El sábado por la mañana, Andrea decidió escribirles individualmente a sus compañeros de grupo. Uno le respondió que estaba ocupado con tareas de otras materias, otro mencionó que acababa de perder a un familiar cercano y el último simplemente dijo que estaba descansando.
Suspiró profundamente, tratando de calmarse.
Aún no había contestado a ninguno, pero tenía que tomar una decisión. Si seguían dejando pasar los días, no harían nada, y su grupo era el primero en exponer. La docente había aclarado que solo habría un grupo por clase, así que serían los únicos presentando ese día. Aunque todavía quedaba más de una semana, no quería dejarlo para última hora.
Sacó su cuaderno y y al abrirlo, notó el papel con el número de Santiago. Se quedó observándolo unos segundos. Se le ocurrió aprovechar su oferta de ayuda, pero dudó si estaría bien hacerlo.
—Si me lo ofreció, debe ser porque realmente quiere ayudar… ¿no? —murmuró, indecisa.
Finalmente, guardó el número y le envió un mensaje. Para su sorpresa, Santiago respondió casi al instante, confirmando que podía ayudarla.
Andrea le explicó la situación y lo que sus compañeros le habían dicho. Santiago le pidió detalles sobre el tema y cómo planeaba abordarlo.
Al cabo de unos minutos, le envió un mensaje con una lista detallada de pasos: cómo dividir el tema, qué asignar a cada compañero para investigar, y hasta le recomendó usar Canva en lugar de PowerPoint para la presentación.
También le sugirió hacer la línea del tiempo en papel sábana en vez de ponerlo en las diapositivas para que no esté retrocediendo para mostrarlo.
Andrea leyó todo con asombro.
—Wow… —susurró, impresionada por la precisión y claridad de sus sugerencias.
Sin perder más tiempo, tomó la iniciativa y escribió en el grupo. Asignó a cada uno una parte del tema y dejó en claro que para el lunes necesitaba avances para evaluar si hacía falta más información. También les recordó que eran el primer grupo en exponer y que, aunque todos tenían otras materias y otros asuntos, debían organizarse, ya que esa nota los beneficiaría a todos.
Para su alivio, todos respondieron afirmativamente. Aunque todavía sentía cierto miedo sobre lo que pudieran pensar de ella, una sensación diferente comenzó a crecer en su interior.
Por primera vez, sintió que tenía el control, que podía llevar al equipo a la victoria.
Y eso la hizo sonreír.