Entre pasos y promesas

Capítulo 3: La cuerda tensa

Élodie

He bailado sobre superficies resbaladizas, con el tobillo inflamado, bajo luces tan intensas que no veía al público. Pero nunca me sentí tan desestabilizada como ahora, con Edward Cavendish sentado al fondo del estudio, tomando notas en una libreta de cuero negro como si estuviera evaluando la bolsa de valores y no un ensayo de danza.

—Ese cambio de iluminación en la escena dos interrumpe el ritmo —dice en voz alta, sin esperar a que termine el ensayo.

—Interrumpe tu percepción del ritmo, que no es lo mismo —respondo, secándome el sudor del cuello.

—El público promedio no está entrenado para percibir esos matices. Yo pienso en ellos.

—Yo pienso en el arte. Y si sacrificamos eso por complacer a “el público promedio”, entonces no tenemos nada.

Se me acerca. Demasiado.

—¿Quieres una obra inolvidable, Élodie, o una fantasía que solo tú comprendes?

Mi corazón late con fuerza. No por sus palabras, sino por cómo me las dice. Como si en vez de discutir conmigo, estuviera intentando leerme. Entenderme. Es molesto. Y... tentador.

Me alejo. No por debilidad, sino por prudencia. Este hombre puede alterar más que las luces del escenario. Puede alterar mi equilibrio, y eso… eso no se lo permito a nadie.

Esa noche, en casa, me ducho con agua fría. No por el calor. Por él.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.