Entre Muros Grises

Capítulo 22

 

 

—Todavía no entiendo, dijiste que una invitación como esas no se recibe todo los días.

—Y es cierto Bell, una invitación como esas no se recibe todo los días —gruñe.

—¿Entonces cuál es el problema? ¿Por qué estás enojada? —cuestiono con exasperación—. Lucas fue un caso totalmente diferente, creo que se veía más feliz que yo al aceptar la invitación.

—¡Por el amor de Dios! No soy Lucas y... ¿podemos dejar de decir su nombre por tan solo unos minutos? —se sienta con dramatismo en la cama.

—¿Por qué no quieres que vaya? —pregunto, esta vez en tono relajado sentándome a su lado—. Creí que Duncan te agradaba.

—Lo hace.

—¿Entonces qué sucede?

—No lo se, ¿si? —expulsa una bocanada de aire—. No sé lo que sucede.

—Han si algo sucede y quieres que me quede lo haré —su vista se levanta y sus ojos verdes se encuentran con los míos. Trato de transmitirle la mayor seguridad que puedo—. Solo tienes que decírmelo y me quedaré, tal vez un viaje a New York realmente suena muy descabellado.

La verdad, ya me estaba haciendo ilusión de ir. Me imaginaba a mi en frente de los altos rascacielos que lo acompañan. Supongo que al final la emoción me venció, pero si Hannah realmente cree que debo estar aquí, o quiere que no me vaya entonces no iré. Me quedaré si es lo que ella necesita. Como dijo Jules, las oportunidades no se presentan todo el tiempo, pero se le olvidó añadir que aveces cuando no es tomada puede ser reemplazada por una mejor.

—No, no, no —se levanta de la cama como un elástico—. Yo quiero que vayas, en serio quiero que vayas. Yo... —pasa una mano por su cabello al tiempo que extiende una sonrisa por su rostro. Es tensa por unos segundos, poco después relajada—. Ve, es tu oportunidad y quiero que la aproveches. Yo ya he salido de estos suburbios al menos una o dos veces, tu ninguna así que disfrútalo y aprovéchalo —no estoy muy convencida, creo que ella lo nota por la manera en que se acuclilla en frente mío y toma mis manos—Bell, ve. No me hagas repetirlo una vez más.

—Suenas a Lucas cuando le digo que necesita ver un terapeuta —una pequeña risa sale de sus labios—. Está bien, iré —me levanto  la cama antes de envolver mis brazos a su alrededor. No tarda en responderme—. Gracias por aceptar mi desición, pero si algo sucede y no quieres que...

—Joder, Bell. ¡Si¡ ¡Si quiero que vayas! ¿Tengo que gritarlo a los cuatro cielos y al inframundo para que lo entiendas? —rueda los ojos—. Ahora, lo mejor será que me digas cómo empezará todo porque son las siete de la noche y mañana es lunes.

—Mañana llegaré a casa de Duncan a las siete, se supone que nos recoge un auto a las siete y diez, y el auto es un puntual, así que yo también tengo que serlo.

—Quédate a dormir, dijiste que ya tienes todo listo, ¿no es así?

—Así es.

—Lo tienes en la cajuela, ¿cierto? —asiento—. Entonces quédate, acomodaré en mi celular el despertador a las seis, eres rápida vistiendote, no creo que te demores mucho.

—Mi nombre no es Hannah, por supuesto que no me demoro mucho.

Lo que pasa después de ello no es mucho. Tranquilidad es lo que se adueña del ambiente mientras ella me cuenta sobre lo que le ha pasado en estos días. La escucho con atención y opino de vez en cuando. Pasan al menos dos horas cuando la mamá de Hannah aparece detrás del umbral de la puerta con comida para las dos, eso quiere decir que ha salido del trabajo mucho antes de lo que usualmente sucede, que es aproximadamente hacia las doce de la noche/una de la mañana.

Sabrina Rives comparte mucho físico con el de su hija. Ambas, inclusive, poseen muchos gestos en común la una con la otra; sin embargo, si hay algo que admiro de la Señora Rives que no tiene nada que ver con su cabello rubio, curvas muy bien hechas y facciones de rostro bien perfiladas, es lo dispuesta que está a sacar adelante a su hija como le sea posible. Su padre también la ama, de eso estoy segura, pero no es nada comparado al amor que siente su madre por ella.

Puede que sus padres no tengan un trabajo de ensueño, puede no pasen el suficiente tiempo con su hija —especialmente su papá, que suele aparecer al menos dos veces al mes para ver a su hija casi a escondidas—, puede que no sean exactamente los padres ideales pero... ¡Al diablo con los padre ideales! Lo único que uno necesita son unos padres con los que se pueda contar, en los que se pueda confiar y amar. Los padres de Hannah, aunque pasan la mayor parte de su tiempo trabajando, le brindan eso. La confianza y el amor, y mucho más que eso.



#48990 en Novela romántica

En el texto hay: oscuridad, el primer amor, muros

Editado: 24.12.2018

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