Capítulo IX
El sonido opaco de una música sonando al fondo como una vieja canción muy mal editada, se cuela por el submundo oscuro del sueño y la pesadez en el que estoy atrapada, hasta invadir mis tímpanos.
No es lo suficientemente fuerte como para despertarme por completo, pero sí logra hacerme reunir la suficiente fuerza como para intentar abrir los ojos.
Es una lucha que dura algunos segundos, pero lo logro.
La primera imagen con la que me encuentro es difusa, tanto, que no logro reconocerla del todo y se torna complicado mantener la mirada fija.
Siento que todo da vueltas y nada de lo que pretendo enfocar, deja de palpitar.
Entre lo aturdida que me siento, creo poder reconocer la canción que se escucha entre los pitidos de mi consciencia. Es de los Bee Gees.
¿How deep is your love?
No lo sé, pero es lo más cercano que logro de pensar con claridad.
Sacudo la cabeza ante ese descubrimiento y trato de buscar algo más reconocido.
Con pesadez, mis ojos giran dentro de sus cuencas y logran enfocar los botones anaranjados fluorescentes y la mirilla de un kilometraje moviéndose constantemente.
Esa imagen distorsionada me hace caer en cuenta que estoy en un auto.
¿Un auto?
De la nada, siento como dentro de mi cabeza comienzan a revolucionarse miles de pensamientos. El recuerdo de todo lo que había retenido en mi cerebro, cae de pronto como una bala de cañón y me hace chocar de cara contra la realidad.
Cientos de imágenes vienen a mi cabeza en menos de un minuto.
Mi mamá y yo en la floristería, el desastre, la confrontación, yo insistiéndole a Adam para que me acompañara, su negación, llegando a la discoteca, el baile, las bebidas, la música, el descontrol, mi estómago, la rubia, el chico, el recuerdo, la tristeza, las ganas de marcharme, el frío de la noche, el susto de encontrarme con Ian, sus preguntas, mis respuestas… la discusión… mi vergonzosa escena de alcoholismo… el desmayo…
El corazón dentro de mi pecho comienza a revolucionarse.
Y, una vez intento ajustar la mirada y enfocar bien dentro del sombrío interior, es cuando logro verlo:
Serio, concentrado en la oscura carretera que tiene por delante, con una mano sujetando el volante bordeado de cuero y con la otra sobre la palanca.
Parece estar pensando en algo, pero su rostro insufrible y con una única expresión no me da pista alguna sobre qué demonios puede ser.
Aún sigo mareada, pero trato de relajarme.
Estoy tan cansada y fuera de mí, que no tengo intención de continuar con la discusión o siquiera, empezar con una nueva.
El ambiente se siente frío y apartado.
No es cómodo ni gratificante.
Sólo quiero irme a casa.
--- si tienes pensado secuestrarme, te aconsejo dejar de usar el GPS --- balbuceo aguantando las náuseas, antes de recostar la cabeza sobre el asiento y soltar un suspiro.
No lo observo directamente, pero sé que vuelve la mirada hacia donde me encuentro por unos segundos, antes de ladear un lado de sus labios hasta lograr una mueca algo cansada.
--- veo que estás mejor --- dice, con esa voz grave y marcada, casi demasiado sensual, antes de hacer el cambio manual de la velocidad sin apartar la mirada de la oscura carretera que se refleja ante nosotros.
No se me ocurre la hora que podría ser, pero la tenue neblina que abarca nuestro entorno unido al sombrío ambiente, me advierte que no pasarán de las cinco de la mañana.
¿Cuánto tiempo habré estado inconsciente?
Evito tener que preguntarle para crear conversación.
El sueño vuelve a invadirme, pero me rehúso a dormir.
--- ¿podría estarlo?
Se encoge de hombros y baja un poco el sonido de la música, convirtiéndola apenas en un pequeño susurro ambiental.
--- al menos no mancharon tu camisa con vómito --- comenta, en un tono neutral.
Ese comentario me hace volcar los ojos hasta él. En otras circunstancias, seguro habría estado demasiado apenada como para siquiera sostenerle la mirada, pero el sentimiento que ahonda en mi pecho evita que suceda.
--- no me dejabas ir. Supongo que te lo merecías --- digo simple, intentando no acurrucarme por el frío que comienza a entumecerme los dedos.
Suelta una risa grave y gastada, casi ronca y sin muchos ánimos.
--- ¿entonces ese ha sido el fatídico plan todo este tiempo? --- Frunzo el ceño y volteo a verlo sin entender de qué está hablando. Me entiende de inmediato --- ya sabes… --- continúa, encogiéndose de hombros --- tropezarme en la tienda, tumbarme al suelo, aporrearme las bolas y vomitarme encima. ¿Parte de tu estrategia para nuestro reencuentro?
Casi sonrío al recordar todo lo que ha sucedido hasta ahora, pero me inmuto.