Entre Muros y Sueños

Capítulo 7: Semillas entre el Cemento

El sol de la mañana de un nuevo día, se colaba entre las grietas del muro de la correccional Valle Verde, iluminando la pequeña huerta donde Luka trabajaba. Sus manos fuertes a pesar de su corta edad, se hundían en la tierra húmeda, abriendo un surco tras otro con una pala oxidada. El uniforme gris, manchado con la tierra oscura y fértil, contrastaba con el brillo de la cicatriz que le cruzaba la ceja derecha, un recuerdo de una pelea callejera de años atrás. El sudor le resbalaba por la frente, mezclándose con el polvo que flotaba en el aire. Mordisqueaba nerviosamente una uña, un tic que le había acompañado desde la infancia, un reflejo de la ansiedad que siempre le acechaba. A su alrededor, las plantas de tomate y lechuga se elevaban en filas ordenadas, un oasis de verde en medio del gris monótono de la correccional. El silencio era casi total, roto solo por el raspar de la pala contra la tierra y el distante murmullo de los otros internos trabajando en otras tareas. El instructor de jardinería y elaboración de huertas, un hombre mayor, delgado y silencioso con un sombrero de paja que ocultaba la mayor parte de su rostro, observaba desde la distancia, su mirada penetrante pero sin juzgar.

Anto se aproximó a Luka con un balde en su mano, arrodillándose junto a él; la tierra húmeda salpicaba sus pantalones. En su mano, sostenía un puñado de semillas de girasol, las pequeñas pepitas brillando bajo el sol como joyas diminutas.

-Mi abuela decía que cada semilla guarda un secreto -dijo Anto, dejando caer una en el hoyo que Luka había cavado-. Si la entierras con una verdad, crece más fuerte. Era una vieja mañosa, pero sabía como nadie. Recuerdo que me enseñaba a combinar colores, a tejer, a hacer remedios con hierbas... y a hablar con las plantas. Decía que ellas te escuchaban mejor que la gente a veces.

Luka rió entre dientes, frunciendo el ceño al mismo tiempo, limpiándose el sudor con el antebrazo.

-Una verdad. ¿Qué clase de verdad?
-Algo que duele, algo que amas... algo que nunca le dirías a nadie -respondió Anto, clavando sus ojos en los de él-. Ella me enseñó a hablarle a la tierra cuando no podía hablar con la gente, básicamente hablaba con cada ser inerte mi abuela, ríe de manera cómplice junto con Luka.

Tomó una semilla y la apretó contra su pecho, un gesto casi íntimo. El silencio se prolongó, interrumpido solo por el suave susurro del viento entre las hojas de las lechugas.

-Esta es para el día que mi papá me gritó que era una carga... -susurró Anto, la voz apenas audible-. Que era una inútil, una... una... -hizo una pausa, un temblor apenas perceptible en sus manos-. Todos sus insultos, fueron muchos... muchos -añadió con una risa irónica, un intento de aligerar la gravedad del recuerdo-. Ahora, en vez de su voz, crecerá un girasol.

Luka observó sus propias manos, marcadas por años de peleas callejeras, por el trabajo duro, por la vida en la calle. Anto le colocó una semilla en la palma de su mano áspera, cálida.

-Prueba-.

Él dudó, la semilla reposando en su palma como un peso pequeño pero significativo. Los recuerdos, como fantasmas silenciosos, se agolpaban en su mente. La imagen borrosa de su padre, la puerta cerrándose tras él, el silencio que se había instalado en su casa, el vacío que nunca se había llenado del todo.
Al final, murmuró, la voz apenas un susurro casi perdido en el viento:

-Para el día que mi padre nos abandonó.

La semilla cayó en la tierra como una lágrima silenciosa, desapareciendo en el surco que Luka había preparado con cuidado. Anto la cubrió con tierra, con un gesto suave y casi reverencial. Ambos permanecieron en silencio por un momento, observando la pequeña mota de tierra donde ahora descansaba una semilla, cargada de un secreto, una verdad enterrada bajo la tierra fértil. El silencio compartido, el dolor compartido, era un lazo invisible que los unía en ese momento, un momento de honestidad cruda, expuesta a la luz del sol y al silencio de la tierra.

En la quietud del patio de la correccional, entre el gris del cemento y el verde tierno de las plantas, una semilla de girasol contenía la historia de un abandono, el germen de un futuro que, quizás, pudiera ser diferente.

Mati apareció con una regadera oxidada, su colgante de plata brillando bajo el sol. Se arrodilló junto a ellos y comenzó a humedecer la tierra con movimientos precisos.

-¿Seguro te está contando lo de su abuela curandera? -preguntó, con una sonrisa que desafiaba su tono sereno-. A mí me dijo que las palabras eran semillas. Casi me hace llorar... hasta que me enseñó a llorar con estilo.

Anto lanzó un puñado de tierra en broma. -Te encontré escondido entre los libros de psicología, llorando como un bebé.

Mati se ruborizó, pero rio.

-Y tú me diste un libro de poesía y dijiste: «Si vas a llorar, hazlo con ritmo. Así suena más alegre». -Imitó su voz cantarina, haciendo reír incluso a Luka-. Fue ridículo... pero funcionó.

Anto tomó las manos de ambos y las colocó dentro de un balde que ella tenía a su lado, lleno de estiércol de oveja para abono.

-Mi abuela también decía: "El ser humano y la mierda son almas gemelas: siempre se encuentran, pero nunca se quedan juntos por mucho tiempo." -Anto soltó una carcajada, observando las reacciones de Luka y Mati, quienes miraron sus manos llenas de estiércol con una mezcla de sorpresa y repugnancia, soltándolo al instante al olerlo. Ante la escena, Anto rió a carcajadas.

- Ven... mi abuela tenía razón.

Luka, sorprendido por la broma de Anto, se limpió las manos en sus pantalones, dejando una mancha marrón que contrastaba con el gris del uniforme. Mati, más rápido, se limpió las suyas en la tierra, pero no pudo evitar una mueca.

-Tu abuela era... peculiar -comentó Mati, con una sonrisa nerviosa.

-Era una santa -replicó Anto, con una mirada soñadora-. Me enseñó a ver la belleza en todo, incluso en la mierda. Decía que la vida era como una olla de esto... -señaló el balde con un gesto amplio-. A veces apesta, a veces es asqueroso, pero al final, alimenta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.