Entre Muros Grises

Capítulo 20

 

—¿Entonces?

—¡Por el amor de Dios, Lucas! ¡Estas más insoportable que de costumbre! ¡¿Qué carajos te pasa?!

—Tranquila, mujer, solo trato de investigar cómo te sientes.

—Ese es el punto Lucas: ¿Cómo me siento acerca de lo que comí esta mañana? ¿Cómo me siento frente a la pareja que tuvo relaciones sexuales a la vuelta de la esquina? ¿Cómo me siento recogiendo la mierda de Maxon? ¿Cómo me siento al escucharte? ¿Cómo me siento frente a qué?

—No lo sabes.

—¿No saber qué? —elevo mis cejas al cielo con irritación corriendo por todo mi torrente sanguíneo.

—Que tu y Duncan cumplen tres meses.

—Espera... ¿Qué? ¿Los has estado contando?

—No están bien contados, en realidad, creo que llevan más de tres meses, tres meses y cinco días, tres meses y medio... No lo sé con exactitud.

Una enorme carcajada sale de mi.

—Estas completa y jodidamente loco. ¿Cómo es que sabes eso? Puedo asegurarte que ni siquiera Duncan lo sabe.

Se encoje de hombros.

—Ha pasado un tiempo, entre esto y lo otro en mis conversaciones conmigo mismo pensé en todo lo que ha pasado. Me di cuenta de que llevan ese tiempo, me di cuenta de que me he hecho más guapo, y me di cuenta de que soy demasiado listo —ruedo los ojos con disgusto—. Es como un abrir y cerrar de ojos. Uno de esos momentos en los que piensas en todo lo que ha cambiado sobre ti mismo y sobre las personas de tu día a día. Incluso el loco de la esquina que vende droga a cambiado. Ahora tiene un nuevo corte de pelo y en vez de gritar: "¡Vendo droga!", grita, "¡Arriba la maanoooohermanooo!".

—De seguro nadie le compra y decidió consumirla el mismo —bromeo, recostando mi cabeza en su hombro—. No me había dado cuenta.

—De que el loco de la esquina ahora grita eso, no te preocupes, quédate a dormir el día de hoy y lo escucharás a las cuatro de la madrugada gritando.

—No, no eso. De lo de Duncan, piénsalo, hace casi cinco meses Duncan vino, ¿recuerdas alguna vez en la que nos hayamos juntado con alguien de una manera tan rápida?

—Supongo que no —pasa una mano por su cabello rizado—. Es extraño pensarlo, por lo menos no soy gey, a mi no me despierta en el sentido hormonal como sucede contigo.

—Eres un estúpido —pellizco su brazo escuchando una propuesta por parte suya—, eres un grandísimo estúpido. 

—Y tu eres una grandísima torpe, solo que no lo digo todo el tiempo ¿Cuál es el problema?

—Tonto —río.

—¿Crees que él recuerde? 

—¿Que él recuerde qué? 

—¡Por el amor de Dios, mujer! ¡Debí de haber sido mujer o gay en la otra vida! ¡¿Qué si crees que él recuerde que han cumplido tres meses?

—Como si eso nos importara.

—A ti te importa —arquea una ceja en mi dirección con una sonrisa curvando sus labios.

—No, no me importa —niego—. Lucas, no me importó cuando cumplíamos un mes, ni dos meses ¿Por qué me importaría ahora?

—Porque en las anteriores veces no tenías idea de ello, ahora sí. 

—Ya te gustaría.

—No esta mal que quieras algo cursi, Bell.

—Lucas... —la voz se me va al final. Sacudo la cabeza tratando de concentrarme en la situación, una pequeña risa boba sale de mis labios—. ¿Qué mierda te sucede el día de hoy? ¿Desde cuándo te volviste mi consejero de amor? ¿Desde... desde qué... que te sucedió?

—Nada —esboza una mueca desinteresada—, solo que eres mi hermana. Así que mejor asegurarme de tus sentimientos antes de cortarle las bolas a alguien que me cae bien...

—¿Y...?

—No lo sé —refunfuña con una mueca de desagrado—. Creo que el pasar tiempo con tu maestra y... ese otro tipo me han hecho mal. Ahora siento como si fuera un psicólogo de amor.

—¿Le diste un consejo a Miller?

—Claro que no, le di un consejo a ¿Harry? ¿Gary? ¿Ally?...

—Barry.

—Ah, sí, Barry. Le di un consejo a ese tal Barry y creo que se me subió a la cabeza una historia protagonizada por Duncan y tu.

—¿Qué clase de historia? —cuestiono, sé que a Lucas ama escribir. Últimamente dedica demasiado tiempo a la laptop que Duncan le presto. Es como si cada vez que llegara a su casa el imbécil se encontrara en la computadora y solo se alejara de ella cuando quiere comer.

—Una en la que tu mueres en el capítulo treinta —dice, con tanta seriedad que no puedo evitar pensar que habla en serio—. Solo bromeo, en realidad mueren los dos si eso te hace sentir mejor. El punto aquí, es que trato de evitar esta tragedia en la vida real.

—Muy gracioso —espeto. 

Trato de acomodarme mejor en el sofá colocando mi cabeza en sus piernas y mis pies a lo largo del algo rasgado mueble. Está en mejor estado que el que tengo en casa, debería agradecer dormir en este lugar cuando puedo.



#48990 en Novela romántica

En el texto hay: oscuridad, el primer amor, muros

Editado: 24.12.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.