Entre Nosotros

Capítulo IV

Capítulo IV

 

Dos horas antes....

--- ¡Ian! ¿Estás bien?

Lo primero con lo que se encuentran mis ojos desorientados, al tiempo que escucho la desesperación en esa voz aguda y aterciopelada, es con un par de piernas desnudas, largas y ridículamente perfectas que corren hacia donde estoy para luego inclinarse sobre el chico que mi mandíbula aún mantiene preso contra el suelo.

Todavía estoy atontada y adolorida, pero hago acopio de moverme cuando la chica intenta socorrer al pobre chico que yace debajo de mí.

Cuando lo hago, una corriente de tensión hace descarga directa sobre mis músculos aporreados y permite que me tambalee, sin embargo, un apoyo inmediato evita que mi cuerpo caiga de nuevo contra el suelo.

Al levantar la vista, observo a mamá hacer fuerza para intentar ayudarme. Le agradezco rápidamente.

--- Jess, cariño. Mírame. ¿Te duele?

Retengo una punzada de dolor justo cuando intento recomponerme. Siento una presión horrible en la cabeza cuando termino de levantarme y mi mandíbula, duele como el demonio.

Mamá me toma del mentón con sumo cuidado y me hace voltear a verla. Comienza a observarme toda la cara en busca de algún trauma. Sus ojos sagaces me miran con mucha preocupación. Todo el semblante de felicidad que tenía minutos atrás, pasa a teñirse de inquietud.

Cuando voy a tomarle el brazo para tranquilizarla, la muñeca me hinca y doy un respingo del dolor.

--- ¿estás bien? --- vuelve a preguntarme mamá, al tiempo que sacude el resto del abono regado sobre mi blusa y mi rostro.

Asiento e intento estirar el cuerpo.

Las desconocidas figuras que aún se encuentran de pie frente a nosotras, me observan extrañadas y expectantes a la vez que mi madre continúa atendiéndome.

Resoplo con timidez.

Las continuas escenas vergonzosas de mi niñez, comienzan a desaparecer entre las redes de mis recuerdos para darle paso a este día.

--- me duele el cuerpo --- le confieso en un susurro a mamá, intentando desplegarlo un poco y no ponerme a llorar cuando me toco la muñeca.

--- amor fue un golpe muy fuerte, ¿sólo te duele la mano?

--- no, también la mandíbula y el cuello. ¿Se ve muy golpeada? 

--- está comenzando a inflamarse --- me dice, enfocando su vista en donde mis manos aprietan con fuerza --- ¡no la toques así!, puedes empeorarlo --- me reprende nerviosa, antes de sacar un recipiente pequeño de su cartera y untarme un poco en la mano. Tardo en darme cuenta que es árnica.

--- ¿Por qué llevas eso en el bolso? --- pregunto, algo extrañada.

--- desde que naciste he tenido que lidiar con muchos raspones, torceduras de tobillo, hematomas y golpes de todo tipo, Jess... no sé, me acostumbré a cargarlo. También tengo curitas. ¿Quieres que te ponga una en el mentón?

Niego y le sonrío.

Siempre ha sido un mar de nervios conmigo. Y yo por supuesto, no he colaborado mucho para evitarlo.

Fui el pequeño niño travieso y juguetón que seguro nunca quiso tener, sólo que, en lugar de un pene, se desarrolló una linda vagina.

--- Tengo que recuperar mi bolso --- recuerdo de pronto.

--- lo siento, está del otro lado. No pude evitar salir corriendo --- me dice, algo nerviosa --- Cielo, deberíamos ir a que te revisen. Puedo acompañarte, vamos por las cosas.

--- no puedo, mamá. Voy muy tarde. Si Dulce María llega yo no podré...

El carraspeo fuerte y claro de uno de los viejos barbones y trajeados que se encuentra a unos pasos de nosotras, me interrumpe. Dejo de hablar inmediatamente para voltearme a observarlos.

Por un momento, había olvidado por completo que había causado todo un revuelvo y que, entre mi infortunio, había otra persona implicada.

La vergüenza me llega a las mejillas y no puedo evitar bajar un poco la mirada antes de acercarme a ellos.

Tardo un poco en encontrar qué decirles. Y durante ese tiempo, las múltiples miradas desdeñosas me golpean con agresividad.

--- lo lamento --- inicio --- había olvidado por completo que seguía en esta habitación. Creo que merecen mis más sinceras disculpas yo no quise causar este desastre y... --- me quedo callada por segundos, notando como continúan mirándome algo reacios e impacientes por escuchar algo más.

Son demasiado obvios, y no intentan disimularlo.

--- ¿crees que deberías disculparte? ¿¡Crees!? --- suelta entonces la rubia bajo mis pies al tiempo que se alza con el chico colgando de su brazo. No entiendo siquiera porqué lo intenta, a leguas se nota que no está ayudándolo para nada.

Su comentario es irritante y altanero y lo suficientemente grosero como para hacerme fruncir el ceño.

¿Qué mierdas pasa con esta gente?

Ignoro por completo su petulante pregunta y continúo con mi improvisado discurso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.