Entre Nosotros

Capítulo XVII

Capítulo XVII

 

El revoloteo incesante situado en la boca de mi estómago, no se aparta de mi entumecido cuerpo a medida que me acerco a la gran puerta de entrada de lo que se supone es la casa de Ian. No puedo describirla con sumo detalle, sólo puedo observar que es grande, de madera y con unos grabados extraños en los bordes.

El tiempo no ha cambiado en lo absoluto, al contrario, la lluvia ha aumentado su velocidad y algunos truenos perturbadores se hacen escuchar por todo lo alto.

De alguna forma, no puedo evitar sentirme nerviosa.

Luego de bajar del auto y de unos cuantos segundos de miradas intensas y un silencio sepulcral, el mensaje por ambas partes, fue recibido con éxito. No hubo necesidad de decirle nada más, el sólo observar mi figura allí plantada y mis ojos agudos, fue motivo suficiente como para que él captara el recado. De manera no verbal, se lo agradecí. Ya estaba lo suficientemente nerviosa y avergonzada como para tener que explicarle audiblemente, qué demonios estaba haciendo en su propiedad.

Apenas la puerta de entrada se abre, un sonido rechinante y grueso se escucha y hace que se me ericen los vellitos de la nuca. 

Todo el contexto es aterrador. 

Parece que estoy por entrar a la mismísima cueva del lobo e Ian, con ese aspecto en general y sus ojos oscuros agudizados, no me ayudan en lo absoluto.

Sin decir nada, me señala con la mirada el interior de su casa y me da espacio para poder pasar. No tengo otra opción más que hacerle caso y me abro camino tras el marco, de manera lenta y cautelosa.

Al entrar, un amplio salón bastante rústico y poco iluminado, me reciben de manera agradable. Tiene el aspecto de una casa que encontrarías a mitad del bosque, sólo que el dueño es un tipo pijo que se ve que le gusta el ambiente tosco y campestre y le ha metido mucho billete.

Es imposible no sentirme intimidada y sorprendida.

El aspecto es precioso. Me hace recordar inmediatamente las palabras y promesas que nos decíamos cuando éramos chicos.

Ian siempre soñó con ser financieramente independiente de su familia, la cual poseía diversos negocios tanto en el extranjero como alrededor del país. Su padre, bastante demandante según lo recuerdo, había pensado que llevárselo a su país materno, le ayudaría a convertirse en el próximo Ferreira a la cabecilla de las compañías, pero Ian nunca estuvo de acuerdo con esto, no era parte de su planificación de vida.

Por esa razón, nunca entendí su repentina decisión de aceptar el viaje e irse luego de obtener el título universitario. Nunca fueron sus planes, nunca fueron los nuestros. La aceptación por la propuesta de su padre, no me dejó una buena sensación cuando la supe. Y nunca me dio explicación alguna. 

¿Acaso había logrado consolidarse en ese mundo, o había podido escabullirse?

De pronto, la necesidad de conocer esa respuesta, se escabulle desde una grieta de mi cerebro hasta posarse en el medio de mi pecho dejando una incómoda sensación, pero aún así, ninguna palabra sale de mi boca dispuesta a complacerla.

Tratando de distraerme, sigo el recorrido de la habitación detallando todo lo posible sin ser indiscreta. Visualizo mi entorno con cautela y curiosidad intentando tal vez encontrar algo lo suficientemente llamativo que me permita olvidar la sensación de vergüenza y temor que desea seguir invadiendo mis pensamientos. Por unos minutos, siento que estoy perdiendo el tiempo y que me ganará la batalla hasta que mis ojos, perspicaces y atentos, dan con un pequeño portarretrato de vidrio que se encuentra justo sobre la chimenea de piedra que adorna el amplio salón, al parecer, es una fotografía impresa de su familia en la casa del lago, parece reciente y se ven, dentro de todo, bastantes felices.

Por algún extraño motivo, no puedo evitar preguntarme si realmente todo lo que siempre conocí de él, fue una mentira. ¿Todo había sido una idealización mía?

No puedo profundizar en esos pensamientos ya que el sonido de la puerta al cerrarse, me saca de la nube voladora en la que voy viajando y tengo que mover la cabeza un poco, para intentar concentrarme de nuevo en la realidad.

Estoy completamente empapada y las gotas, que van cayendo de mi figura, están formando un pequeño charco a mi alrededor.

Observo de reojo como Ian me sigue poco después y sin mediar palabras, se aventura a pasar por mi lado izquierdo y caminar por un largo pasillo poco iluminado hasta lograr perderse entre unas habitaciones que se encuentran aproximadamente a diez metros de donde estoy parada.

Me quedo allí sola por varios minutos sin comprender a donde va y sin dejar de acurrucarme con mis temblorosos brazos, hasta que su figura, aún humedecida, aparece de pronto con varios objetos sobre sus manos.

Se acerca en mi dirección y se detiene a unos tres metros.

--- No sé cuánto tiempo llevas allí, Jessica, pero puedes ir al cuarto de baño de mi habitación y asearte. Hay agua caliente en la ducha, jabón, champú, lo que necesites… --- me dice, con un tono pasible, ronco y algo distante, pero sin dejar de ser cordial.

De alguna manera que resulta algo obvia e incómoda, observo como está intentando mantener la distancia entre nosotros. Me hace entrega de una bata de baño y un pequeño paño --- No quiero que te sientas presionada o preocupada ¿de acuerdo? tómate el tiempo que necesites --- su voz es tranquila y sus ojos intensos. No puedo mirarlo directamente porque me encuentro nerviosa.




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