El sol había salido hace tan solo unos minutos cuando el timbre de los Tindergar se hace escuchar.
Margareth y Robert se encuentran desayunando entre olor a café y tostadas recién hechas, ambos con cara de preocupación y cansancio. Quien atina a levantarse es ella, pero su esposo la detiene.
—Abro yo y voy saliendo — se levanta, le da un beso y pide, mientras camina hacia la puerta, que le avise si llega a pasar algo con Thomas.
—Buen día señor Tindergar — escucha ni bien abre. Adrian lo saluda.
—Fuera del colegio soy solo Robert — le aclara después de devolverle el saludo y sigue su camino, dejando la puerta abierta como invitándolo a pasar.
Adrian ingresa sin dudarlo, anunciándose e interrumpiendo un sorbo de café a Margareth.
—Buen día hijo — le responde —sentate, comete una tostadita —
Adrian está cautivado por el aroma, con los ojos casi cerrados y su nariz inhalando lo tentador de esa mañana. Aunque ya haya desayunado no puede negarse a un pan tostado.
—¿Y Thomas? — pregunta con la boca llena de migas.
—No va a ir al colegio, el doctor Parker le recomendó reposo. Si querés podes pasar después de clases —
Se muere de ganas de ver a su amigo, pero la realidad es que no hay apuro, puede esperar perfectamente unas horas más. Toma otra tostada para el camino y ni bien está por cruzar la salida se la escucha a Elizabeth.
—¡Esperame Adrian que vamos juntos! —
Margareth nota como el muchacho mira embobado a su hija que está bajando la escalera mientras se pone la mochila y luego ata su cabello con una coleta azul.
—Por lo menos no vas mal acompañado, ¿no? — le dice y guiña un ojo.
—Hasta luego señora — dice el sonrojado Adrian cuando Eli pasa a su lado y juntos parten rumbo al colegio.
El frio de la mañana no logra despabilar a Eli que no para de bostezar. Sus ojeras denotan que no ha dormido mucho y su acompañante lo nota.
—Que carita Eli, ¿Qué pasó? —
La joven le cuenta que durmió solo dos horas, ya que se había quedado prácticamente toda la noche escuchando lo que su hermano vivió en lo que parece ser otra realidad.
—Al pecho lo hecho —
—A lo hecho pecho Adrian — corrige la niña —¿ni ese cortito podés decir bien? Además, no tiene nada que ver —
En el camino lo va poniendo al tanto de todo.
—¿Vos la comandante? — Adrian no puede contener su risa cuando el relato llega a esa parte de la historia. Elizabeth pone una mano en su hombro.
—Es momento de que entiendas que la inteligencia cotiza más que la fuerza — le dice queriendo retrucar la burla —¿Qué les enseña esos juegos que tanto les gustan? —
Adrian, sin dudas, no puede ni siquiera imaginarse a esa pequeña muchacha comandando algo como un ejército.
La charla es finalizada cuando ambos están de acuerdo en que hay que idear un plan. Al ingresar al establecimiento se separan, cada uno va a su aula.
Cuando Adrian ingresa a la suya pocos son los compañeros que están ocupando sus lugares. Se abre paso en el barullo y se acomoda en su lugar. Recién ingresa y no ve la hora de ir en busca de Thomas. A decir verdad, ¿Quién quiere estudiar el último año? Adrian no es la excepción y con todo lo que está sucediendo menos aún.
Mientras lentamente escribe la fecha en la hoja que va a utilizar alcanza a oír ruido de sillas arrastrándose, la sombra de alguien que se le acerca oscurece el papel. Al levantar la mirada ve que está rodeado por Mathew y sus lacayos de siempre, Tom y Nick. Los tres se colocan lo más cerca posible de Adrian, lo que hace que se sienta totalmente intimidado.
—¿No vino tu novia hoy? — pregunta Mathew. No hay manera de que sospeche lo que Adrian siente por Elizabeth y claramente se refiere a Thomas. El muchacho no da respuesta, nuevamente, ante la presión, Adrian queda inmóvil. Tan solo se remite a pensar << ¿Cuándo va a llegar el día en que deje de actuar como un idiota?>> claramente hoy no.
—Ya que no vas a hablar... — Mathew está casi encima de Adrian —decile a tu amiguito que ni se le ocurra aparecer — Todavía tiene su ojo morado gracias al puño de Thomas y para él es imperdonable el verse así.
En ese momento ingresa la señorita Mayers, quien está a cargo de las clases de literatura y cada alumno se ubica en su pupitre. La profesora es la más joven del instituto. Esa de la cual todos los adolescentes se han enamorado mientras escribe en el pizarrón.
Adrian, lejos de las caderas de Mayers, solo piensa en la amenaza de Mathew << ¿Qué no aparezca?>> piensa mientras de fondo siente el balbuceo de la profesora << ¿Qué pretende, que no venga más a la escuela?>>
La mañana se torna interminable gracias a la ansiedad por ver a su amigo, pero finalmente pasó.