Entre miradas y silencios

Capítulo 14

Al dejar a Andrea, Ricardo se dirigió al centro de la ciudad. Había quedado con Santiago en la tarde, así que debía esperar hasta que llegara la hora.

Pasaron las horas, y él se dedicó a observar a la gente desde su asiento. Con un lápiz y un papel en mano, analizaba los rostros que pasaban frente a él: algunos reflejaban preocupación, otros alegría, e incluso algunos parecían completamente ausentes. Le gustaba imaginar qué historias escondían detrás de sus expresiones. Entre trazos sueltos, dibujó la iglesia de la plaza principal, capturando cada detalle con la precisión de quien se pierde en sus pensamientos.

Cuando el sol comenzó a bajar, Santiago apareció y se acercó a su asiento.

Se saludaron chocando los puños y, antes de entrar en temas más profundos, se pusieron al día sobre los años que no pudieron compartir. No habían hablado realmente en la fiesta, así que aprovecharon el momento para revivir recuerdos y bromear como solían hacerlo antes.

Pero después de un rato, Ricardo llevó la conversación hacia donde realmente quería.

—¿Y qué tal la pasaste en la fiesta?

Santiago suspiró.

—¿Esta charla será sobre Andrea? —preguntó con un tono molesto—. No necesitas ser sutil conmigo para llevarme a hablar de lo que quieres.

—Tienes razón. Contigo es mejor ir directo al punto.

—Así es. Y fui rechazado, así que tienes el camino libre, si es algo que quieres.

Ricardo hizo una pausa, como si estuviera decidiendo si seguir con el tema o no.

—¿Recuerdas a Alicia?

—¿Tu amiga de antes de repetir el año?

—No era solo mi amiga —su voz bajó un poco—. Éramos pareja... o al menos eso creía hasta que repetí el año. Pensé que seguíamos juntos porque nunca terminamos, pero un día la vi de la mano con otro chico. La confronté, pero ella solo me miró con asco y se rió de mí mientras él me insultaba. En ese momento me sentí muy pequeño. No hice nada. Me quedé paralizado mientras ellos se alejaban abrazados. Nunca recibí una explicación.

Santiago lo miró con seriedad. Por un instante, vio a su amigo en un estado de vulnerabilidad poco común en él. Sus ojos se cristalizaron, pero en cuanto tomó aire, esa expresión desapareció.

—¿Aún sigues herido entonces? —preguntó Santiago.

—Sí. Han pasado años y no he recuperado la confianza para tener otra relación. Así que, si necesitas ayuda con Andrea, yo podría ayudarte. Estamos comenzando a ser amigos.

Santiago se quedó en silencio, sin saber qué responder. Al final, solo dijo:

—Ella ya me rechazó.

—¿Y te vas a rendir?

—Debería respetar su decisión —respondió con firmeza.

Ricardo apoyó un codo sobre la mesa y dejó escapar un leve suspiro.

—No entiendo cómo alguien puede enamorarse de una persona que no conoce. Es decir, lo primero que se ve es el físico, pero eso es superficial. No se sabe si son compatibles, si comparten los mismos valores, si siquiera podrán entenderse. Con Alicia fue diferente, primero la conocí, no me dejé llevar solo por la atracción. De hecho, ella fue la interesada al principio. Pero aun con todo lo que creí saber de ella, nunca fue sincera conmigo. Así que, si quieres un consejo, conoce a Andrea y haz que ella te conozca. Puede que algo suceda… aunque no sé si estoy dando el mejor consejo.

Santiago lo observó con atención, evaluando sus palabras.

—Dijiste que están comenzando a ser amigos… ¿Qué tan seguro estás de que tú no acabarás enamorado de ella?

Ricardo se quedó boquiabierto. No había considerado esa posibilidad. Pero después de meditarlo unos segundos, sonrió con confianza.

—No va conmigo la gente insegura o que no se da a respetar —respondió finalmente—. No tengo nada contra Andrea, pero si me preguntas qué no debe tener mi pareja, eso es lo que te diría. Me gusta la seguridad. Saber que, aunque no esté con ella 24/7, podrá estar bien sin mí, sin un príncipe que la rescate. No digo que no pueda ser vulnerable, porque al final todos lo somos. Pero lidiar con inseguridades constantes, tener que dar reafirmaciones todo el tiempo… eso me cansa. Para una relación, quiero paz. Quiero alguien con quien pueda apoyarnos mutuamente, no alguien que me detenga.

Santiago lo miró con seriedad.

—¿Eso piensas de Andrea?

—No de ella. Pero sí de la inseguridad.

El silencio se instaló entre ellos, acompañado por el murmullo de la ciudad.

—Si ella cambia, entonces… ¿sí podrías?

Ricardo lo miró fijamente. Parecía que Santiago buscaba, sí o sí, una confirmación.

—No quiero perder la amistad.

Santiago no esperaba esa respuesta, y, para su sorpresa, le causó gracia. Soltó una pequeña risa.

—¿De qué te ríes? —preguntó Ricardo, frunciendo el ceño.

—Nuestra amistad seguirá, sin importar quién se quede con ella. O puede que, al final, no se quede con ninguno.

Ricardo se dio cuenta de que, aunque insistiera en que no estaba interesado en Andrea, para Santiago siempre existiría esa posibilidad. Así que, en lugar de seguir discutiendo, simplemente dijo:

—Intenta ser su amigo también.

—Lo haré. Gracias por el ánimo.

Después de eso, dejaron el tema de lado y continuaron bromeando, compartiendo recuerdos del pasado y disfrutando de la compañía del otro, como en los viejos tiempos.



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En el texto hay: triangulo amoroso

Editado: 08.03.2025

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