Demian
Suspiré viendo todos mis libros regados en mi escritorio. La última semana ha sido sumamente pesada, pero me conforta saber que en unas horas veré a Juli. Necesito despejarme, apenas la he visto, ambos hemos estado en nuestros asuntos, lo cual no afecta en nada nuestra relación.
Debo entregar mi parte de un trabajo grupal mañana, terminar de estudiar para un examen y de paso ducharme y arreglarme para ver a Juli. Me desperté tarde como cualquier domingo, así que perdí algo de tiempo productivo, aunque bueno, dormir es un placer del que no me arrepiento nunca. Podría hacerlo todo el día si quisiera que fuera así y no habría problema alguno.
Me estiré en mi asiento y giré la cabeza hacia mi cama, tuve un pequeño flashback de la última vez que Juli estuvo aquí hace un par de semanas. La manera en la que ha aprendido a mover las caderas es extraordinario. Me prende solo pensarlo. Pero sé que no es momento para esto. Volví a mis deberes, aunque con una sonrisa en el rostro, me encanta pensar en ella.
Perdí la noción del tiempo y cuando vi la hora, supe que era super tarde y corrí a ducharme y arreglarme. Me gusta ser puntual en todo momento y esta vez no será la excepción. Una vez fresco y vestido, procedí a peinarme frente al espejo de la misma manera de siempre, pero me fue imposible si quiera tomar mi cepillo cuando tocaron la puerta de mi habitación.
Es raro que alguien venga por acá. Carl está ocupado últimamente, así que lo descarté y Jonathan, el recepcionista solo visita una vez por semana los viernes exactamente y hace revisión, se me hizo sumamente extraño todo, pero procedí a abrir la puerta.
Me sorprendió el ver a Juli parada frente a mí.
-Juli, pensé que nos veríamos en tu casa. -le dije con el ceño ligeramente fruncido.
Noté sus ojos cansados, con unas ojeras profundas que jamás había visto. Su rostro estaba pálido y hasta parecía tan frágil que podría romperla con tocarla. Me preocupé de inmediato y tomé sus mejillas con mis manos.
-¿Qué tienes? ¿Por qué te ves así, cariño? -Nunca había utilizado ese apodo con ella, no veíamos necesarios esos nombres, pero sentí la necesidad de mostrarme más afectivo.
-Es... Una larga historia... -bajó la mirada.
-No me digas solo eso porque no es algo que me tranquiliza.
-Sé que habíamos quedado en vernos para salir hoy, pero.... quiero hablar contigo... sobre algo importante.
-¿de qué se trata?
-¿me dejas pasar primero? -asentí y me eché a un lado. Ella entró, se retiró el abrigo que traía encima y procedí a cerrar la puerta con seguro. Tomó asiento en mi cama y noté lo decaída que estaba. Eso me causó un dolor profundo en el pecho.
Me arrodillé frente a ella y coloqué mis manos en sus rodillas mientras la veía fijamente. Se notaba tensa, así que procedí a acariciar sus manos que permanecían en su regazo.
-Demian...
-dime.
-no sé cómo decirte esto sin que se me forme un nudo en la garganta. -declaró cerrando los ojos.
-Relájate, respira y dime qué te inquieta.
-Es que es muy difícil. -negó con la cabeza sin abrir sus ojos.
-Juli, no me preocupes de esta manera. -me puse de pie y me senté a su lado para abrazarla. La sentí hundir su rostro en mi pecho y rodear mi torso. Soltó un sollozo ligero y eso no ayudó con mi ansiedad.
-no quiero decepcionarte. -soltó de repente.
-¿por qué lo harías?
-no soy la chica perfecta de la que te enamoraste...
-no me enamoré de ti porque fueras perfecta. -acaricié su cabello y su espalda. Parecía solo estar delirando cosas sin pensarlo.
La abracé con más calidez que nunca, jamás la vi tan triste o frustrada y realmente no sabía cómo calmarla de la mejor manera. Solo la dejé que me rodeara con sus brazos y se desahogara mientras besaba y acariciaba su cabeza con calma. Lloró largo rato y no comprendía por qué y eso era lo que más me preocupaba. Por mi mente pasaron miles de cosas y diferentes probabilidades, pero el dolor que ella sentía no entraba en ninguna de ellas.
Sentí ganas de llorar con ella incluso, pero me mantuve fuerte porque lo necesitaba.
Nos acostamos en la cama y nos arropé con la sábana. Esto logró que dejara de sollozar. Se acurrucó en mi pecho y luego de un rato, se quedó dormida. Suspiré y simplemente la vi dormir. Sus pestañas estaban húmedas, su nariz roja y su piel cubiertas por diferentes granitos, seguro causados por estrés.
Con mucho cuidado, me levanté de su lado para dejarla descansar. Se veía sumamente exhausta. Salí de la habitación y corrí a buscar lo que creí que la podría calmar. Un té y muffins de chocolate recién hechos. Comprar comida me sirvió para mantener a Charlotte tranquila luego de su ruptura, quizá esta vez también.
Aproveché y también fui por unas flores, quizá así la animaría. Juli adora los detalles y fue lo que más se me facilitó conseguir. Corrí de vuelta a mi auto y regresé a la residencia. Agradecí que seguía dormida. Ya pasó una hora desde que cerró sus ojos. Ahora se ve más tranquila y pacífica.
Saqué un muffin de la bolsa de la panadería y la acerqué a su nariz, quizá así la despertaría con tranquilidad. Lo moví e incluso le di un toquecito que la hizo reaccionar, pero sin llegar a despertarla.
-Juli. -susurré acariciando su mejilla.
Volví a pasar el muffin por su nariz y olfateó un poco. La llamé por segunda vez de manera suave y finalmente se volvió a mover. Apretó sus párpados y frunció el ceño para luego abrir un poco sus ojos. Sonreí y alejé el pan de su rostro.
-¿qué...? ¿Me quedé dormida? -pronunció estirándose un poco.
-sí, no quería despertarte, pero es que fui a comprar muffins y un poco de té y no quiero que se enfríen. -le ofrecí el postre de mi mano.
Ella se acomodó y se sentó en la cama. Tomó el muffin y yo procedí a sacar el otro que traje para mí. Le ofrecí el té y me agradeció con voz suave.
-están recién hechos, espero te gusten. -le informé. -Ah y te traje esto. -me puse de pie y fui por las flores a mi escritorio. Me miró algo confundida, pero las recibió.