Los meses de embarazo de Isabel fueron llenos de amor y anticipación. Luna estaba emocionada por convertirse en hermana mayor y ayudó en todo lo que pudo, desde pintar la habitación del bebé hasta ayudar a Isabel a elegir ropa de bebé.
Finalmente, llegó el día en que dieron la bienvenida a un hermoso niño al mundo. Lo llamaron Gabriel, un nombre que habían elegido juntos y que creían que capturaba la fuerza y el amor que querían para su hijo.
El amor que sintieron por Gabriel fue inmediato e inmenso. Isabel, Alejandro y Luna se turnaron para cuidarlo, amarlo y protegerlo. Luna, especialmente, estaba encantada con su nuevo papel de hermana mayor y se tomó su trabajo muy en serio.
Los primeros meses fueron difíciles. Las noches sin dormir y las constantes demandas de un recién nacido dejaron a Isabel y Alejandro exhaustos, pero también llenos de amor y felicidad. Cada nuevo día traía nuevos descubrimientos y alegrías.
Para Luna, la llegada de Gabriel fue una oportunidad para aprender sobre la responsabilidad y el cuidado. Se enorgulleció de poder ayudar y se esforzó por ser la mejor hermana mayor que podía ser.
A medida que pasaba el tiempo, Gabriel creció y desarrolló su propia personalidad. Mostró un amor por la música y disfrutó escuchando a Isabel leer historias. Alejandro y Luna a menudo tocaban la guitarra para él, y Gabriel se reía y aplaudía con deleite.
Para Isabel y Alejandro, cada día era una bendición. Miraban a Luna y Gabriel y se daban cuenta de lo afortunados que eran. A pesar de los desafíos, estaban rodeados de amor y felicidad.