Mientras Luka intentaba entender las ecuaciones escritas en la pizarra, sabiendo que nunca las dominaría porque las matemáticas no eran su fuerte, el timbre del almuerzo sonó, marcando las 12:30 pm.
Los internos se levantaron en masa, empujando mesas y sosteniendo sus cuadernos. Luka guardó su lápiz sin punta y siguió la corriente humana hacia el pasillo. Un guardia vigilaba desde una esquina, mordisqueando una manzana mientras los internos desfilaban.
Al doblar hacia el comedor por el pasillo, Luka sintió un hombro que lo empujó contra la pared. Era Rodrigo "El Toro" Rivas, con su imponente rostro acercándose al oído de Luka. Manteniendo una voz baja y disimulando ante los guardias, Rodrigo le mencionó su autoridad, como si fuera un macho alfa marcando su territorio.
—Escucha con atención, García —murmuró Rodrigo, observando el nombre en la pulsera .
— Yo soy quien manda aquí. Más te vale no cruzarte en mi camino si sabes lo que te conviene.
Luka solo asintió con la cabeza, pero su mirada penetrante hacia Rodrigo revelaba que no era un interno fácil de manejar. En ese momento, Rodrigo supo que tendría que mantener un ojo sobre este nuevo recluta.
Luego de pasar ese mal trago Luka se dirigió a la fila del comedor, ansioso por probar bocado después de pasar horas sin comer. Mientras esperaba su turno, observó a los demás internos que se aglomeraban alrededor de las mesas.
Algunos hablaban en voz baja, compartiendo historias o planes entre ellos. Otros comían en silencio, la mirada perdida, sumidos en sus propios pensamientos. Luka notó que las mujeres, con sus uniformes naranjas, se mantenían separadas de los hombres, sentándose en mesas diferentes.Pero notaba que había algunas chicas hablando con chicos como si fueran grupos mixtos en algunas mesas.
Al llegar a la ventanilla, una mujer de rostro cansado le sirvió una ración escasa: un poco de arroz blanco, unos frijoles y un trozo de pollo seco. Luka aceptó la bandeja con un gesto de agradecimiento y buscó un lugar donde sentarse.
Recorrió con la mirada el comedor, evitando hacer contacto visual con los otros internos. Finalmente, divisó una mesa vacía en una esquina y se dirigió hacia allí.
Mientras caminaba, sintió las miradas de los demás sobre él, como si fuera un recién llegado marcado por su inexperiencia.
Luka, con la bandeja en sus manos, recorrió el comedor buscando un lugar apartado de las miradas. Sin embargo, el imponente Rodrigo "El Toro" Rivas y sus secuaces ocupaban la mesa central, riendo a carcajadas mientras arrojaban migajas a los demás internos.
De pronto, un guardia se acercó a la mesa de Rodrigo, Pablo "El Pájaro" y Federico "El Rata", interrumpiendo sus burlas.
—Ustedes tres —dijo el guardia con voz grave—, dejen de causar problemas y compórtense. No querrán que les quite los privilegios, ¿verdad?
Rodrigo clavó sus ojos oscuros en el guardia, pero se contuvo. Sabía que debía mantener cierta apariencia de respeto a la autoridad, al menos por el momento. Con un gesto brusco, hizo callar a sus compañeros, quienes se limitaron a enviar miradas desafiantes al oficial.
Luka buscaba desesperadamente un lugar donde sentarse cuando una voz amistosa lo llamó desde una mesa apartada.
—Eh, tú, el nuevo —dijo un chico de sonrisa afable—. ¿Por qué no te sientas conmigo? No muerdo, te lo prometo.
Luka se volvió y vio a un joven de cabello oscuro y ojos cálidos, que le hacía un gesto con la mano. Sin pensarlo dos veces, Luka se acercó a la mesa y se sentó frente a él.
—Gracias —dijo Luka, sintiéndose aliviado de no tener que comer solo.
—De nada—respondió el chico—. Soy Matías, pero puedes llamarme Mati. ¿Tú eres...?
—Luka —se presentó, extendiendo la mano.
Mati la estrechó con firmeza y le sonrió.
—Bueno, Luka, bienvenido a este agujero —dijo, señalando con la cabeza hacia el comedor—. Espero que te guste la comida, porque es lo único que nos dan por aquí.
Luka miró su bandeja con recelo, especialmente el pollo seco y arrugado.
—Oye, mejor evita eso —le advirtió Mati en voz baja, inclinándose hacia él—. Dicen que el pollo está en mal estado. No querrás pasar la tarde en la enfermería, ¿verdad?
Luka asintió, agradecido por el consejo. Mati parecía ser un tipo agradable, y Luka se sintió aliviado de tener a alguien con quien hablar.
—Entonces, ¿qué te trae por aquí? —preguntó Mati, tomando un bocado de su comida.
Luka dudó por un momento, sin saber si debía confiar en él. Pero la sonrisa sincera de Mati lo hizo sentir a gusto.
—Es una larga historia —suspiró Luka—. Digamos que me metí en problemas y ahora estoy pagando las consecuencias.
Mati asintió con comprensión.
—Sí, eso suele pasar por aquí —dijo, señalando con la cabeza hacia la mesa central del comedor—. Ves a esos tipos de allí —Luka siguió su mirada y vio a un grupo de jóvenes que parecían dominar el lugar—. Ese es Rodrigo, "El Toro", y sus secuaces, Pablo "El Pájaro" y Federico "El Rata". Mejor mantenerte alejado de ellos si quieres evitar problemas.
Luka observó a los tres chicos, notando su actitud intimidante y la forma en que los demás internos parecían evitarlos. Mati tenía razón, era mejor mantener distancia.
—Gracias por el consejo —dijo Luka, tomando un bocado de su comida y haciendo una mueca al probar el pollo.
—Te lo dije —rió Mati—. Mejor come los frijoles, son lo único comestible en este lugar.
Mientras Luka y Mati conversaban en voz baja durante el almuerzo, de pronto Rodrigo "El Toro" Rivas se levantó de su mesa, seguido por sus secuaces Pablo "El Pájaro" y Federico "El Rata". Con pasos firmes, Rodrigo comenzó a recorrer las mesas, deteniéndose frente a los internos más débiles.
Mati se inclinó hacia Luka y le susurró:
—Cuidado, Luka. Ahí viene "El Toro" con sus matones. Mejor mantén la cabeza agachada y no llames la atención.
Luka observó con cautela cómo Rodrigo se detenía frente a un interno delgado y le exigía en voz baja una "contribución". El joven, con mirada temerosa, le entregó una manzana que había en su bandeja.
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Editado: 22.12.2025