Finalmente llegó el día de la boda. Madrid amaneció con un cielo azul y el sol brillante, como si el universo mismo estuviera celebrando el amor de Isabel y Alejandro. El aire estaba lleno de emoción y anticipación mientras los invitados comenzaban a llegar a la iglesia.
Isabel estaba nerviosa, pero también emocionada. Mirándose al espejo, apenas podía creer que el hermoso reflejo que veía era el suyo. Vestida de blanco, con un velo que caía delicadamente sobre su rostro, parecía una visión etérea.
Mientras tanto, Alejandro estaba esperando en el altar, su corazón latía con fuerza en su pecho. Miró a la multitud de caras familiares, pero su mirada se quedó en el pasillo, esperando a ver a la mujer que se convertiría en su esposa.
Cuando la música comenzó a sonar, todas las cabezas se giraron para mirar hacia el pasillo. Isabel apareció, su padre la llevaba del brazo, y caminó lentamente hacia Alejandro. Cuando sus ojos se encontraron, Alejandro sintió un nudo en la garganta. Nunca había visto a Isabel tan hermosa.
La ceremonia fue emotiva y hermosa, llena de risas y lágrimas. Isabel y Alejandro se prometieron amor eterno, y cuando el sacerdote anunció que podía besar a la novia, Alejandro no perdió tiempo. Bajó el velo de Isabel y la besó con todo el amor que sentía por ella.
La recepción fue una celebración llena de alegría y felicidad. Isabel y Alejandro bailaron su primer baile como marido y mujer, y sus amigos y familiares brindaron por su amor y su futuro juntos.
Al final del día, mientras observaban las estrellas desde el balcón de su habitación, Isabel y Alejandro se sentían llenos de gratitud y amor. Habían pasado por mucho para llegar a este punto, pero sabían que valió la pena. Tenían toda la vida por delante para seguir amándose y cuidándose mutuamente.