Duncan
—Todavía no entiendo ¿Cómo es posible que todo el mundo sepa más de lo que yo sé? —espeto con irritación, a sabiendas que papá había abierto la carta de Nathan hace unos días, ha hablado de ella con mi madre, pero no conmigo.
—Duncan, escucha, la información que te dio tu hermano es muy diferente a la que me dió a mi. Sé que te molesta pero ayudas a tu hermano quedándote ahí, justo donde estás —dice. Tomo asiento con el celular en la oreja, pasando una mano por mi cabello.
—Al menos dime si está bien, dime si lo has visto o si lo vas a ayudar.
—Tu hermano está bien. No lo he visto, no hablamos cara a cara, solo por el número de celular que me escribió en la carta. Nathan no necesita nada, o al menos eso es lo que dice —detecto la inseguridad en la voz de papá—. Sé que está seguro, lo sé porque todas las llamadas que puedan llegar a su celular son custodiadas por la policía.
—En caso de que vuelvan a llamar esos criminales, supongo.
—Supones bien.
El silencio persiste tanto en la llamada como en mi habitación por unos minutos.
—Nathan me contó que le dio la carta a Bell.
—Así es.
—Entonces... ¿Qué tal va todo con ella?
La veo, la observo continuamente. No como un psicópata sino como esa clase de persona que a pesar de que quiere estar enojado no puede. No puede porque siente la necesidad de acercarse, rodearla en brazos y besarla. Sé que ella no tiene la culpa, sé que ella ha estado respetando mi espacio en estos dos días que han transcurrido. Sé que ella hizo lo que creía correcto y no tiene idea de cuán loco, en un buen sentido, me pone escucharla hablar con tanta determinación. Tal vez solo guardo un sentimiento con el hecho de que ella vio a mi hermano, mientras que papá y yo solo obtuvimos una carta, ni rastro de su rostro.
Mis sentimientos por ella no han cambiado. Sigue trayéndome aquella calma y enloqueciéndome con sus característicos ojos grises. Sigue llamándome silenciosamente en mis recuerdos, en el recuerdo de su voz, de su risa. Se siente como si se hubiera convertido en una parte importante de mi en poco tiempo.
El suspiro cansino de papá me saca de mis cavilaciones. Cavilaciones en las que una sonrisa surgió sin siquiera pensarlo gracias a unos ojos grises, un cabello castaño rizado, y una sonrisa ladina de labios rosados.
—No tengo mucho tiempo para hablar, pero creo que deberías comunicarte con ella. No sé lo que le haya dicho tu hermano, ella respetó su desición de no querer vernos. Yo también me habría sentido enojado, pero aún así creo que deberías hablar con ella.
En el momento que me levanto Lucas entra por mi habitación con el ceño fruncido.
—Gracias papá, te hablo luego.
—Los mismo digo hijo, cuídate.
Mis ojos se posan en los ojos cafés del pelinegro, que arquea una ceja en mi dirección.
—¿Qué es lo que sucede entre Bell y tú? Ser un guardián significa estar cerca de ella, no mirarla desde lejos como un estúpido embobado.
—¿De qué hablas Lucas? Ya te conté lo que sucedió.
—Tu hermano no cometió un error Duncan, no quiero meterme en asuntos privados, pero aveces sentimos la necesidad de solucionar nuestros problemas antes de dar la cara ¿Jamás sentiste algo como eso? —Lucas toma asiento en la silla frente a mi escritorio—. Le dije a Bell que iba a estar tranquilo, pero no puedo pegar un ojo sin pensar en que algo malo podría pasarle —dice, y entonces trato de enfocarme en el chico que se ha vuelto mi mejor amigo desde que estoy aquí.
Luce estresado, cansado, alterado. Yo también estoy así, solo que no puedo evitar molestarme conmigo mismo por el hecho de que estaba con la cabeza hasta el fondo de Nathan que olvidé, de manera muy egoísta, que tengo otras personas a mi alrededor. Lucas le ha dedicado a Bell más atención de lo usual, hasta Maxon la espera en la salida de la escuela. Como dije antes, yo la he estado observando; espero a que llegue al colegio, espero a que entre a su auto sin que nada suceda, aveces la espero en la noche en su casa con la finalidad de saber si llego a salvo del trabajo.
—Bell también dijo algo como eso —murmuro, sentándome en el filo de la cama. La mirada de Lucas que parecía perdida se enfoca en mi—. Algo sobre sentir que tiene tantos problemas que solo quieres esconder tu rostro tres metros bajo tierra. No quise preguntar antes, o tal vez sí quise pero me mantuve callado, ¿Qué es lo que sucede? —la había hecho a un lado debido a Nathan; sin embargo, esta vez quiero una respuesta. Más ahora que nunca.
Leo la vacilación en los ojos de Lucas. Es un tema serio, lo veo en su ceño fruncido y la tensión que irradia por todos lados.
—No lo viví como ella, pero supongo que compartí un poco del sentimiento —es lo primero que dice, y sé que por ella se refiere a Bell—. Hace unos años, habían suspendido el trabajo de la mamá de Bell por una semana. En esa época Bell no trabajaba, pero a manera de ayuda tomó uno de los autos viejos de un lugar y comenzó a hacerle arreglos. Muy buenos arreglos. Cuando ella me dijo lo que quería hacer pensé que estaba loca —una sonrisa de nostalgia se desliza por las comisuras de Lucas—, le dije que necesitaba ver un doctor o algo por el estilo. El caso es, que yo tampoco tenía cómo ayudarla, mi mamá no trabajaba en esa época, sobre vivíamos con lo que nos daba mi padre, alcanzaba para Bell pero no para su madre. Así que lo hicimos, nos internamos en la carreras ilegales.