Entre Mundos: Relatos Cortos.

Segundo Deseo.

Los meses siguientes a su encuentro con el genio fueron caóticos.

 Tanto para Isabel como para el resto del mundo, en especial para el resto del mundo. Resulta que no estaban listos para despertar esa mañana en un mundo libre de crimen. Isabel tampoco había estado lista para descubrir que, lo que en realidad había pedido al desear que el crimen desaparezca, era que todos los criminales desaparecieran también.

 Honestamente, a Isabel no le molestaba. Sentía orgullo al saber que el mundo era un mejor lugar ahora, gracias a ella. Pero también tenía un vacío en el pecho que no podía ignorar. Se sentía engañada por el genio. Había cumplido con su deseo, pero también había llenado los espacios en blanco como él había querido.

 No podía evitar sentirse incomoda sabiendo que era responsable de tantas vidas que ya no estaban . ¿Pero qué otra cosa pudo haber pedido? ¿Que la maldad del ser humano desapareciera? ¿Que cualquier impulso que llevara a alguien a convertirse en criminal ya no existiera? Isabel no sabía mucho sobre la magia involucrada en el genio, pero algo le decía que siempre iban a ver algún giro inesperado que ella no podría prever.

Y todavía le quedaban dos deseos más.

 Al haber desaparecido el genio, no estaba segura de cuando iba poder reclamarlos, pero por como iban las cosas agradecía tener un poco más de tiempo para pensar que es lo que pediría.

 Cuando pensaba en lo que quería, la imagen de su hermano Hernan aparecía en su rostro. Jovén y feliz, como lo había sido cuando ella era pequeña. Lo extraba tanto, pero no quería arriesgarse a que el genio lo corrompiera. Tenía que pensarlo muy cuidadosamente, pero su trabajo apenas si le dejaba algo de tiempo libre esos días.

  Isabel había pensado que una vez que el crimen fuera eliminado, no habría razón para que la policía siguiera existiendo. Pero la verdad era que los días siguientes hubo grandes protestas en todo el mundo, e Isabel debía estar ahí, protegiendo y conteniendo.

 Las protestas no duraban mucho, en el momento en que las cosas se volvían violentas, y siempre se volvían violentas, las personas comenzaban a desvanecerse de ambos lados. Entonces el aire se volvía frío y tenso, y todos volvían a casa en silencio.

 Las calles se mantuvieron vacías por un par de semanas. Nadie entendía el motivo de las desapariciones, Isabel comenzó a dudar de saber lo que ocurría cuando escuchaba extraños rumores de desapariciones de niños y bebés.

 Semanas después de la ultima protesta, la llamaron del trabajo. Hacía tiempo que ya nadie se molestaba en presentarse, pero aparentemente la policía volvería a funcionar con normalidad y necesitaban a todos los oficiales que pudieran conseguir. Una vez más, Isabel no pudo negarse. 

 Al llegar, Isabel conoció al Señor Thompson, un supuesto experto, aunque nunca aclaró sobre que lo era.  Explico que estaba ahí como parte de su servicio civil, trabajaba con el gobierno para ayudar a traer la paz de nuevo a la sociedad. Él estaba ahí para decirles cómo hacer su trabajo de ahora en más. 

 De inmediato, a Isabel no le gusto para nada el Señor Thompson. Sus ojos azules siempre se quedaban demasiado en ella, como si supiera lo que había hecho y la culpara por le trabajo extra que ahora todos debían hacer. 

 El Señor Thompson les dio portafolios llenos de información y posibles respuestas que los ciudadanos podrían hacerles y los mandó a sus escritorios. Luego abrió las puertas y de a uno, los ciudadanos que quedaban se les acercaban.

 Isabel temblaba como una hoja. Leía una y otra vez los primeros párrafos del texto y su mente daba más y más vueltas. ¿Era eso lo que tenía que decir? ¿Una especie de purgación religiosa? ¿Era acaso una mentira? Ya no estaba segura. 

―¿Oficial Gonzales? ―una voz la llamó.

Isabel estuvo a punto de caerse de la silla, era la esposa de Rivero y llevaba a su bebé en brazos.

―¿Si? ―dijo con la garganta seca.

―Soy...

―Lo sé ―se apresuró a contestar―, Margaret.

 La mujer se sentó frente a ella. Se veía demacrada, palida y con los ojos hinchados y rojos de llorar. Isabel se movió incómoda. Cuando escucho que Rivero había estado recibiendo sobornos de una banda criminal no se sorprendió, pero si se sintio mal por su familia.

―Yo solo...―dijo con voz ronca―, yo solo quiero respuestas.

―Por supuesto ―dijo Isabel, sosteniendo con fuerza los papeles en sus manos―. Pero primero, ¿puede ofrecerle un vaso con agua?

 Margaret negó con la cabeza e Isabel se sintió un poco perdida. Se suponía que debía servirle un vaso con agua primero, según el texto del señor Thompson, luego dar sus condolencias y entonces explicar la situación.

Respiro hondo.

―Margaret, solo quiero decir que lamento profundamente lo que paso con Ger...

―No estoy aquí por él ―la interrumpió, visiblemente afectada.

―¿No?

―No ―dijo, lágrimas cayendo por sus ojos―, estoy aquí por Miguel, es mi hijo.

―¿Su hijo...?

―Si ―rompió en un llanto silencioso―. ¡Lo he buscado en todas partes desde ese día! ¡Él desapareció de su cama en medio de la madrugada! ¡Él no es así!

―Margaret, por favor ―le pidió, tomando su mano sobre el escritorio―. Respire, veremos que podemos hacer.

 De inmediato se maldijo por hablar sin pensar. No había nada qué podía hacer. Si había desaparecido ese día, era porque había cometido un crimen. Ella no podía traerlo de vuelta.

Eso era una mentira. Ella si podía hacerlo y sería tan facil como simplemente desearlo. ¿Pero quería hacerlo?

―¡Pero no lo entiendo! ―lloró Margaret―. ¡Primero su padre y ahora él! ¡No se que haré si él no vuelve! ¡Mi pobre bebé!

 Isabel respiro hondo, con una mirada furtiva observó a sus compañeros (los pocos que quedaban) y los vio en situaciones similares. Todos habían perdido a alguien, o temían estar por hacerlo. Solo querían respuestas, respuestas que ella podía darles. ¿Pero lo haría? ¿Le creerían si lo hacía? ¿Cambiaría algo?



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En el texto hay: misterio, ciencia ficcion, plot twist

Editado: 26.06.2019

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