chat en su teléfono, se quedaba viendo la pantalla sin saber qué poner. Sus dedos se movían, escribía un simple “Hola”, pero antes de enviarlo, su mente la llenaba de dudas y lo borraba de inmediato.
“¿Y si él no quiere hablar conmigo? ¿Y si le parecí una tonta esa noche? ¿Y si en realidad no quiere ser mi amigo y lo dijo por amabilidad?”
Se giró de lado y abrazó su almohada. Su corazón latía más rápido de lo normal con solo pensar en la posibilidad de que en realidad la rechazó para siempre. ¿Y si Ricardo conociera realmente cómo era ella? ¿Y si descubría que ella no era interesante?
"¿Qué pensaría si me conociera? Soy la que se paraliza de miedo, la que piensa demasiado las cosas antes de hacerlas, a la que siempre se queda en el césped observando a los demás correr."
Se cubrió el rostro con la almohada. Se odiaba por pensar así, pero no podía evitarlo. Por un lado, quería creer en las palabras del profesor, en que la vida no estaba hecha para verla desde afuera. Pero, por otro, el miedo la mantenía atrapada en esa zona de confort que, aunque no la hacía feliz, al menos la protegía de salir más lastimada.
“¿Y si me arriesgo y lo arruino? ¿Y si es mejor quedarme como estoy?”
Su cabeza era un caos de pensamientos contradictorios. Sentía que estaba en una batalla entre lo que deseaba y lo que temía. Porque, al final, si escribía ese mensaje, si se atrevía a dar el primer paso, ya no habría vuelta atrás. Y eso la aterraba.
Apretó el teléfono contra su pecho, respiró hondo y cerró los ojos. Tal vez mañana tendría más valor, tal vez mañana las dudas serían menos pesadas. Pero, en el fondo, sabía que siempre encontraba una excusa para posponer lo que realmente quería hacer.
Abrió los ojos ya que no pudo dormir por más que lo intentaba, se revolvía en su cama con el celular en la mano. Su mente no la dejaba en paz. Sus dedos tamborileaban sobre la pantalla hasta que, finalmente, escribió de nuevo un "Hola" en la conversación con Ricardo. Se quedó mirando la palabra, inmóvil. ¿Enviar o borrar? Estaba a punto de eliminarlo cuando el celular se tambaleó en sus manos y cayó directamente sobre su rostro.
—¡Ay! —se quejó, llevándose la mano a la nariz adolorida. Se sentó de golpe en la cama, frotándose el rostro con un quejido frustrado.
De repente, el celular vibró sobre la cama. Sintió un escalofrío recorrer su espalda. Se quedó quieta, su respiración se volvió superficial.
—No, no, no... —susurró para sí misma, con el pánico creciendo en su pecho. No necesitaba verlo para saber lo que había pasado.
Su corazón latía con fuerza mientras permanecía sentada, sin atreverse a tocar el teléfono. Pasaron diez minutos en los que solo escuchaba su propia respiración. Finalmente, inhaló profundamente, se giró lentamente y agarró el celular con una mezcla de miedo y resignación. Lo desbloqueó con los dedos temblorosos y cerró los ojos un instante, intentando calmarse.
Cuando al fin los abrió, vio la notificación: Ricardo había respondido. Un simple "Hola".
Andrea sintió cómo su estómago se revolvía. ¿Por qué lo había enviado? Bueno, técnicamente no lo envió ella… su nariz lo hizo, ¿cierto?
—Mié... mi nariz se lo envió —susurró, atónita.
Pero, más allá del accidente, sabía que en el fondo había querido escribirle. Solo que ahora, enfrentando la realidad, su mente comenzó a atacarla con dudas.
¿Qué pensaría él? ¿Le parecería raro que, de la nada, le hablara? Y más importante aún… ¿qué pensaría si realmente la llegaba a conocer?
El miedo la invadió. Hasta ahora, todo había sido una burbuja segura de recuerdos, de momentos en los que ella lo había observado desde lejos, idealizándolo, sintiendo sin exponerse demasiado. Pero ahora, con una simple respuesta, se abría una posibilidad que la aterraba.
¿Y si él se daba cuenta de que en realidad no era tan interesante? ¿Y si le aburría? ¿Y si todo lo que ella imaginó no se correspondía con la realidad?
Se abrazó las piernas, ocultando el rostro entre sus rodillas. No era la primera vez que sentía esto. Toda su vida había tenido miedo de que la gente la viera tal cual era y decidiera que no valía la pena. Había aprendido a ser una espectadora de su propia historia, pero ahora… ahora se suponía que tenía que actuar.
Las palabras de su profesor resonaron en su cabeza: "La vida no es solo para mirarla desde afuera".
¿Podría hacerlo? ¿Podría salir de su zona segura y arriesgarse?
Miró el "Hola" en la pantalla. Tal vez no tenía que responder de inmediato. Tal vez podía esperar… pero, ¿esperar qué? ¿Que él se olvidara? ¿Qué ella encontrara el valor?
Suspiró, cerrando los ojos. Solo un pequeño paso. Uno a la vez.
Ya no quedaba más, era seguir o huir. Mientras ella seguía dudando recibe otro mensaje de él diciéndole si se podían ver al día siguiente.
Andrea se sorprendió de aquello, estaba atónita pero eso le animó a abrir el chat para responder con un "Sí" aceptando la salida.
Y así quedaron el reunirse en una cafetería.