Entre Muros Grises

Capítulo 8

Mis manos se apoderan de la llave antes de que a Grey se le ocurra poner una mano en ella, le lanzo una mirada divertida al chico moreno de unos veinte años, cuerpo atlético, y tatuajes por todo su cuerpo. 

—¡Bell! —la voz rasposa de Rob hace que el juego entre miradas de Grey y yo quede en el olvido.

Salgo debajo del auto con ayuda de la patineta con ruedas. Tengo que tomarme un momento antes de levantarme del suelo ya que la última vez que lo hice rápido casi termino en el suelo y con Grey estallando a carcajadas. 

Maldito idiota come mocos...

Limpio mis manos en los sucios jeans que se encuentran en mis piernas sin preocuparme por el hecho de que estén llenas de grasa. Trabajo en un taller de autos, no en un spa para uñas, por lo que siempre tengo que llevar ropa de sobra. El día de hoy, una camiseta de tirantes rota, y unos jeans con más rotos que la camiseta han sido la elegidos.

Poso mis ojos en el pequeño de mi jefe, porque hasta ahora no conozco una persona de treinta años tan pequeña como él. Arqueo una ceja en el proceso a la espera de su palabras.

—Ven, acompañame —hace un ademán con su mano indicando que lo siga.

Me guía por los pocos autos que hay deteniéndose de vez en cuando. De pronto, se detiene provocando que choque con su anatomía y escupa una disculpa en el proceso, una sonrisa divertida por parte del hombre es todo lo que obtengo antes de que una seriedad se apodere de él.

Su mano señala un auto destartalado de color café caca -si me permiten la comparación-, y con la otra un auto rojo igual o más destartalado que el café.

—Ves ese auto de ahí —señala al café con más énfasis, tengo que poner todo de mi para no responder con sarcasmo. Asiento con la cabeza—. Si logras arreglarlo ese de allí será tuyo —ahora señala al rojo con tonos grises.

—Bromeas, ¿no es así? —espeto. 
No toleraré este tipo de bromas que juegan con mis emociones.

—¿Te parece que bromeo? —pregunta con seriedad, un escalofrío me recorre y es entonces cuando me dirijo hacia el auto café. Lo primero que hago es abrir la tapa delantera y observarla con detenimiento.

—Se necesitaran demasiadas piezas y... —frunzo el ceño en medio de la observación—, ¿Qué ese motor no es ilegal? 

Inmediatamente la tapa se cierra con brusquedad. Agradezco haber sido lo suficientemente rápida como para retirar mis dedos, de no ser por mi agilidad hubiera terminado sin dedos para toda la vida puesto que hay pocos lugares a los cuales acudir en caso de accidente. Observo a mi jefe con una expresión amenazadora y puedo notar como se estremece a pesar de que trata de verse relajado.

—¿Lo harás o no? —pregunta con un leve temblor en la voz.

"¡Es un auto! ¡Hazlo, idiota!"

"¡¿Qué carajos esperas?!"

Me recuesto en el capo del auto de manera desgarbada mientras cruzo mi brazos en el proceso. Noto como su mirada se retira de mis ojos para posarla en un lado nada considerado -jodido pervertido- deshago mi posición.

—Lo haré siempre y cuando me des lo necesario para que ese de allá funcione —establezco—, y sin motores ilegales —adjudico. Lo último que necesito es que la policía revise mi auto y se encuentre con esa pendejada, lo más seguro es que me metan a la cárcel de menores. Aunque, ahora que lo pienso... son muy pocas las veces que veo a un policía rondando aquí.

La seguridad necesita seguridad.

Rob no hace nada, se limita a asentir y  murmurar un "hecho".

—Te diré la lista de materiales que necesito para esta cosa mañana, ahora necesito terminar de arreglar...

—Te daré doble paga si en los siguientes días solo te ocupas de ese auto —dice, interrumpiendo mis palabras.

—Bien, ¿para cuándo lo quieres?

—Lo mas rápido posible —espeta, tratando de conseguir la dureza que se distingue en mi voz y fallando en el proceso.

Le brindo una sonrisa cínica antes de alejarme de él. No me gusta el hecho de que se trate de hacerse el listo conmigo.

—Ese tono de voz no te queda, Rob —aclaro mientras me dirijo de nuevo hacia Grey.

Rob Collins puede ser mi jefe, pero también es un ratero mala fama al que muchas veces he visto metido en problemas. He perdido la cuenta de cuántas veces ha llegado a cerrar una semana el taller por el hecho de haber sido amenazado. Es un hombre que siempre trata de verse imponente, y como siempre trata de verse imponente, siempre falla en el intento. Su estatura pequeña, sus rasgos y continúas expresiones de susto, su inevitable tambaleo, todo aquello y mucho más lo hace ver vulnerable. Es por eso que estoy acostumbrada a verlo buscar protección en la sombra de otros, y es por eso que sé que mostrarme dura ante él me hace ganar ventaja.



#45616 en Novela romántica

En el texto hay: oscuridad, el primer amor, muros

Editado: 24.12.2018

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