Julissa
Semana y media después...
-te vez como nuevo. -solté una risa al ver a Demian sentarse a mi lado.
-sí, ya puedo respirar. -anunció tomando aire.
-Ahora ya sabes que debes de hacerme caso la próxima vez.
-Sí, mamá. -se burló también riendo.
-No me digas así. -lo empujé ligeramente.
-Es que tu instinto materno prematuro sigue vigente.
-No lo llames así, suena raro, ya te lo dije.
-Raro es no llamarte así.
-cállate. -lo volví a empujar, sin embargo mis golpes no le causaban ni cosquillas. Me giré nuevamente hacia el frente, bastante indignada. Segundos después, lo sentí moverse. Observé sus movimientos de reojo hasta verlo sacar algo de su mochila. Luego, se inclinó sobre mí y comenzó a colocar algo sobre mi cabeza. Lo miré totalmente concentrado en acomodar el gorrito.
Nuevamente lo tenía muy cerca y eso me hizo sentir nerviosa. Intenté evitar ver sus labios, sin embargo, me fue imposible. Se veían nuevamente de su tono rosado natural, lo cual sigue siendo muy envidiable y a la vez una tentación. Así que tan rápido como los vi, volví a sus ojos. Sus manos dejaron el gorro y se dedicaron a acomodar el cabello a los lados de mi rostro que cubría mi cara. En ese instante, nuestros ojos chocaron y mantuvieron el contacto pocos segundos antes de que se apartara y volviera a hurgar la mochila para ahora sacar la bufanda que le presté.
-creo que esta te tocará llevarla en la mano, ya llevas una bufanda y dudo que quieras ahogarte con 2 encima. -me la entregó y se giró hacia la puerta, en donde el maestro ingresaba al salón.
-gracias. -le dije envolviendo mis manos en la bufanda, ya que mis dedos se encontraban fríos, ya que había olvidado mis guantes en casa.
-a ti. Yo no uso nada que no sea mi chaqueta de cuero o uno que otro abrigo. Creo que la bufanda me ayudó mucho más que nada. Ah y no te preocupes, los lavé bien, no quiero que te enfermes ahora también.
Le sonreí y ahora fui yo quien se inclinó hacia él, alzando la bufanda para colocarla sobre sus hombros, tomándolo por sorpresa.
-quédatela, de todas maneras tengo muchas. Además esta siempre ha sido motivo de burla de mis hermanos. Es mejor que la tenga alguien más antes de que la terminen quemando.
-¿por qué?
-dicen que es horrible, aunque a mí sí me gusta.
-sí, es muy tú. -soltó una risa. -no es cuestión de conocerte mucho para saber que tu color favorito es el naranja. -dijo señalando con la mirada mi falda, la cual casualmente también era naranja, al igual que el gorrito, mi mochila y mi labial.
Tenía razón. Mucha de mi ropa es de ese color, por eso me gusta tanto esa bufanda a pesar de estar ya un poco desgastada. Mi estación favorita del año es otoño, justo ahora casualmente. Creo que soy demasiado obvia, pero es que simplemente me gusta, me causa felicidad y paz el color. Tengo demasiadas cosas de diferentes tonos naranjas y aunque me encanta seguir la moda, todo el año mantengo ese color presente.
-es lindo, da a entender mucho de ti.
-¿qué quieres decir con eso?
-Luego te explico. -me guiñó un ojo, haciéndome sonrojar ligeramente. El profesor comenzó a hablar y pasar lista, así que decidí quedarme callada por el momento.
¿Qué me habrá querido decir con eso?
Sacudí mi cabeza y me dediqué a prestar atención a la clase ya que eso era lo importante aquí.
***
-Bien, ahora que somos amigos, supongo que no sonará raro si te invito a una fiesta hoy en la noche.
Volteé a ver a Demian una vez lo escuché hablar, dejando de lado mi mochila a medio acomodar.
-¿te parece bien? seguro irán algunos de nuestros compañeros.
-bueno... no sé. No soy demasiado de fiestas.
-una fiesta de vez en cuando no hace daño. -empujó ligeramente mi hombro y se puso de pie. Aproveché ese momento para terminar de acomodar mis cuadernos y cerrar el cierre para colgarme la mochila en el hombro. -insisto. Si no te gusta, te prometo un flan de la cafetería... a menos que prefieras un pastel de naranja. -me tendió una mano, para ayudarme a levantarme a pesar de que no lo necesitaba. Estaba en una silla, sin embargo, no quise ser descortés, así que la tomé y también me puse de pie.
-lo pensaré.
-Tienes las manos frías. -comentó alzando su otra mano para sostener mi muñeca y acunar mis dedos entre sus cálidas palmas.
-ah... sí... olvidé mis guantes... -tartamudeé nerviosa.
-¿Vamos por un café? Tal vez con la taza se te calientan un poco. -alcé la mirada desde nuestras palmas unidas, hasta su rostro, varios centímetros arriba. Este chico es sumamente alto, creo que incluso supera a mis hermanos por bastante. ¿Qué le daban de comer?
-está... Bien. -acepté sin pensar demasiado en el tema. Soltó mi mano e hizo un movimiento con la cabeza, indicándome la salida. Lo seguí luego de tragar en seco.
Él comenzó a hablar durante el camino. Yo seguía algo temblorosa por su acción. La manera tan delicada con la que frotó mi mano, se sintió agradable, demasiado para mi gusto. El contacto físico no me desagrada, pero tampoco me gusta que sea tan... íntimo. Con él todo parece totalmente diferente. No entiendo qué está haciendo conmigo.
Traté de seguirle el ritmo al caminar, es muy rápido y aunque yo no soy totalmente baja en estatura, de igual manera me costaba seguirlo.
-¿cuánto mides? -me salió preguntarle.
-¿por qué la pregunta?
-curiosidad.
-bueno... un metro noventa. -su respuesta casi me deja con la boca abierta. Efectivamente les pasaba por más de 10 centímetros a mis dos hermanos.
-¿Qué te dieron de comer?
-comida. -soltó una risa. -apuesto que mides entre 1. 70 a 1.75 como mucho.
-No tengo ni idea.
-eres más alta que mi mejor amiga, ella mide 1.60, así que seguramente acerté.
-¿Tienes una mejor amiga?
-sí, desde pequeños. Es como la hermana que nunca tuve, aunque si fuéramos realmente hermanos, ella sería del lechero definitivamente.