Demian
Al parecer Julissa tuvo razón con que me iba a resfriar, seguí sus indicaciones, o al menos la de bañarme con agua tibia. Perdí la pastilla quién sabe dónde y no me gustan los tés. Ahora pagaba las consecuencias porque estaba congestionado, mi cabeza dolía horrible y ya comenzaba a moquear, pero no podía faltar al examen.
Estoy bastante seguro que ella se enojará al verme mal, tiene estos aires sobreprotectores, a un nivel muy maternal podríamos decir. No por eso la veo como si fuese mi madre, sin embargo no miento al decir que posee estos instintos. Seguramente cuando tenga hijos, le irá muy bien y quizá hereden su carisma y atractivo.
A duras penas, llegué a clase, Juli estaba ya acomodada y lista en el mismo puesto de siempre. Suspiré y me senté en una de las últimas filas, alejado lo suficientemente de ella o cualquier otra persona. No quiero infectar a nadie. Noté su mirada cuando me vio caminar a lo lejos, aún traía su bufanda, era muy cálida y con un agradable olor a cereza. En otras palabras, olía a ella.
Tenía que devolvérsela, aunque no quisiera. Es algo extravagante, de un color naranja con rayas blancas y negras, no estoy seguro si esos son los colores de la temporada, pero era linda, cálida y olía delicioso.
Me quedé quieto en mi asiento, el profesor llegó en aquel momento. Eso me aseguraba que no se movería y me seguiría. Tenía que realizar este examen, rápido así saldré antes que ella y evitaré que me vea en este estado. Sin embargo, sin importarle que ya se estaban a nada de repartir las hojas, se puso de pie y prácticamente corrió escaleras arriba hacia mi lugar y colocarse a un asiento de distancia de mí.
-te enfermaste ¿cierto? -lo preguntó sin siquiera verme. Me había cubierto media cara con la bufanda para ocultar mi nariz roja e irritada.
-¿Cómo...? -intenté preguntar.
-Me ignoraste cuando entraste, es obvio que la bufanda no la usas porque tienes frío y aunque te cubriste, te ves pálido. Apuesto que no hiciste nada de lo que te sugerí.
-yo... bueno...
-tengo 2 hermanos mayores, sé cómo son los hombres.
Opté por bajar la mirada, no supe qué añadir. Debí haber conseguido alguna otra pastilla y sacrificar mis papilas gustativas con un té.
-¿todavía tienes la pastilla? -negué con la cabeza, así que rápidamente hurgó su mochila. -apuesto a que no te la tomaste, pero al menos pensé en traer otras por si esto sucedía. -dijo y justo como lo había hecho ayer, tomó mi mano y colocó otra pastilla diferente en la palma de mi mano. Seguido de eso, me dio una botella con agua e hizo un gesto indicando que la tomara.
Una vez hecho esto, ella me dedicó una sonrisa. Por mi parte, seguía mudo.
-Ahora, acabas el examen, te retiras y te vas a descansar. Ya te ves lo suficientemente mal como para empeorar ¿bien? -me indicó con tono autoritario.
Asentí nuevamente, realmente muy avergonzado, no puedo creer que estaba pasando por esto, es demasiado atenta y me pareció muy tierno, pero a la vez, sumamente vergonzoso.
-gracias. -le murmuré antes de siquiera tener tiempo de arrepentirme.
Ella me dedicó una muy sincera sonrisa.
Me oculté detrás de la bufanda y me quedé en silencio en espera de que me entregaran mi examen. Una vez lo realicé lo mejor que pude, me puse de pie para entregarlo y salir. Julissa también acabó muy rápido, así que prácticamente salió detrás de mí. Aunque había tomado esa pastilla, no me sentía mejor, quizá no ha hecho efecto y el frío me estaba matando.
-¿estás bien?... esa pregunta fue estúpida, te ves muy mal. Déjame te acompaño a la enfermería. -se ofreció, pero negué automáticamente con la cabeza.
-Estoy bien Julissa... no te preocupes. -dije recostándome contra la pared para cerrar los ojos.
-no puedo no preocuparme viéndote así, estás más blanco que un papel. -sentí su cercanía, entonces abrí ligeramente los ojos, encontrándome con su cabello algo revuelto ya que se había retirado el gorrito de lana que llevaba puesto. Se colocó de puntillas y como pudo, me lo puso en la cabeza hasta tapar mis orejas.
No opuse resistencia, ni me quejé, solo me quedé perplejo ante su acción. Segundos después, me encontré con esos bonitos ojos marrones que me dedicaban una suave y dulce mirada. Mantuvimos el contacto visual, me transmitía mucha paz verle y más tenerle tan cerca. Sus manos aún permanecían sosteniendo las orillas del gorro de lana y noté su nerviosismo al percatarse de ello. Ella fue quien rompió las miradas y aunque lo estuve evitando, no pude contenerme de ver sus labios, los cuales relamió en ese momento antes de dar un paso atrás, casi temblando.
Sus acciones nunca dejan de sorprenderme. Estoy consciente de que poseo bastantes buenos genes, he tenido muy buena reputación por mi atractivo entre las chicas. Aunque no me interesaba mucho prestarles atención. Sin embargo con Julissa, era diferente. Me gustaba mucho ver sus acciones al estar a mi alrededor, como evitar mi mirada, jugar con sus dedos o sonrojarse cuando lanzó cualquier comentario. Ya ha pasado un tiempo desde que nos conocemos, pero ese detalle no ha cambiado. Ella me parece un caso de chica atraída, muy peculiar.
-Ahora sí, vamos y no te quejes. -dijo todavía evitando mi mirada para tomarme un brazo y guiarme en el camino. Tenía razón. Me sentía muy débil realmente. Estornudé muchísimas veces, procurando que fuese en otra dirección, lejos de Julissa. No quería enfermarla a ella también.
Al llegar a la enfermería, estaba temblando y mareado. El dolor de cabeza incrementó y lo primero que hice al llegar, fue recostarme en una camilla. Una enfermera me atendió y efectivamente tenía fiebre. Julissa permaneció cerca, con una mascarilla clínica que le proporcionó la enfermera. No se retiró de aquí hasta que me comencé a sentir mejor. La pastilla que me había dado hace alrededor de 40 minutos hizo efecto a tiempo.
-¿no va a ser ya hora de clase? -le pregunté a Julissa desde mi lugar, prácticamente acurrucado en las sábanas blancas. Ella caminó hasta estar al lado de la camilla y sentarse en la orilla de ésta.