Entre Nosotros

Capítulo VI

Capítulo VI

 

--- Por favor, amor, en serio, no puedes hacerme esto. ¡Dijiste que me acompañarías! --- pongo cara de cachorrito abandonado al tiempo que le lanzo uno de los almohadones blancos colocados desordenadamente sobre el colchón. Me sonríe de manera tierna mientras lo atrapa con facilidad en el aire y se acerca a mí.

Sus calzoncillos color negro enmarcan sus preciosas piernas gruesas. Me tiembla la barbilla al intentar contener la sonrisa.

Tiene el cabello húmedo por la ducha que ha tomado hace dos minutos y sus hebras castañas oscuras, aun retienen pequeñas gotas de agua que caen con libertad sobre su torso desnudo.

Su mirada está atenta, brillosa. No deja de verme con ternura y compasión.

Sabe bien que no me gusta salir sin él.

Y además, está para comérselo a besos.

--- Dejarás de disfrutar la fiesta si estoy ahí contigo y lo sabes, Jess. Ambos lo haremos. Podemos predecir lo que pasará y lo que menos quiero experimentar, es otra noche igual a la de hace dos años gracias a Dulce María --- vuelco los ojos y me dejo caer de espalda sobre la suave manta blanca que cubre la cama.

Sé que despotricarle borracha sobre las actitudes de su primo y encima empecinarse que no era diferente a él y que terminaría haciendo lo mismo conmigo, no resultó una escena agradable, para nadie, pero esta guerra innecesaria entre ambos me tiene sumida en un profundo dolor de cabeza.

No haberse dado nunca la oportunidad de conocerse y de convivir, ahora nos mantiene a los tres inmersos en situaciones incómodas.

Suelto un suspiro agotador y parpadeo varias veces intentando entender.

--- Dulce María no puede evitar que vayas conmigo, Adam. No quiero que dejes de acompañarme por esa razón. Por favor, ¡vamos!, ella no hará nada vergonzoso esta vez, te lo prometo.

--- Jess, no quiero problemas. Además, te aseguro que Dulce María lo último que quiere, es verme en su fiesta.

--- no es su fiesta, Adam. ¡Es un club! Habrán cientos de personas allí.

--- ha venido a verte a ti y a Mia. No ha pasarla conmigo.

--- ¡pero ahora no soy sólo yo, Adam! ¡Estoy contigo! Ella tiene que entender esto y respetarlo. Y tú también.

Cruzo los brazos por encima de mi pecho intentando mostrarme molesta, pero su inquieta figura no me lo permite por mucho tiempo.

Termino haciendo una mueca rara que termina desvaneciéndose en cuestión de segundos.

Sus piernas frías, pero ya secas, se pegan a los costados de mi cadera, acorralándome. Se acerca con lentitud hasta casi rozar la punta de mi nariz. Está a centímetros de mi rostro y sus iris claras, son un total espectáculo al encontrarse con la luz.

Es fácil encogerse ante su prepotencia.

Es fácil encogerse ante tanta belleza.

Casi cinco años y sigue poniéndome nerviosa.

Tengo que tragar seco al mirarlo.

--- ¿te he dicho ya lo hermosa que eres?

El cosquilleo en el medio de mi pecho se hace presente casi de inmediato cuando mis oídos sensibles, se percatan de su susurro ronco y apagado.

Me cuesta no sonreír ante su comentario.

Sé lo que está intentando. Quiere entretenerme para que deje el tema. Y aunque conozco el plan, se me hace casi imposible no permitir que la distracción me consuma.

Intento concentrarme. No puede ganar.

Alzo mis manos y le toco el pectoral derecho.

Aún sigue húmedo, pero no por ello dejo de tocarlo.

Frunzo el ceño y lo miro con cierto aire suplicante merodeando mis ojos marrones oscuros.

--- por favor, amor. Ven conmigo --- le pido, mirándolo directamente.

Su dentadura grande e imperfecta, aparece de improvisto antes de acercarse a depositar un suave beso sobre mis labios resecos.

Hago un puchero inmaduro cuando se separa.

--- Eres hermosa, Jess --- dice, al tiempo que se desliza hacia abajo, me agarra de las caderas y tira de mí hasta pegarme a su pelvis.

Quedamos al borde de la cama y yo no puedo evitar reírme por el repentino apretón.

El camisón que llevo puesto es largo y ancho. Me da la suficiente libertad como para rodear sus caderas con mis piernas, pegándome aún más a él.

Estiro mis brazos hasta rodearlo por detrás del cuello.

Parezco un pequeño chimpancé pegado al cuerpo de su madre.

No quiero soltarlo.

No quiero irme sin él.

--- no arruinaré tu noche, preciosa --- reitera, sobando con suavidad el hueso de mi cadera.  Hago un esfuerzo para retener los pequeños gemidos que quieren escapar desde lo más profundo de mi garganta.  Me está provocando --- Sólo prométeme algo ¿de acuerdo?

--- te lo prometo --- digo antes de su proposición, sonriendo y pegándome a su boca para darle otro beso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.