Entre Muros Grises

Capítulo 12 (Parte 1)

—No puedo creer que me hayas acompañado —niego con la cabeza. Tengo la intención de sonreír pero de inmediato la reprimo—. A la maestra Miller pareció gustarle tu compañía.

—Tal vez lo que sucedió fue que le pareció muy gracioso la expresión que ponía cada vez que hablaba acerca de eso temas raros que... bueno, que están estudiando.

—Duncan, el hecho de que tu no los sepas no significa que sean raros. Además, necesitas saber física para todo eso de los aparatos que prenden y apagan, ¿no es así? —el muchacho me observa con una expresión que podría hacerme reír a carcajadas si no estuviéramos en la calle.

—No son aparatos que prenden y apagan, lo sabes.

—Que yo sepa cuando prendiste esa esfera con lucecitas adentro se prendía y se apagaba, ¿o me equivoco?

—Bueno, no pero...

—Pero nada. Prenden y apagan.

—Eso es un insulto para la...

—Prenden y apagan.

—Si tuvieras una idea de lo que...

—Prenden y apagan.

—Dejame explicarte que...

—Prenden y apagan.

—Voy a...

—Prenden y apa... —el aire de mis pulmones se escapa en cuestión de segundos solo porque evidentemente me tomo por sopresa. El movimiento fue tan rápido que apenas tuve tiempo de reaccionar, y, justo cuando logro tomar conciencia de lo sucedido, mi espalda ya esta contra la pared siendo retenida por el alto y corpulento cuerpo de Evans.

Por una vez en la vida, desearía que Duncan fuera de aquellos con cuerpo delgaducho y no del tipo de muchachos que bien podrían ser jugadores de fútbol americano.

Sus hombros son anchos, e incluso tiene el porte y la estatura para serlo.

Mierda, por qué razón me encuentro detallando su cuerpo...

Trato de deshacerme de su agarre pero fallo visiblemente cuando coloca sus piernas de una manera en la que apenas y puedo mover un dedo del pie. Su aroma varonil llega a mis fosas nasales, e interiormente me encuentro disfrutando del olor que me brinda como si fuera el de un perfume. Al cabo de unos minutos dejo de forcejear sintiéndome cansada. Arqueo una ceja al castaño con reflejos rubios que invade mi espacio más de lo que alguna vez haya hecho.

Un escalofrío recorre mi columna vertebral sin permiso alguno.

No permito que note la manera en la que mi cuerpo reacciona a su cercanía, lo único que hago es mantener mi ceja enarcada hacia él.

—No tendré piedad de ti cuando me deshaga de tu agarre.

—¿Quién dijo que te ibas a deshacer de el? —ahora su tono esta lleno de picardía, al igual que su expresión. Sé que esta tratando de molestarme, así que esbozo la misma sonrisa coqueta que tiene plantada en su rostro.

—Piensas tenerme como un animal enjaulado, no sé por qué me suena interesante  —mi tono de voz es lleno de coquetería. Noto como lo tomo con la guardia baja, siento el estremecimiento de su cuerpo contra el mío. Trato de aprovecharme de aquella situación para salir; sin embargo, mi espalda vuelve a la pared.

—¿Te parece gracioso, Bennett?

—No lo sé, Evans. ¿Cuánto tiempo vas a tenerme retenida?

—No lo sé, Bennett, debo de admitir que esta comenzando a gustarme tu cercanía.

—La cercanía siempre es lo tuyo, ¿no es así?

—Depende del tipo de cercanía.

—¿Y qué tipo de cercanía es esta?

—Me parece que tu ya lo sabes, Bennett —dice, con voz grave y lenta. Muerdo mi labio inferior sintiendo mi estomago revolverse. Logro acercarme lo suficiente a su rostro como para sentir su aliento chocando contra mi labios.

—Tal vez lo sepa, tal vez no —me encojo de hombros—. Tal vez, incluso, puedo decírtelo; pero para eso necesito que me sueltes.

—Dime qué es lo que gano yo con eso y tal vez lo haga, pensándolo mejor, admite que lo hago es mucho más que prender y apagar luces como si fuera un electricista —ahora la punta de su nariz roza la mía.

Por unos segundos siento el impulso de aguantar la respiración. Solo por unos segundos en los que me digo que no debo hacerlo. Que aunque me estoy divirtiendo con el juego esto significaría sobrepasar el límite. Luego recuerdo que estamos en entre estos muros, y entre estos muros no hay límite para lo descarado.

Me safo el agarre que tiene en un mi mano izquierda, y, aún con la sonrisa coqueta en mi rostro paso mi mano por su hombro. Su cuerpo se tensa ante mi toque, mi mano va hacia la parte de atrás de su nuca hasta internarse en su cabello. Estamos tan cerca, que podría terminar la distancia que nos separa con tanta facilidad... Lo que más me molesta es que de alguna loca y extraña manera lo deseo. Deseo aquella eliminación de distancia y no puedo evitar sentirme aterrada de ello.



#45624 en Novela romántica

En el texto hay: oscuridad, el primer amor, muros

Editado: 24.12.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.