Julissa
¿Ser mamá y tener privacidad? No, una cosa no puede pasar con la otra. Verdaderamente estar en el baño con tres niños pequeños metidos aquí conmigo no era parte de mi plan de vida, pero es lo que hay. Uno está jugando con las toallas, otro intentando subirse al lavado y el tercero viéndome fijamente. Como si ver a su madre hacer sus necesidades fuera lo más interesante del mundo. Los gemelos evidentemente son los desastrosos, Alex es el único quieto ahora mismo.
Me limpio lo más rápido que puedo, para proseguir a tapar la taza del baño con su respectivo seguro. Uno que no sabía que necesitaba hasta que Tomás comenzó a caminar y era muy fanático del agua, jugaba con ella sin importar de dónde saliera. Estos seguros me han ahorrado que mis hijos repitan esa desastrosa y asquerosa situación.
Me lavo las manos y cargo a Dan, el menor de los gemelos, colocándolo en mi cadera. Es la única manera de mantenerlo un poco quieto.
-Dylan, deja esas toallas, ven. -llamo al mayor de los gemelos mientras tomo la mano de Alex, quien sin hacer alboroto me sigue afuera del baño. Dylan va tras él, pero se lleva una toalla consigo como si fuera un peluche.
-¡Mamá! -escucho afuera de la casa.
Pensaba que mi poca paz iba a durar un poco más, pero el autobús escolar ya ha llegado.
Camino por el pasillo y abro la puerta principal. Recibo a los otros tres hijos que me hacían falta, con una sonrisa. Los tres vienen sudados y sucios, como todos los benditos días desde que nacieron.
-¡Mamá! ¡Ganamos un partido! -Tomás, el pequeño de siete años, grita, sonriendo.
-¿De verdad? Me alegro por ustedes.
-Yo hice dos goles, ma. -Derek, el segundo mayor de todos, me asegura y luego se agacha para poder cargar a Alex, quien le extiende los brazos. Me encanta esa imagen, ambos son inseparables.
-Esos son mis pequeños deportistas. -digo y le sacudo los rizos a Derek.
Rubén, el mayor, carga a Dan, quien se me ha escapado de los brazos, y le da un beso en la mejilla. El pequeño ríe y balbucea. No tiene ni un año, apenas pronuncia pocas palabras, pero es bastante comunicativo cuando se trata de sus hermanos. Dylan, por su parte, es más callado, sin embargo no deja de ser un alborotador cuando juega con los demás.
-Será mejor que ustedes tres se cambien de ropa y se laven la cara. -les indico mientras cargo a los gemelos, uno en cada brazo, ya comienzan a pesar bastante.
Todos ingresamos nuevamente a la casa y veo cómo los tres mayores pelean y corren por las escaleras, compitiendo por quién llega más rápido arriba.
-Mamá, ¿dónde está Lucy? -Rubén me pregunta una vez ha bajado las escaleras, ya cambiado. Él siempre pasa muy al pendiente de su única hermanita.
-Con tu papá haciendo las compras, no tardan en venir.
-¿Papá no trabajó hoy?
-No, se tomó el día libre y, ya que tu hermana sale del preescolar más temprano que ustedes, fue por ella a dar una vuelta y a comprar suministros hace como una hora.
-¿Te ayudo? -me pregunta mientras intento preparar un biberón a la vez que tengo un niño en un brazo y dos aferrados a las piernas.
-Sería un alivio, cariño. -digo y le paso a Alex, puedo arreglármelas con los gemelos en los pies.
Rubén juega con Alex, quien poco ríe, pero se mantiene entretenido. Preparo ambos biberones y se los doy a los pequeños.
-Vamos a su habitación, hoy no han dormido la siesta. -les digo y estos toman su leche con entusiasmo por todo el camino hacia el segundo piso.
Dan cae primero, Dylan tarda más, pero se duerme al lado de su hermano.
Al regresar al piso de abajo, Alex está siendo cargado por su papá mientras que nuestros otros tres hijos ayudan a bajar las compras del auto.
-¿Qué tal las compras? -le pregunto a mi esposo.
-Bueno, solo gasté unos cientos de dólares más que la semana pasada. Estos niños cada día comen más y más. -declara y suspira.
-Están en desarrollo, lo necesitan.
-No sé en qué he gastado más estos años, si en ropa, comida o pañales.
Me río ante eso.
-En los tres, cariño, créeme que sí. -palmeo su pecho con mi mano y salgo de la casa. Nuevamente están compitiendo por algo. Esta vez por quién puede cargar más bolsas.
Lucy por su parte, no está incluida, solo permanece parada a un lado de ellos, lleva una bolsita, al parecer con una muñeca dentro y por alguna razón, lleva puestas unas gafas de sol que yo no le había visto. Volteo a ver a Demian y alzo una ceja.
-Ella insistió en una muñeca nueva y las gafas… Se las probó y se veía adorable, tenía que comprarlas. -dice y sonríe, inocente.
-Siempre consintiendo a tu pequeña. -niego con la cabeza mientras que Derek me pasa a un lado con cuatro bolsas enormes que no sé cómo sus bracitos soportan.
Al menos esa competitividad hace que bajen todo muy rápido del auto.
***
-¡Mami! ¡Me quitaron mi muñeca! -escucho a Lucy llorar desde la sala. Salgo de la cocina a toda prisa, encontrándola con un puchero en el rostro y a sus hermanos alrededor.
Me cruzo de brazos y Derek se queda quieto al igual que Tomás. Alzo una ceja y ambos borran sus sonrisas antes de devolverle su juguete a la niña.
-¿Pueden dejar de molestar a su hermana? A ustedes tampoco les gusta cuando ella toca sus juguetes. -les digo mientras me cruzo de brazos.
-Tom y Derek son malos. -Lucy dice mientras abraza su muñeca.
-No son malos, hija, solo quieren molestarte.
-Perdón, ma. -Ambos niños dicen.
-Pídanle perdón a su hermana, no a mí. -les indico y ambos la ven.
Lucy le enseña la lengua a Derek y este la señala acusadoramente.
-¡Viste lo que hizo, ma!
-Lucy… -la regaño y ese puchero vuelve a su rostro, haciéndose la víctima otra vez.
Suspiro.
-Mamá, los gemelos se despertaron. -Rubén me avisa al pie de las escaleras.
-Gracias, cariño, por favor, ¿puedes vigilar a estos tres? Acaban de pelear, solo haz que no se peleen más.