Para haberlo hecho yo sola, admito que no quedé mal. El vestido que me prestó Jules, y el cual precisamente estoy estrenando yo porque —según ella— nunca lo utilizo, no se me ve nada mal. Tampoco el cabello liso en el que tuve que poner todo mi esfuerzo para no partir la plancha de pelo de la exasperación. En resumen, me siento bien con lo que veo en el espejo.
El vestido es corto, me llega a la mitad del muslo en forma cayendo libremente. Es del color de la noche con brillos en el. Se ajusta de mi cintura para arriba con bastante precisión; aunque al principio pensé que me iba a asfixiar, resulta que después de unos segundos me sentí cómoda. El escote es en V y mi espalda queda libre hasta la parte baja de mi cintura. Es un estilo bastante bonito y casual con los tacones color azul oscuro que Jules también me prestó.
Sí, así es. Jules es como mi Ángel de la Guarda.
El maquillaje es normal, traté de resaltar mis ojos con un color oscuro y me gustó el resultado. Es como si el gris de mis ojos se hubiera vuelto más intenso no solo por la sombra de ojos, sino también por el vestido. El cabello lo llevo suelto, puesto que después de esa pelea con la plancha de peinar no tenía ni tengo ánimo alguno. A parte de las sombras en mis ojos, utilizé para mis labios un brillo sencillo, nada de polvo o esas cosas, nací con la suerte de no tener ningún problema con el acné.
Coloco los dos aros de color dorado que me prestó Hannah, y después el collar con la pequeña perla color azul de Jules. Esta es, en definitiva, la primera vez que arreglo. Admito que demora y es totalmente irritante, en especial la parte del cabello, planchar esas hondulaciones mitad crespos es complicado.
Me observo otra vez al espejo y tomo la cartera a juego. Ya debería de estar abajo en el vestíbulo. La idea era a las siete y cuarenta en el vestíbulo, han paso diez, quince o veinte minutos y todavía sigo aquí. Observo mis tacones por unos segundos, son altos, espero poder caminar con ellos sin partirme la boca.
Cierro la puerta con la llave e inmediatamente la adentro en la cartera pequeña. Durante el transcurso al asensor y por los pasillos me encuentro con una mujer de veinte años más o menos. No lo sé, es como si tuviera diecinueve pero la manera en la que me sonríe es bastante sofisticada. Y ella si que lleva un vestido precioso largo, de color rojo, bastante elgante, realmente lindo.
La puerta del asensor se abre revelando el vestíbulo y a diferencia de mi, un hombre bastante guapo la está esperando afuera. Si estuviera Hannah acá seguramente se abría puesto a babear, parece un modelo de revista. Murmuro un buenas noches a los dos y sigo con mi camino, por lo que veo ya son las ocho y a esa hora se supone que empieza al cena ¿o es a las nueve?. El punto es que empieza en alguna hora y... ¡Maldición! al diablo la puntualidad por una vez en la vida.
Mis ojos viajan hasta Duncan, a su lado está su padre, ambos bien vestidos y conversando. Mi presencia de inmediato atrae la atención del padre Duncan, que no tarda en sonreírme. Al poco tiempo Duncan se vuelca en mi dirección, observo como su padre le dice algo y luego comienza a caminar en direccion a la salida.
Los ojos de Duncan se deslizan con suavidad por toda mi anatomía hasta llegar a mi rostro, para ese entonces, ya me ecuentro frente a él. Utiliza un traje de color negro con camiseta de botones blanca debajo. A diferencia de su padre no lleva corbata, los tres primeros botones están suelto, haciéndole adquirir un ambiente relajado y juvenil. Su cabello es todo un rebelde, pero como es Duncan, le basta para lucir como un modelo de pasarela.
Maldición, luce jodidamente...
—Bell... —trata de buscar que decir. No puedo evitar reír un poco—. Bell... Te ves... preciosa, realmente hermosa. Tu siempre te ves hermosa y debo decir que extraño tus rizos, pero de todos modos te ves hermosa y tus ojos... Creo que... —sacude la cabeza tratando de despejar sus pensamientos—. Creo que de verdad te has propuesto hacerme lucir más tonto de lo que soy.
—Al fin lo admites —aquello le hace sacar una sonrisa amplia sin dejar de escrutarme de arriba a abajo—. El traje no te queda para nada mal —el problema es que luce tan embelesado en mi que dudo mucho que haya escuchado.
—Bell... —suelta una bocanda de aire. Entonces me hace una reverencia colocando su brazo en forma de gancho—. Señorita Bennett, si mi hermosa novia y aveces odiosa novia le complace darme el honor de llevarla a hacia donde nos esperan.
Coloco una mano en mi pecho pretendiendo lucir ofendida, lo cierto es que evito sonreír como boba.
—Dama, lamento deciros que no muestro ningun tipo de gusto a tales personas que me tachan de odiosa.
—¿Dama?