Inercia y roboticismo es como he actuado después de lo que he visto. Nada más que negar, asentir, negar, asentir, negar, asentir... Me siento como en el limbo del universo. Sé lo que está pasando y a la vez no lo sé. Todo pasa tan borroso y rápido.
¿Qué es lo que tengo que hacer? ¿Cómo se supone que despierte del letargo? ¿Es mejor estar aquí que afuera? ¿O tal vez debería de abrir mis ojos justo en este momento?
Sé que debo lucir terrible. Han tratado de hablar conmigo y lo único que he podido hacer es asentir o negar, como he dicho antes. Cuando me preguntan sobre la hora, sí. Cuando me preguntan si deseo que su pariente se acerque, no. Cuando me pregunta si la vi hace unas horas, no. Cuando me preguntan si estoy bien, nada...
Ni siquiera las sacudidas del auto me sacan del letargo. El primero en bajarse es Lucas, sé que Duncan sale de auto e intercambian unas palabras antes de que éste último vuelva a entrar. Maxon, a pesar de no ser muy liviano se acurruca en mi regazo, mientras que sigo mirando al vacío como si existiera algo importante en el. No sé a qué hora llegamos a casa, tampoco es que me interese demasiado. Desde el primer momento que coloco un pie en el asfalto Maxon corre a la pequeña casa de madera ubicada a las afueras. Me encuentro un tanto sorprendida con el hecho de que la puerta siga abierta y aún así nadie haya entrado a robar. Mamá tampoco ha llegado, todo sigue igual que como antes de salir.
Puedo sentir la presencia de Duncan siguiéndome hasta cuando entramos a mi habitación. Me siento pequeña, torpe, tonta.
—No es necesario que te quedes —digo, por primera vez desde hace varias horas. No lo miro a los ojos, no tengo las fuerzas para hacerlo—. Sé que tienes tus problemas, sé que necesitas concentrarte en ellos, no hay necesidad de hacer nada de esto.
— ¿De hacer qué, Bell?
Sacudo la cabeza frenéticamente.
—No lo sé —murmuro, antes de entrar al baño.
Cierro la puerta tras de mí.
— ¡Bell! —Exclama, tocando la puerta—. ¡Bell no me voy a ir!
— ¡No es la primera vez que veo a una persona muerta, Duncan! —gruño, tratando de calmar el nudo en mi garganta—. ¡Estuve bien antes de ti, estaré bien ahora! — lo que digo no es correcto. No estoy ni cerca de bien, puedo comprobarlo cuando mis manos comienzan a temblar.
— ¡No me iré, Bell!
— ¡Oh, por favor! ¡Vete a la mierda antes de que te mueras por mi culpa! —vuelvo a gruñir.
Retiro cada una de mis prendas con enojo.
— ¡Lo que sucedió no es tu culpa! ¡Vamos, Bell! —pero ya estoy dentro de la ducha. Ya la he abierto, ya dejo que el agua fría caiga sobre mí sin importarme lo que sea que tenga que decirme.
Siento rabia, siento impotencia. La odio a ella y me odio a mí. A ella por no luchar, por no decirme lo que le sucedía, por ser cobarde para la vida y no para la muerte. Me odio por no haberme dado cuenta de ello, por no haberla detenido, por mostrar indiferencia en lugar de sentarme a hablar esa noche.
Dejo que el agua fría recorra mi cuerpo en un intento de calmar mi rabia y el nudo en mi garganta. Probablemente me resfriaré en unas horas, soy la única que se ducha con agua helada en una noche fría. No me interesa. No quiero ver mi rostro, no quiero ver el rostro de nadie. Y aún así, lo necesito. Necesito ver el rostro de alguien.
Tomo la toalla antes de salir de la ducha, enrollando mi cuerpo.
No he quitado la pijama de la tapa del inodoro desde por la mañana. Me coloco los shorts rosados y, en vista de que la pequeña blusa de pijama tiene más rotos que ni a donde me coloco el mismo sweater negro que tenía puesto sin sujetador por debajo. Recargo mi cabeza en la madera de la puerta por un tiempo.
Mi mente está despejada. Despejada de sentimientos como la impotencia y el enojo, pero el nudo en mi garganta y los sentimientos de perdida todavía persisten. Giro la perilla del baño solo para sentirme mal y a la vez bien de que no hay rastro de Duncan en la habitación. No sé cuantos pasos doy hasta que por detrás unos brazos cálidos se envuelven alrededor de mí.
Quiero apartarme. De hecho, ese es mi primer deseo. Al menos lo deseo con mi mente, pero no con mi corazón. Mi corazón me dice que me quede, que es lo que necesito, que debo hacerlo por mi bien. Mi mente también dice que es por mi bien, solo que éste a fin de no caer. Sabe que Duncan saca de mi lo que tengo adentro, y no son precisamente los órganos de mi cuerpo o el aparato óseo para ser sincera.
Duncan saca de mi lo que verdaderamente trato de ocultar.