Entre misiones y latidos.

Un mundo donde escapar.

Aiden nunca imaginó que su vida comenzaría a cambiar una noche cualquiera, mientras el mundo seguía girando sin prestarle atención.

Despertaba todos los días con el mismo sonido apagado del despertador, el mismo techo blanco, el mismo silencio. Vivía solo en un pequeño apartamento en el centro, sin mascotas, sin visitas, sin recuerdos recientes que valieran la pena. El trabajo remoto le había facilitado evitar el mundo exterior, pero también lo había encerrado en una rutina en la que sus emociones se fueron apagando sin que se diera cuenta.

Su vida social se reducía a chats laborales y saludos mecánicos al repartidor. Las tardes eran largas, y las noches, eternas. Sin embargo, justo cuando el sol comenzaba a esconderse y la ciudad encendía sus luces, él encendía su verdadera conexión con algo que lo mantenía cuerdo: Elarion.

Elarion era un MMORPG de fantasía medieval, un mundo vibrante lleno de dragones, castillos flotantes, aldeas mágicas y enemigos imposibles. Pero más que eso, era su santuario. Mientras los demás lo usaban para entretenerse, Aiden lo necesitaba para sobrevivir emocionalmente. Allí no era invisible, ni torpe, ni solitario. Era Kael, un arquero de capa negra y mirada helada, temido por su habilidad y respetado por su reputación como jugador solitario.

Aiden no tenía interés en clanes ni en formar parte de equipos. No confiaba en nadie. Había probado antes abrirse con otros jugadores, pero todos desaparecían tarde o temprano, como en la vida real. Así que decidió jugar solo. Era más fácil. Más seguro.

Esa noche, tras un día gris y sin sobresaltos, se preparó para completar una misión que había estado posponiendo por días: la exploración de la Torre de los Ecos, una mazmorra de nivel alto que requería mínimo tres jugadores. Pero Aiden era testarudo. Tenía las estadísticas necesarias, el equipamiento perfecto y la habilidad para hacerlo por sí solo… al menos, eso creía.

Ingresó al lugar. El ambiente en la torre era opresivo, con ecos digitales que resonaban cada vez que daba un paso. Columnas antiguas, runas flotantes y enemigos invisibles que se activaban con el sonido. Era un mapa traicionero, y aunque iba preparado, cometió un error.

Se adelantó demasiado y activó una emboscada. Tres espectros lo rodearon. Saltó hacia atrás, disparó una ráfaga de flechas, usó su habilidad de evasión… pero no fue suficiente. Uno de los espectros lo golpeó por la espalda, y su barra de vida descendió peligrosamente. Su respiración se aceleró. Estaba a un par de segundos de morir.

Y entonces, apareció ella.

Un destello azul iluminó la sala. Una burbuja de escudo lo envolvió justo a tiempo para bloquear el golpe mortal. Desde la entrada de la sala, una figura esbelta caminó con paso decidido. Vestía una túnica violeta con detalles plateados. En sus manos brillaba un bastón de cristal. Ejecutó un hechizo con una elegancia que Aiden no había visto antes, y los espectros comenzaron a derretirse ante su poder.

La batalla terminó en menos de un minuto.

El nombre sobre su avatar decía: Lyra.

—“¿Siempre tan valiente… o solo imprudente?” —apareció en el chat.

Aiden parpadeó. Tecleó rápidamente:

—“Tenía la situación bajo control.”

—“Claro. Se notó cuando casi mueres frente a esos fantasmas.”

Él sonrió. Hacía mucho que no reía frente a un monitor.

—“Gracias por la ayuda.”
—“De nada. Me aburría esperando a mi equipo, pero parece que no vendrán.”
—“¿Quieres hacer el resto de la mazmorra juntos?”

Silencio. Luego:

—“Está bien. Pero no vuelvas a correr como loco.”

Completaron el resto de la torre como si jugaran juntos desde siempre. Se cubrían, se complementaban, se entendían. Aiden no recordaba haber tenido una misión tan fluida ni tan divertida. De hecho, se sorprendió a sí mismo prestando atención no solo a la estrategia, sino a los pequeños gestos de Lyra. Cómo usaba hechizos entre líneas para ayudarlo sin hacerlo notar. Cómo se movía como si conociera cada rincón del mapa. Era inteligente, ágil y directa. Como si llevara años en el juego. Como si perteneciera allí.

Al terminar la misión, Lyra le mandó un emoji de corazón pixelado. Y luego, sin decir nada más, envió una solicitud de amistad.

Aiden se quedó mirando la pantalla por un momento. Dudó. No solía aceptar a nadie. Pero esta vez… algo dentro de él se encendió. Tal vez curiosidad. Tal vez esperanza. Tal vez una chispa que no entendía.

Clic.
Aceptar.

Apagó la computadora más tarde de lo habitual esa noche. Se tumbó en la cama, sin quitarse los audífonos, con la luz apagada. El techo seguía siendo blanco. El silencio seguía allí. Pero algo había cambiado.

Pensó en ella. En esa voz escrita. En esa hechicera de túnica violeta.
Y sin saber por qué… sonrió.




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