Entre Muros Grises

Capítulo 5

Una maldición sale de mis labios al tiempo que camino con las incomodas chanclas en mis pies. Amo cuando llueve y a la vez lo odio. ¿Es posible amar y odiar a la vez?. Amo la lluvia, porque por más extraño que suene, le brinda a esta calles un aspecto más deprimente. La lluvia me demuestra sin desenfreno que lo que hay en este lugar podría ser mucho peor de lo que es, y eso, de alguna manera, resulta reconfortante. 

Odio la lluvia porque por estos lugares, en los que las cañerías están llenas de basura, no hay paso para el agua. Eso quiere decir que cuando llueve fuerte podría darse una inundación, lo que menos quiero teniendo en cuenta que nadie está en casa y las pocas cosas que tenemos podrían irse a la mierda.

Otra cosa que odio de la lluvia es que se presente cuando tenga que salir, justo como en este momento. No tengo muchos zapatos, la mayoría de ellos rotos o que no dan para una caminata más, por lo que me toca salir con sandalias en medio de la lluvia para después ponerme los zapatos en el colegio. Creánme, no resulta para nada agradable llegar con tus pies mojados pero necesito que mis zapatos soporten, una leve mojada y quedarán inservibles.

Así que aquí me encuentro. Caminando con sandalias en el asfalto mojado, una sombrilla que tiene uno que otro hueco en mano, y con la leve esperanza de que esta lluvia no inunde las calles en las que resido. Esta es, sin duda, una de esas veces en las que quisiera llegar al colegio lo más rápido posible.

Apresuro mi paso durante el camino, encontrándome con las misma personas de siempre. Todo esto agota, verlos agota, olerlos agota, escucharlos agota... Demonios, la agitación me persigue a cualquier lugar que vaya.

Una parte de mi se alegra de encontrarme con la figura de Duncan en la entrada del establecimiento. No falta mucho para que comienzen a burlarse de la chica que viene en sandalias a la escuela, así que tampoco falta mucho para ganarme enemigos lanzando insultos. Sin embargo, hay algo en la expresión del muchacho que me deja estancada a medio paso.

Desde el día en que tuvimos la conversación más profunda que alguna vez llegué a tener con alguien, desde esas palabras en el auto, las cosas entre los dos han tomado un rumbo más calmado. No sé si alegrarme o asustarme de eso, puesto que es la primera persona que ha logrado acercarse a mi de está manera en mi vida. 

Volviendo al muchacho, hay algo en él que todavía me cautiva y que no sé qué es. Simplemente sé que hay algo, o tal vez, solo tal vez, hay demasidas cosas. Aparto esos pensamientos de mi cabeza en el momento en que vuelvo a pisar tierra, no puedo lucir así de despistada a menos que quiera que me traten como presa. Despierta, Bell, despierta. Me acerco en silencio hasta estar al lado del muchacho.

—¿Observando el paisaje deprimente? —musito a un lado él. No emite palabra alguna, simplemente mira cómo el agua cae del cielo en forma de gotas hasta dar con el concreto. Desearía decir que esta deleitándose con la vista, de verdad que lo desearía, pero cientos de cosas que son todo menos deleitación se refleja en su rostro—. ¿Quieres que te diga que es lo que me gusta de la lluvia? —pregunto. Como si eso le llamará la atención gira su rostro para encararme, yo, por el contrario, huyo de sus ojos posando mi vista en donde él la tenía—. La lluvia es demasiado deprimente, lo admito; sin embargo, no dura para toda la vida —trato de explicar—. Es un leve recordatorio de que las cosas pueden ser peores, de que tal vez, no estamos tan mal como creemos.

El silencio se apodera entre nosotros, digo entre nosotros porque soy capaz de percibir el ruido que hacen los estudiantes en el establecimiento con mucha claridad. No hay duda alguna de que son más bullosos que los niños de primaria, parece que entre más grandes, más chillones resultan. No ladeo mi rostro pero soy capaz de sentir su mirada en mi perfil izquierdo, al cabo de unos minutos es cuando me atrevo a hacerlo. Me encuentro preguntándome si es una sonrisa amable o una amarga la que me dedica.

—Esa la manera más optimista y más negativa de mirar algo —se refiere a la lluvia. Las comisuras de mis labios se levantan formando una leve sonrisa—. Pero, creí que ibas decir que te gustaba porque ahí es cuando puedes llevar sandalias —su sonrisa se ensancha en una burlona, niego con la cabeza divertida al tiempo que le brindo un suave golpe en su brazo.

—Eres un idiota —musito. Camino hasta una pequeña esquina con Duncan pisando mis talones, le pido el favor de que tenga mi maleta, y antes de aquello saco miz zapatos para hacer el cambio: sandalias por tennis.

Es eso o no tener zapatos.

—¿Por qué haces eso?

—¿Uhmm?

—Eso —reitera—, venir en sandalias para luego cambiarlas por zapatillas.

—No todos tenemos zapatos de marca, niño bonito —el tono de mi voz vuelve a ser brusco y amargo—. Una mojada a estos zapatos y quedarán vueltos nada.



#45626 en Novela romántica

En el texto hay: oscuridad, el primer amor, muros

Editado: 24.12.2018

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